Título
Xtreme Games 2
¡Hola de nuevo amantes de los juegos extremos o Xtreme Games! Como ya os adelanté en Xtreme Games 1 (la peonza y el yoyó), aquí os traigo la esperadísima segunda entrega: el diábolo y el boliche. Sé que habéis venido hasta aquí con la desesperación de un yonki que busca con las pupilas dilatadas su dosis de adrenalina. Esta vez, todo será más flipante y espera a juntarlos todos: ¡Loco! Los juguetes que te muestro, aunque milenarios, son capaces de poner a prueba al más pintado: equilibrio, paciencia, ganas, entusiasmo, afán de superación y concentración. El diábolo y el boliche van a llevar tus sentidos al límite… Sal a la calle y demuestra a todo el mundo quién manda. ¡A por ellos!
“La semilla del diábolo”
El yoyó era un paseo en barca en comparación a lo que se avecinaba. Nadie lo vio venir. Bueno, a los que les dio en la cara, a lo mejor.
Junto con la peonza, el diábolo es uno de mis juguetes preferidos. Al principio parece fácil: levanta y sujeta en paralelo las baquetas unidas por la cuerda y procura hacer girar el diábolo con un sencillo juego de brazos, deslizándolo hacia los lados. Hasta aquí todo parece sencillo e inofensivo. Lo difícil y peligroso venía después, cuando queríamos hacer malabares lanzando el diábolo al aire y volver a recogerlo después con la cuerda. Podía parecer una misión imposible y arriesgada pero no era para tanto. Los diábolos eran de plastiquete, amigos, y muy ligeros.
Lo mejor estaba por venir: esas largas tardes después del cole o en vacaciones, cuando el mundo y el tiempo eran nuestros. Nos pasábamos horas practicando con nuestros amigos y era alucinante lo rápido que aprendíamos nuevos trucos. ¡Hasta nos permitíamos la chulería de girar sobre nosotros mismos y esperar a cogerlo al vuelo después de lanzarlo por los aires! Hacíamos competiciones de “a ver quién lo tira más alto” o “a ver si puedes recogerlo por detrás”. ¡Menudos expertos estábamos hechos! Nuestros padres alucinaban viéndonos y se quedaban mirándonos con una sonrisa en los labios. Supongo que pensaban: “¡Si consiguen subirse a un monociclo, siempre podrán trabajar en el circo!“
Antiguos y legendarios ¿qué son?
Noooo. No son los Rolling Stones. Bromas aparte, me estoy refiriendo a los boliches. Es el nombre oficial de este juego en España. También se llama balero en México, de donde procede, y tiene dos variedades: a) el del palo acabado en cuenco enganchado a una bolita por una cuerda; y b) un solo palo unido por una cuerda a un cubilete de madera. No sé si tú lo llamabas así o de otro modo pero yo no recuerdo haberlo llamado así en mi niñez. Pero sí recuerdo haber jugado con el boliche tipo a.
Uno para mí y otro para mi hermano, para no reñir ¡Menuda odisea hasta que consigues la práctica y habilidad necesaria para meter la bolita en el vaso por primera vez! Mi hermano la metió a la primera y era más pequeño que yo. ¡Pero yo creo que hizo trampa porque la tocó un poco con la otra mano y eso no puede ser que yo era más mayor y más lista y más mejor que él y eso no se vale!
Me lo tomé bastante bien, con deportividad, porque solo fue la suerte de principiante pero sí es verdad que a él se le daba mejor que a mí. Se aburrió pronto y lo dejó. En cambio, yo seguí obcecada en conseguir meter la bola en el vaso. A veces lo lograba pero de chiripa. De cien lanzamientos, alguna vez tenía que entrar la puñetera. No obstante, yo sospechaba que aquello debía de tener truco porque yo veía que algunos compañeros de clase conseguían acertar varias veces seguidas… Insistí, insistí e insistí hasta que conseguí tres canastas seguidas. Le estaba empezando a coger el tranquillo. Me concentraba en la muñeca, la fuerza y dirección del lanzamiento, pero sobre todo seguía la bola con la vista en todo momento para que no me diera en las napias. Por último, bajaba un poquitín el brazo para predecir mejor la caída y…¡Premio! A mí me sirvió este truco pero no me funcionaba siempre. Cuando no me salía y me ponía nerviosa me entraban ganas de estampar el dichoso boliche (de hecho creo que lo hice). Jugaba a intentar colarla un número determinado de veces y después trataba de batir mi propio récord. Dediqué mucho tiempo al juego pero conseguí (con paciencia infinita) colar la bola en el vaso más de una vez .
Mi conclusión general acerca de todos estos “juguetes extremos” y aunando todas las historias y experiencias personales, es que no podemos ignorar el hecho de que para un niño, jugar con todos estos objetos supone un grandísimo reto: por un lado, deben mantener la concentración fija sobre un objetivo y coordinar los movimientos; y por otro lado, deben templar sus nervios y asumir el control de su propio cuerpo. Asimilan que, si pierden la calma, dejan de controlar la situación y no consiguen nada. De este modo, al mismo tiempo que adquieren nuevas habilidades, también aprenden una lección vital: si no supero la frustración inicial, no avanzaré y no conseguiré nada. A todo lo anterior se suma el factor competición: los motiva y les mueve a ser constantes, perseverantes y pacientes para superarse y vencer al otro para obtener el éxito.
¿Puedo jugar con ellos en casa?
¡Gran pregunta! Sí, si dispones de algún salón, jardín o patio lo suficientemente grandes como para no romper nada, no hacerte daño o no sacarle un ojo a alguien. Mi “evaempujón” es que, si quieres dar el gran salto, es decir, EL GRAN SALTO de verdad verdadera, pon a prueba tus reflejos y maña en algún parque donde te sientas a gusto; y de paso te llevas a tus amigos o familiares y los desafías. Sé que este paso será decisivo para ti porque debes abandonar la intimidad y seguridad de tu hogar y empezar a mostrarte en público con tus juegos pero, como ya he mencionado antes, llévate contigo a las personas con las que tengas más confianza y, si es necesario, hazlos participar también. Eso te va a dar muchísima seguridad porque no te vas a sentir tan ridículo e incómodo. De este modo no solo estarás en un lugar público y al aire libre, sino que vas a dar el primer paso hacia los juegos callejeros en grupo. Recuerda leer mis artículos sobre “El club de los SIN-VERGÜENZAS”. Ya es hora de que la luz del sol sea tu techo.
Estoy convencida de que has jugado a alguno de estos cuatro juegos (ya nos contarás tus experiencias locas de la niñez). Conseguirlos es bien fácil, pues están disponibles en cualquier juguetería y además, ninguno de ellos cuesta una fortuna. El objetivo está bastante claro: debes averiguar qué habilidades conservas después de los años y qué otras has ido perdiendo por el camino. Si lo hiciste una vez, lo volverás a hacer. Puedes elegir un juego o todos, claro está. Solo relájate y vuelve a familiarizarte con los objetos. Siente el tacto de cada elemento, escudriña cómo está fabricado, pero tampoco hace falta dedicarle mucho tiempo a esta fase. Nunca he visto a un niño observando fijamente un juguete tan básico para averiguar su mecanismo secreto. ¡Eso es cosa de mayores! Y ahora mismo, tú no eres mayor. ¿A ti qué más te da cómo está hecho un juguete? ¡A ti te importa empezar a jugar de inmediato!
¿Constante y tenaz o mañoso y competitivo?
Tómatelo con calma: puede que tardes un poco en cogerle el truco al juguete. Ya sabes, paciencia, calma, constancia y pronto empezarás a ver tus progresos. Controla la respiración, aprende de los errores, sé consciente de todos los movimientos de tu cuerpo y por favor, no te obsesiones ni le dediques más de media hora al día. Si te cuesta dominar el juguete, no te rindas. Todo está en la persistencia y la actitud: lo conseguiré porque me he esforzado demasiado como para no alcanzar mi meta. Yo no me rindo. “Tú no me dominas a mí, soy yo quien te domina a ti“. Esa era la frase que mi yayo Alejandro siempre repetía a mi madre mientras le enseñaba a conducir: “¡Tú tienes que dominar al coche, no el coche a ti!” Mi pobre madre se ponía al volante y solo con oír los gritos de mi yayo, ya tenía bastante presión. El coche se le apoderaba, no controlaba sus propios nervios, se volvió torpe por culpa del miedo y, finalmente decidió que prefería que la llevasen. Con carnet de conducir pero sin las destrezas necesarias para conducirlo. ¡Eso no te pasará a ti! ¿Está claro? Quiero oír un “¡Señor, sí, señor!” ¡50 flexiones soldado! Perdón, es que me he venido arriba con el afán de superación. Por cierto, procura que nadie te vea hablando solo con tu juguete. Queda rarito.
También puede ser que seas de esos privilegiados que tiene ese talento natural para dominar los juegos de maña y habilidad que otros no tienen. En este caso tienes una notable ventaja, pero no creas que te vas a librar de aprender algo sobre ti. ¡Soldado! ¡En mi pelotón no hay listillos que se libran de la diversión y se van corriendo con su mamá! ¡Mecachis! Otra vez me ha poseído el sargento chusquero. Hablando en serio, puedes explotar tu faceta más competitiva y ponerte retos o competir contra otros. ¿Dónde están mis límites? ¿Cómo reacciono ante la presión? ¿Aceptaré la derrota? ¿Seré magnánimo en la victoria? Averígualo.
Cómo afrontar el fracaso en tu tarea: elimina el factor miedo.
Tal vez creas que ya tienes todas las respuestas, que lo sabes todo acerca de tu persona pero créeme, no llegas a saberlo todo con seguridad hasta que la vida te pone a prueba. Si eliminas las opiniones, los prejuicios y, sobre todo EL MIEDO, te verás y te verán tal y como eres.
No temas al fracaso porque cuando te caes, te acabas levantando más sabio y más fuerte. A veces es hasta necesario pasar por alguna dura prueba para sacar lo mejor de uno mismo: analizar la situación, aceptar los errores y convertirlos en oportunidades para mejorar y no para sumirse en la autocompasión. Que el miedo no te paralice ni te controle. Supéralo y acepta el reto. No desesperes ante el fracaso, aprende y sal al mercado con tu versión mejorada 2.0. y siendo el macarra del barrio con los Xtreme Games.
Y lo mejor de todo es que no están disponibles en “Play Store”.
Me ha encantado tu artículo.
Me has dejado pensando un rato, perdida por otros mundos paralelos a los que uno vuelve cuando quiere o le asaltan cuando no lo desea, o no lo espera… y al final, he vuelto a mis años de macarra de calle. Ahora lo que me queda son las cicatrices de aquellos años y como bien dices tú, la experiencia de haber vivido algo que hoy día conservo para seguir adelante.
Gracias por tus letras, Eva.
Enhorabuena una vez más por tu blog. Es genial!
Un abrazo.
¡Qué alegría leerte por aquí, Alicia! Me siento muy halagada.
En efecto, los juegos de cuando éramos niños, macarras o no, nos transportan a una era que generalmente recordamos con cariño y añoranza. Nuestra mayor preocupación era hacernos un rascón en las rodillas y que nuestra madre se enterase
Rememorar esos días y recuperar algo de ellos me parece una manera formidable de poner en contacto al adulto y al niño. Tal vez el niño consiga reparar carencias del adulto a través del juego: desinhibición, confianza en uno mismo, compañía al aire libre y superación.
Muchas gracias por tu comentario, amiga. Besos.