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NO ES PAÍS PARA FLOJOS
¿Sabías que el juego “tirar de la soga” fue deporte olímpico entre 1900 y 1920? Un dato curioso. ¿Y sabías también que si hoy en día continuase siendo deporte olímpico España se llevaría con toda seguridad todas las medallas de oro? Pues sí. Estoy completamente segura y si no me creéis preguntad a los norteños que llevan practicando este deporte desde la antigüedad. Fundaron un montón de clubes donde practican este deporte tradicional de fuerza y celebran competiciones al aire libre. ¿Será por fuerza? En Cantabria y Asturias lo llaman Tira d’soga o Tirasoga y en Navarra y País Vasco, Sokatira. ¡No es país para flojos!
En otros tiempos se jugaba en plazas empedradas o frontones pero hoy se practica en zonas sobre hierba o pista de goma, “como en el resto de Europa”. Lógico. Menos resbaladizo y más seguro en caso de caída o traspiés. Se conoce que son más delicaditos. ¡Flojos! ¡Que sois unos flojos! ¡Pero qué pista de hierba ni qué niño muerto! ¡Que son del norte de España, copón! ¿Quién necesita esos melindres? ¿Qué será lo próximo? ¿Guantes por si se nos queman las manos con la cuerda? ¡La piedra es lo que curte a los verdaderos guerreros! Como el tira de la soga o tira y afloja vuelva a ser deporte olímpico… ¡lo petamos!
Bueno eso es para profesionales, pero nosotros vamos a jugar como cuando éramos niños y hacíamos grupos en el patio y a dedo. ¡Qué sistema más justo y a la vez tan cruel! Una podía medir su índice de popularidad o su habilidad en cualquier juego con ese sistema. Un jefe por cada equipo y el resto escuchando “yo me pido a Quique”, “pues yo me pido a Juli”… y así hasta que solo quedábamos yo y el niño con las gafas de culo de vaso. ¡Menuda infancia!
En fin, en el patio las normas son eso: las normas del patio. Aunque las reglas oficiales dictan que un equipo pierde si alguno de sus miembros suelta la cuerda o se cae, nosotros jugábamos al estilo niño: como nos salía del níspero. Primero, formábamos dos equipos de valientes forzudos. Después atábamos un pañuelo en el centro de la soga (bueno, en realidad más que un pañuelo era la chaqueta del chándal del más despreocupado). Había algunos desconfiados que hasta medían los tramos después de atar la chaqueta por si acaso se había hecho trampa. Luego marcábamos dos rayas paralelas en la gravilla del suelo con un palo (no escatimábamos ni en material ni en detalles). Como ves, nosotros de críos jugábamos sobre gravilla porque se conoce que aún no había entrado en vigor la normativa europea de suelo de hierba o goma. Por último, cada equipo se colocaba en fila india sujetando la soga y mirando hacia el pañuelo (sudadera de chándal) que debía estar situado entre las dos rayas al inicio del juego.
Todo listo, todos preparados y cuando el árbitro gritaba: ¡preparados, listos, ya! Empezábamos a tirar de la cuerda con todas nuestras fuerzas, como si lo fueran a prohibir, para hacer que el pañuelo cruzase la línea más próxima a nosotros y ganar por fuerza (que no a la fuerza). ¡Menudo espectáculo! Todos con la cara más roja que un tomate, con los ojos medio cerrados y apretando los dientes, por no mencionar nuestros cuerpos encorvados y con el culo en pompa. Vamos, que de vez en cuando a alguien se le escapaba un poco de “su marca personal” y mareaba a los de su propio equipo. Se dio un caso dramático en que un chico soltó de pronto la cuerda, abandonó a su equipo y salió corriendo hacia los lavabos. Solo él y Dios saben lo que habría dentro de esos calzoncillos…
Generalmente los equipos estaban bastante igualados en fuerzas y a veces ganaban ellos, otras veces ganábamos nosotros. Lo mejor era el momento justo en que el pañuelo estaba a punto de cruzar nuestra raya, de repente volvía hacia ellos, pero al último estirón… ¡victoria! El pañuelo cruzaba claramente nuestra línea y gritábamos ¡Tomaaaaa! Mirando a los derrotados. Había quien se caía de culo, ensuciándose los pantalones o también arrastres que nos desgarraban los leotardos. Jejejeje Siempre era mejor que volver a casa con “una tortuga” en la ropa interior. Y no daré más detalles por si os pillo con la boca abierta. ¿El resultado? Dos decenas de niños sudorosos y sucios, muertos de sed y con algún que otro desgarrón en la ropa. Eso sí: eufóricos y más felices que si nos hubieran dado chocolate para cenar. “¡Mañana la revancha, ¿eh?!”. Era lo último que decíamos antes de volver a clase.
Que la fuerza te acompañe
¿Estás preparado para salir a jugar y darlo todo? Quiero un “¡Señor, sí señor!” ¡A ver, soldado! ¿Tienes ya preparado el material? Una soga o cuerda de unos 15 metros más o menos, un pañuelo vistoso (en caso de no tener un pañuelo a mano puedes hacer lo que hacíamos nosotros en el patio: atar la chaqueta del chándal de algún voluntario) y ya solo te falta reunir a la familia o a la “cuchipandi” de amigos para empezar la competición de tirar de la cuerda. Es importante que sepas que para alcanzar el éxito en este juego la fuerza del equipo es fundamental, pero no decisiva. Si además de tirar con fuerza, el equipo está bien coordinado y crea una buena estrategia de tira y afloja, la fuerza puede que no sea tan imprescindible para la victoria.
Suena a chiste pero esto es tan cierto como haber Google. Hay que llenar el depósito de gasolina antes de ponernos a tirar de la soga como locos. Lo mejor en estos casos suele ser un buen bocata de Nocilla, pero como seguramente mi madre leerá esto, puedes sustituir la Nocilla por paté, atún con olivas, mortadela, queso, chorizo… Vamos que ni Popeye ni Asterix tienen nada que hacer contra vosotros. ¡Ah!
Como se trata de una actividad al aire libre, lo mejor es jugar en un día soleado, pero no demasiado caluroso (ya sudarás bastante con los tira y afloja de la soga). Ahora bien: no dejes de practicar deportes al aire libre solo porque esté nublado o hayan caído cuatro gotas de agua. No se trata de jugar en la calle con tormentaza, chubascos intensos o lluvias torrenciales pero creo que sobreviviremos a un día rancio, ¿no? En cuanto al lugar para jugar, creo que cualquier parque grande, zona ajardinada, campo abierto, monte, la tierra media… son una buena opción. En caso de caídas, traspiés, culadas, arrastres y otros accidentes propios del juego, como mucho te ensuciarás la ropa porque el suelo no será demasiado duro. Eso sí: zapatillas adecuadas para la actividad y calcetines de algodón. (Y una muda por si el esfínter nos traiciona).
Grupos más o menos igualados en fuerzas, materiales a punto, todos bien merendados o almorzados, agua, ropa adecuada y dispuestos a ensuciaros un poco… ¿falta algo? No sé… es como si se me hubiese dejado algo necesario… ¡Ah, sí! ¡Las ganas de pasarlo bien en la mochila y la vergüenza en casa! ¿Tengo que mandarte de nuevo al Club de los Sin-vergüenzas? Sin problema. ¡El juego está servido! Haz acopio de todas tus fuerzas, conoce los puntos débiles de tus adversarios, coordínate bien con tus compis y después de un par de asaltos serás capaz de crear una estrategia para aprovechar tus puntos fuertes para derrotar al otro equipo. Recuerda que el objetivo es desconectar, liberarse del estrés y pasarlo bien en compañía.
Una sobredosis de competitividad puede arruinarte el día. Tómatelo con deportividad (esto es un juego) y hazlo tan emocionante y divertido como quieras. Aquí van dos variantes del mismo juego para expertos o para quienes necesitan emociones fuertes: a) jugar con los ojos vendados e intuir cuándo todos los miembros del otro equipo están en tu zona (árbitro imprescindible) y b) tirar de la cuerda con patines (buscar zona de juego en donde los patines se deslicen bien). ¡Que la fuerza os acompañe!
Un día completísimo
Analicemos detenidamente todas las ventajas de este juego ancestral. Todo el mundo conoce el juego y sus reglas, más o menos, y a todo el mundo (o casi) le gusta competir y demostrar que es el mejor cuando está entre amigos o en familia. Tenemos pues los ingredientes de la motivación y la confianza.
Por otro lado, este juego se practica al aire libre donde tendrás la oportunidad de alejarte de lo cotidiano y sentirte libre en un espacio abierto: eso ayuda a relajarse. El hecho de estar en buena compañía también hará que te relajes, te desinhibas cada vez más y por tanto, te diviertas. Esto te ayudará incrementar tus habilidades de sociabilización.
Además estás ejercitando tu cuerpo (no olvidemos que tirar de la soga es un deporte), con lo cual realizas una serie de movimientos que te permiten canalizar el estrés, la frustración y la ira convirtiéndose en descarga de adrenalina, subidón de endorfinas y sensación de felicidad. Todo tu cuerpo está en tensión en un continuo tira y afloja que hará sin duda que quemes calorías y tonifiques tu cuerpo. Para conseguir la victoria deberás mantener siempre el equilibrio y coordinar tus movimientos con los del resto de tu equipo para no caer o ceder.
Por último, el cerebro está tan alerta como tu cuerpo. Sin saberlo, tu mente realiza cálculos automáticos que te permiten administrar tus fuerzas, controlar los “tira y afloja”, conocer los puntos débiles de tus rivales y crear estrategias en grupo para optimizar el esfuerzo. Como ves, un juego completísimo.
Sí, la verdad es que se merecen un aplauso, una ovación, un homenaje… deben terminar con las manos que mejor no saber. También aquí hay quien juega a pelota (en frontó) y afirma que prefiere sin protección en la mano, porque prefiere tener contacto directo con la mano (y chicas, eh?).
Yo para eso la verdad es que no. En cambio, sí a pala de madera y también ping-pong, etc!
Aunque bueno, como experiencia y recuerdo del momento, claro que hay que vivirlo, vrdd?
qué fotos más chulas, por cierto…! especialmente la de la estatua está genial Eva!
Muchísimas gracias por tus amables palabras, Josune. La verdad es que me alegran y me motivan muchísimo. Francamente, chiquilla, qué mérito tenéis los norteños y las norteñas con esto de las pruebas de fuerza. ¡Admirable! A mí también me mola el ping-pong, jugaba con mi hermano cuando éramos unos pipiolos adolescentes, jejejeje. ¡Menudo pique que teníamos los dos!
Me alegro que te gusten las fotos que elegí. La verdad es que la de la escultura está chulísima.
Muchos besos y abrazos, Josune