Título
La Tragedia de Hamelin
En el año de 1284 en el día de Juan y Pablo
siendo el 26 de junio
por un flautista vestido con muchos colores,
fueron seducidos 130 niños nacidos en Hamelin
y se perdieron en el lugar del calvario, cerca de las colinas
Inscripción de 1602 en Hamelin
Hoy te traigo uno de los cuentos más siniestros de cuantos he leído. Deja un regusto amargo en la boca, provoca inquietud y todo por un puñado de dinero. Cuento para adultos y moraleja entre las leyes sobrenaturales y el precio de la avaricia y el deshonor.
Generalmente suelo relacionar este tipo de cuentos con problemas personales o cotidianos que deberíamos superar, pero esta vez lo voy a conectar con un todo que nos rodea, nos organiza e incluso nos somete: nuestra sociedad demócrata y capitalista.
Como ya sabéis, algunos cuentos son fruto de la imaginación de fabulistas muy creativos. Por otro lado, también existen los cuentos de tradición oral (los llamados cuentos populares). Estos últimos se basan generalmente en antiguas leyendas de incierta localización o temporalidad, que se transmiten de padres a hijos durante generaciones, hasta que algún filólogo rastrea los orígenes del cuento, lo recopila y lo transmite de forma escrita con el afán de que perdure en el tiempo.
Este es el caso de este relato: El flautista de Hamelin. Basado en un trágico suceso real acontecido en la ciudad Alemana de Hamelin hacia 1284, pronto se fue envolviendo de oscuridad y de leyendas de toda índole. Más tarde esta historia fue recopilada por los hermanos Grimm, allá por el siglo XVIII. Con palabras del propio Jacob Grimm: “Algo sucedió en Hamelin, algo tan terrible y abominable que jamás pudo ser olvidado del todo, y que sobrevivió, como muchas tragedias, bajo la superficie de un cuento”.
Como en todo cuento que se precie, se dulcificaron algunas versiones para que la tragedia de Hamelin no resultase tan brutal y los niños durmiesen. Este sería mi caso ya que mi madre me contaba que al final el alcalde recapacitó y pagó al flautista, quien devolvió los niños al pueblo. Una vez adulta, las versiones antiguas y más cercanas al horror son mucho más interesantes. Este sería el resumen de la versión de los Grimm:
En 1284 la ciudad de Hamelin se hallaba infestada de ratas. Sus habitantes, desesperados, exigían a gritos en el ayuntamiento una solución para aquella molesta plaga que estaba arruinándolos. El alcalde, acorralado, exclamó: “Lo que daría yo por una buena ratonera”. Acto seguido llamaron a la puerta del ayuntamiento y se presentó un hombre vestido con ropajes chillones y coloridos, y una capa que lo cubría completamente.
Este extraño hombre se ofreció a ayudarles. Solo pedía ser remunerado con un millar de florines. El alcalde y el consejo aceptaron de inmediato. A continuación, el misterioso desconocido sacó una flauta y arrancó tres notas. Seguidamente se oyó un estruendo y todas las ratas de la ciudad siguieron al flautista hacia el cercano río donde murieron ahogadas. Las gentes de Hamelin saltaban y cantaban para celebrarlo. Cumplido su cometido, el flautista reclamó la cifra pactada con el alcalde. Cuál fue su sorpresa al oír las palabras de desprecio del alcalde y su consejo:
– ¿Que le debemos un millar de florines a un vagabundo extranjero? –exclamó airado y orgulloso el alcalde.
– Fui yo quien les libró de las ratas y usted me lo prometió – respondió el flautista.
– Por lo que a nosotros respecta, las ratas se fueron solas hacia el río y perecieron ahogadas – continuó el alcalde – Con 50 florines será más que suficiente para un vago como tú.
–Se arrepentirán… – amenazó el flautista.
Dicho esto, el flautista salió del ayuntamiento, sacó su flauta y empezó a tocar de nuevo otras tres notas. De pronto se comenzó a oír el jolgorio producido por todos los niños y niñas que abandonaron sus casas y cantaban y saltaban siguiendo al flautista. El alcalde aseguró que no llegarían muy lejos pues pronto se agotarían.
Además, las montañas eran muy altas.
Pero algo extraordinario ocurrió: se abrió una tremenda gruta al pie de la montaña y el flautista y los jóvenes de Hamelin desaparecieron tras cerrarse la grieta. Un niño cojo que no pudo seguirlos estaba apenado. Cuando los ciudadanos le encontraron no se explicaban la causa de su tristeza. El niño se sentía muy desgraciado porque la música del flautista les decía que les iba a llevar a unas tierras lejanas y maravillosas en donde todo era bello, no existía el peligro y lo mágico era posible.
Así de cara pagó su avaricia la ciudad de Hamelin. El dolor y llanto se adueñaron de la ciudad, pues los niños jamás regresaron. Para que nadie nunca olvidase los trágicos acontecimientos ocurridos allí, se prohibió tocar tambores o flautas en el camino que recorrieron los niños. Más tarde, se gravó esta historia en una columna y una vidriera con un flautista seguido por niños decoró la iglesia de la ciudad de Hamelin.
Leyendas
De todas las teorías que pululan por ahí acerca de la tragedia de Hamelin y del origen de El Flautista de Hamelin, me quedo con las dos más plausibles por la época en que se produjeron, 1284 (siglo XIII).
Por un lado está la teoría más aceptada, ya que es la que cuenta con una documentación más sólida. Durante esta época Alemania estaba en plena expansión demográfica. Es por ello que fueron enviadas cuadrillas militares a los núcleos urbanos más poblados (como Hamelin) y los más jóvenes de la ciudad abandonaron voluntariamente sus hogares para colonizar diferentes partes de Europa Oriental. Muchos poblados fueron fundados en esta época en el este de Europa por colonos de origen alemán. “El flautista” sería su jefe, ya que las cuadrillas militares que buscaban voluntarios se hacían anunciar por el toque de tamboril y flautín.
Por otro lado, y según la escritora Valerie Odgen, el presunto flautista no era más que un emisario militar enviado a diferentes ciudades en expansión como Hamelin, para reclutar niños y enviarlos en peregrinación a alguna de las Cruzadas bálticas que tuvieron lugar durante los siglos XII a XVI. Tras el fracaso de la expedición, el Papa Martín IV anuló la cruzada y mandó enviar a casa a los pocos supervivientes.
La versión de los hermanos Grimm (siglo XVIII)
Ya en el siglo XVIII, Wilhelm y Jacob Grimm, como filólogos y fabulistas que eran, recopilaron toda la información acerca de la tragedia de Hamelin y escribieron su propia versión cuyo final varía según la época. Fueron ellos quienes difundieron el suceso y convirtieron al Flautista de Hamelin en uno de los cuentos más conocidos en todo el mundo.
Los Grimm mantienen en su versión la base trágica de la historia, le dan su propio toque con elementos fantásticos y la adaptan a su propia época para poder contar una moraleja dirigida a los lectores de su tiempo. En mi opinión, más encauzada a advertir a los adultos que a los niños.
Para empezar, el hecho de que desde el principio los actores principales del cuento sean adultos y que además desarrollen toda la trama del relato, no es gratuito. Los niños solo son personajes secundarios que cobran importancia por ser los objetos del castigo para los propios adultos. Ellos conforman la tragedia de Hamelin.
Las ratas representan la miseria, la pobreza y la enfermedad. Es decir, la peste: sin duda algo que frena la prosperidad de una tierra. La peste envenena las aguas y contamina las cosechas haciendo prácticamente imposible la supervivencia del ganado y la buena salud de los ciudadanos. Sin olvidar los altos índices de mortalidad de la población que priva de mano de obra a la ciudad y, por tanto, la producción y el abastecimiento se ven reducidos considerablemente.
Los habitantes de Hamelin se quejan y acusan a sus altos funcionarios de incompetentes porque, tras haber depositado toda su confianza en ellos y haber aceptado el nuevo orden jerárquico del capitalismo, son incapaces de remediar la crisis. Es por ello que el alcalde lanza un grito de súplica o rezo para pedir ayuda. Una vez más se produce la convocación de lo sobrenatural para solucionar problemas con los que humanamente no podemos lidiar. Pero toda convocación conlleva un pacto secreto cuyos resultados varían dependiendo del cumplimiento de las condiciones pactadas.
Es en este punto cuando aparece el flautista convocado por la súplica del alcalde. Un personaje misterioso, extranjero, con un aspecto juvenil pero muy curtido, y con ropajes llamativos que no pertenecen a la época en que se encuentra (muestra de aquello imperecedero, inmortal). Afirma poseer poderes mágicos y está dispuesto a colaborar a cambio de una remuneración (todo favor tiene un precio). Se nos describe en dos pinceladas la figura del ser sobrenatural, capaz de realizar imposibles con la magia de su música. Solo un ser sobrehumano sería capaz de tal proeza. Las aguas del río son símbolo de purificación (clara alegoría de nuestra tradición cristiana), en donde perece el mal.
La codicia y vanidad de los hombres, junto con el abandono de sus obligaciones y compromisos, hace que los gobernantes menosprecien la ayuda prestada y se otorguen el mérito del milagro. Es como aquello de “acordarse de Santa Bárbara solo cuando truena” y después, si te he visto, no me acuerdo. Aquí se produce el error que conducirá a la tragedia de Hamelin, porque recordad que los pactos o se cumplen o se castigan.
Los hermanos Grimm decidieron representar el castigo con la pérdida de todos los niños del pueblo. Como ya sabes, los niños son el símbolo de todo lo bueno que habita en nosotros, el futuro que continuará nuestras obras y la esperanza de perpetuar nuestra hegemonía en la tierra. Este fue el precio de recurrir a lo sobrenatural y despreciarlo después.
¿Fue una pena desproporcionada? Tal vez. Recordad al dios vengativo del Antiguo Testamento, como en la historia de Moisés y su cruzada para liberar a los esclavos judíos del yugo egipcio. Al fin y al cabo son las reglas divinas que todo hombre debe conocer. Pero desde el punto de vista de los hermanos Grimm, estas reglas jamás debieron ser olvidadas y sustituidas por las promesas vacuas del fiero capitalismo naciente.
El abandono de la fe y su uso interesado ante las situaciones difíciles para luego renegar de ella, son la principal crítica social que realizan Wilhelm y Jacob Grimm en este cuento con final tragiquísimo. La jerarquía del poder divino ha sido sustituida por la jerarquía del poder político, codicioso y petulante, que logra atrapar a todos los ciudadanos con vanas promesas de prosperidad.
Érase una vez… Hamelin zombi
Aunque detesto las películas de zombis, algunos de vosotros ya sabréis de mi devoción por este concepto. Hablo de zombis a la hora de plasmar una situación en la que se produce un tipo de comportamiento enajenado y podrido por la ausencia de voluntad. Da la sensación de que el poder político ha sido capaz de anestesiar nuestros deseos y se ha encarnado en la figura de un histrión farandulero, en un flautista, con el consentimiento de los “representantes de Dios en la tierra” y con el nuestro. Tal es la dependencia del pueblo hacia nuestras instituciones.
La democracia es un sistema gubernamental en donde el pueblo ejerce el poder mediante su voto. Luego realmente nosotros somos los jefes de los políticos y ellos deben estar a nuestro servicio. Esto es así en Occidente.
Pero por un instante, imaginemos un escenario de tétrica fantasía. ¿Qué ocurría si los políticos actuasen por intereses propios más que por el bien del pueblo? (¡¿Qué locura, eh?!) ¿Cómo reaccionaríamos si nos quisieran engatusar para aprovecharse de nosotros? (Ya sé que es difícil de imaginar, pero ¡haz un esfuerzo!) La política del miedo sería la clave. Un discurso que estaría basado en fomentar el miedo entre el pueblo: haciéndonos creer que el mundo está lleno de ogros y brujas, que solo ellos podrán salvarnos con su magia y que cualquier medida que tomasen (por muy absurda que fuera) sería por nuestra “salvación”.
Bueno pues ya tendríamos el espeluznante cuento montado: Hamelin serían las naciones, los políticos serían los flautistas; nosotros, el pueblo; las ratas serían la política del miedo; la melodía sería la retórica política y las promesas electorales; los niños serían el mañana mejor, y la recompensa del flautista, nuestros votos.
En este cuento de pesadilla se perpetuaría el poder de unos pocos, se aprobarían leyes convenientes para el poderoso, se limitaría todo aquello que pudiera ensuciar la cara del poder y se envenenaría la democracia. JAJAJAJAJA (risa malévola) “¿Cómo podríamos librarnos del flautista?” – gritarían los adultos aterrorizados. ¡No se podría! Lo único que podríamos hacer es volver a votar y sustituir a un flautista por otro. Con suerte, algún día escucharíamos una melodía diferente con la que engalanar la misma obra de teatro… FIN
Recordad que todo esto es un cuento
y que jamás podría ocurrir
en nuestra feliz ciudad de Hamelin
Muy interesante la entrada, especialmente me gustó el rastreo de la tradición popular que configuró o, mejor dicho, aportó a la configuración del cuento que tenemos en la actualidad. Eché de menos, no obstante, que nos indicaras alguna bibliografía donde consultar estas cosas (la inscripción que sirve de epígrafe a la entrada o las referencias históricas que recoges). Pero en general creo que es un aporte muy bueno. Saludos.
Hola Tuzo Pillo.
Bienvenido a La Ciudad Esmeralda. Gracias por tus palabras y por tu interés. Es cierto que no aporto bibliografía respecto a los orígenes de las leyendas. Te pido disculpas y me lo anoto para la próxima, gracias. No obstante, en la Wikipedia aparece bastante información al respecto: desde las teorías más creíbles hasta teorías fantasiosas y mágicas. Sin embargo, la teoría que más me impactó fue la de las cruzadas, muy bien analizada por Valerie Odgen en su libro “Bluebeard: Brave Warrior. Brutal Psychopath”, en donde recoge los más antiguos y trágicos orígenes de cuentos populares como “El flautista de Hamelin”. Realmente esas cruzadas de niños existieron y están documentadas en archivos eclesiásticos y civiles de las llamadas Cruzadas Bálticas. De ahí que esta teoría sea para mí la más plausible.
Muchas gracias de nuevo por tu comentario y por el tip.