Título
Rapunzel de los hermanos Grimm.
Rapunzel nunca ha sido uno de mis cuentos preferidos debido sin duda a que jamás me contaron la historia completa cuando era pequeña. La versión que yo conocía era tan insulsa, y falta de acción y de emoción que se convirtió en relato de un solo día. La cosa era así:
Érase una vez una bella princesa encerrada en una torre por una malvada bruja. La princesa llevaba tanto tiempo encerrada allí que sus cabellos eran muy, muy largos. Un buen día pasó por allí un príncipe que se enamoró de ella y quiso rescatarla. Como el joven príncipe no podía subir a la torre, le pidió a la muchacha que arrojara su larga cabellera por la ventana de modo que él pudiera trepar por ella y rescatarla. Llegó hasta la princesa, mató a la malvada bruja y fueron felices y comieron perdices. Fin.
¡Claro! Con esta versión tan sosa, ¿quién iba a tener interés en volver a escuchar la historia?
Princesas Disney: ¿modelos a seguir?
Después de ver Enredados, la reciente película animada Disney de Rapunzel, descubrí una versión con muchos más detalles y matices que daban más vidilla a la sencilla chica de la torre que yo conocía. Pero como conozco a los de la Disney como si los hubiese creado yo misma, me temía que su versión estaría llena de licencias, omisiones, personajes inventados, azúcar en vena, etc. ¡Cuál ha sido mi sorpresa al descubrir a la Rapunzel de los hermanos Grimm! Efectivamente, el cuento de Rapunzel de la Disney recoge hechos que aparecen en el cuento pero ya sabes, suavizados y modificados para todos los públicos. Además, la Disney dota a la joven Rapunzel de una personalidad algo diferente a la Rapunzel de los Grimm.
“Bueno, es que estamos en otros tiempos, el siglo XXI y hay que adaptar las historias para las nuevas generaciones, con heroínas y mujeres más parecidas a las de hoy y que sean un ejemplo a seguir”- pensarás. Completamente de acuerdo. Sin embargo, es curioso cómo las princesas Disney modernas, dotadas de rasgos del siglo XXI (independencia, valentía, inteligencia…) al final siempre terminan renunciando a todo por casarse, ser felices y comer perdices: la Jane de Tarzán, Mulan, Megan de Hércules… Me llamó poderosamente la atención la adaptación que la Factoría Disney hizo sobre la heroína de cuento Mulan: después de travestirse de soldado para salvar la vida y la reputación de su padre, de alistarse en el ejército, vencer al malo, salvar al emperador y a toda China y ganarse el respeto de todos como mujer, renuncia a un puesto de consejera de la corte real para regresar al hogar junto a su padre y después ser cortejada por “el chico de la película”.
Primero nos enseñan a ser fuertes, valientes, independientes, listas, decididas, dueñas de nuestro propio destino… y al final (que es lo que importa) renunciamos a todo ello para casarnos y pasar de la tutela paterna a la tutela del marido. No me extraña que crezcamos con millones de conflictos internos y problemas de adaptación. ¡Acabaremos esquizoides con tanta contradicción!
¡La Disney ha hecho más daño a las mujeres que la Barbie, el Photoshop y los zapatos de tacón de aguja juntos!
Parece tonto, pero muchos de nuestros problemas vienen desde ahí mismo: de la niñez y de las expectativas que nos creamos como proyecto vital viendo y escuchando estas fantasías que jamás llegan a cumplirse. Cuando nuestra vida no se parece a los de los cuentos de hadas, tendemos a frustrarnos, deprimirnos y estresarnos, porque nuestra vida no es “como debería ser” (como me enseñaron). De ahí mi insistencia en conocer los cuentos en sus versiones más realistas: no para enseñaros que la vida es una porquería y que debemos acostumbrarnos a sus perrerías, sino para verla desde un punto de vista más práctico, cabal y sensato. Es decir, adquirir conocimientos para poder enfrentarnos a los contratiempos con asertividad, con juicio y sin esa pesada carga emocional que puede llegar a destruirnos. En resumen, ser precavido y verlas venir, sin renunciar al hecho de que errar es humano y que de los errores se aprende.
El relato
Verás, lo que más me ha sorprendido del cuento de Rapunzel de los hermanos Grimm no ha sido su crudeza ni su clara diferencia con respecto a la Disney, sino la misma Rapunzel. Ya os adelanto que su final no es tan trágico como el de La Sirenita de H.C. Andersen. En esta versión lo que más nos interesa es cómo enfrentarnos a las múltiples adversidades y no perder jamás la esperanza:
Érase una vez una pareja que deseaba tener descendencia. Cuando por fin la mujer se quedó encinta, empezó a sentir grandes antojos por unas hortalizas que crecían en un jardín vecino, propiedad de una bruja. El antojo de la mujer por comer esas hortalizas era tan grande, que cada día que pasaba palidecía y enfermaba. El marido, entristecido por el sufrimiento de su esposa embarazada, decidió entrar de hurtadillas al jardín vecino y coger los rapunzeles (nombre de las ansiadas hortalizas). Su mujer las comió y pronto mejoró su estado de salud. Cuando el marido volvió a por más, la bruja lo descubrió y se enfrentó a él, acusándolo de ladrón. El hombre, desesperado por la situación, aceptó un pacto mediante el cual podría coger tantos rapunceles como quisiera si a cambio le entregaba a la bruja su bebé nonato en el momento de su nacimiento. Así, la mujer pudo comer rapunceles todos los días pero cuando dio a luz a una preciosa niña, la bruja fui inmediatamente a reclamarla y la llamó Rapunzel.
Cumplidos los doce años, Rapunzel se había convertido ya en una bellísima muchacha. Por este motivo la bruja encerró a la joven en una alta torre en mitad del bosque, aislada del mundo, para que nadie la viera. Todas las mañanas la bruja visitaba a la hermosa joven y le pedía que lanzara su larga melena rubia a modo de soga, con lo que podía trepar hasta lo alto y entrar por la ventana.
Un día, un joven príncipe oye a Rapunzel cantar desde lo alto de la torre y queda cautivado por su dulce canto y por su belleza. Observó detenidamente la torre y vio que no había manera de entrar salvo por la ventana que se encontraba en lo más alto. Días después advirtió cómo la bruja trepaba todas las mañanas usando la larga cabellera de Rapunzel. Esperó a la noche y le pidió a la joven que le dejase trepar por su cabellera para poder conocerla. Al principio la joven se asustó al ver al príncipe, pues era la primera vez que veía a un hombre. El príncipe le confesó su amor y le propuso matrimonio. Rapunzel aceptó sin dudarlo y juntos idearon un plan de huida. El príncipe le traería todas las noches hilo de seda para tejer una escalerilla sin que la bruja lo supiera. Desde esa noche, el muchacho no dejó de visitarla ni una sola vez.
Pasó un día que la bruja estaba trepando hacia la ventana y al llegar a la inocente Rapunzel se le escapó una frase que la condenaría:
– ¿Cómo es posible que me cueste tanto subirte por mi cabellera todos los días mientras que un joven muchacho sube por las noches con tanta facilidad?
La bruja descubrió entonces que el hijo del rey estaba visitando a Rapunzel por las noches. Llena de furia, cortó el pelo a la chica y la abandonó en un lugar desierto, condenada a la miseria. Cuando el joven volvió a la torre, la bruja lo engañó lanzando las trenzas que le había cortado a Rapunzel. Una vez arriba, el príncipe descubrió el engaño y la bruja lo maldijo diciendo que jamás volvería a ver a la joven. Al conocer el destino de su amada, el príncipe se arrojó por la ventana de la torre. No murió pero unas zarzas de espinos se clavaron en sus ojos y se quedó ciego.
Después de buscarla desesperadamente, llorando día tras día, el joven pasó el resto de sus días vagabundeando. Pasaron varios años y un día, hambriento y triste, el príncipe pudo reconocer a lo lejos el canto de Rapunzel. El príncipe la llamó para que fuera a por él. Rapunzel lo reconoció y lo llevó a su humilde casa donde vivía con los gemelos que había dado a luz, un niño y una niña, fruto de su amor. Al ver a su amado en semejante estado, rompió a llorar y sus lágrimas, al contacto con los ojos del príncipe, curaron su ceguera. Regresaron los cuatro al reino y allí fueron felices. FIN
Análisis de los personajes
Bueno, no ha estado tan mal, ¿no? Al final se quedan todos juntos en el reino del príncipe y son felices y comen perdices. No sé a ti, pero a mí me dejó muy mal sabor de boca cuando lo leí. Sí, el final es feliz pero ¿cómo va a superar esa familia todos los traumas, vejaciones y tormentos a los que han sido sometidos? Eso es lo que nunca se cuenta en estas historias. Supongo que los niños lo tienen más fácil porque pase lo que pase, al final son felices para siempre. Los adultos, al menos hoy en día, lo tenemos más complicado a la hora de asumir estas tragedias más propias de las páginas de sucesos. Contad conmigo todos los infortunios: primero, unos padres que aceptan entregar a su única hija a una desconocida, a cambio de unos antojos de hortalizas; el secuestro y cautiverio de una joven cuando alcanza la pubertad, la privación de conocer el mundo exterior, el maltrato hacia la joven y su posterior abandono en la miseria y embarazada; la desesperación de un joven enamorado tras saber que jamás volverá a ver a Rapunzel; la ceguera tras la caída de la torre; el deambular consternado del joven ciego durante años, la tragedia y vergüenza de ser madre soltera… Una desgracia tras otra. Por eso el final deja un regusto amargo en el lector adulto de hoy.
Si los protagonistas del cuento hubiesen vivido hoy en nuestra sociedad, Rapunzel y su marido estarían en tratamiento psiquiátrico, los niños en el psicólogo y los padres de Rapunzel y la bruja estarían siendo juzgados por tráfico de personas, secuestro, continuo maltrato y vejaciones, abandono de una menor embarazada…
Pero los supuestos hechos ocurrieron en una época más antigua y retrógrada. De nuevo nos encontramos con un prototipo femenino atado a la misoginia propia del siglo XIX. La primera mujer que aparece es la madre de Rapunzel que, dominada o trastornada por los antojos del embarazo, la llevan a traicionar a su propia hija. La segunda mujer en escena, la bruja, es una mujer que vive en soledad, es avara, pérfida, capaz de exigir un bebé como pago por unas hortalizas, secuestradora, maltratadora y envidiosa… Además, muestra su egoísmo de forma cristalina al encerrar a Rapunzel en la torre justo cuando llega a la pubertad y es más hermosa que nunca. La bruja pretende que ningún joven la corteje y la separe de ella, pues teme la soledad. Pero al hacerlo condena a la niña a una vida de sufrimiento, sin importarle lo más mínimo. Solo tras conocer sus visitas nocturnas con el príncipe y notar su embarazo la abandona a su surte para no verse manchada por la vergüenza de tener una “hija” deshonrada. Recordad que le corta los cabellos cuando la expulsa de la torre, para humillarla. Ya comenté en el artículo dedicado a La sirenita el significado de la pérdida de la larga cabellera como símbolo de feminidad.
La tercera mujer, más bien doncella, es confiada e ingenua. Esto la conduce a cometer un error y confesar a la bruja sus encuentros nocturnos, enfureciendo a su madre postiza que acaba por abandonarla a su suerte tras averiguar su romance y embarazo.
De todos modos, el primer hombre que aparece en el cuento tampoco es que sea un modelo a seguir: un futuro padre que acuerda con una desconocida entregarle a su única hija a cambio de verdura. El único hombre que está dotado de más atributos positivos es el príncipe. Es amable, comprometido, valiente… pero también peca de ingenuo ya que es engañado por la bruja y termina ciego por no poder enfrentarse a la realidad. Recuerda que se lanzó desde la torre con la intención de suicidarse.
Rapunzel: heroína shakespiriana y “chica almodóvar”
Llegados a este punto, Rapunzel se convierte, en mi humilde opinión, en una auténtica heroína. Tal vez no lo fuera entonces pero lo sería hoy. Rapunzel posee cualidades positivas en una mujer del XIX como la ternura y la bondad pero también algo sorprendente para una mujer de su época: valentía y fortaleza para vivir en la miseria y criar dos niños sola, como madre soltera y sin su padre. Me he llevado la grata sorpresa leyendo este relato de descubrir a una auténtica mujer del siglo XXI o al menos de finales del XX.
Pero aún hay más, pues su amor y su piedad (lágrimas) son capaces de curar la ceguera del príncipe. Esto podría interpretarse de dos maneras: por un lado, la ceguera podría referirse a la depresión de alguien que no conoce el paradero de la única persona a la que ama. Como no puede estar con ella o “verla”, no puede ver nada más de lo que le rodea. Por otro lado, la ceguera del príncipe podría deberse al hecho de que el engaño de la bruja le indujera a pensar que Rapunzel había huido sin él y embarazada de otro. Tras años de dolor, comprende que el amor hacia la joven es más importante que cualquier otra cosa y el reencuentro y sanación de la ceguera simbolizarían el perdón, el triunfo del amor y la esperanza recompensada.
Nunca hay que perder la esperanza y siempre hay que dejar una puerta abierta para el perdón. Después de los errores y de las desgracias, la fortaleza y el amor de Rapunzel consiguen reunir a su familia y tener una vida digna en la corte a partir del reencuentro. La felicidad puede llegar, lo importante es mantener viva la esperanza, no desfallecer, ser valiente y dar importancia a lo que realmente la tiene.
Como comenté en el artículo anterior, estos análisis no son para deprimir al personal o para que pensemos que no deberíamos quejarnos porque la cosa podría ser peor. Todo lo contrario. La realidad, amable unas veces y desagradable otras, es donde vivimos. Mi objetivo es ayudar a todas aquellas personas que sufren por golpes de la vida. Las historias con moralejas, aunque sean algo descorazonadoras, siempre te enseñan algo. De todo se puede aprender y aquí lo prioritario es asumir los errores propios o ajenos y tratar de afrontarlos con la mayor asertividad y pragmatismo posibles. Solo así podremos vencer a nuestros demonios, pues solo son eso: pobres diablos. Nadie está por encima de ti, nadie tiene derecho a juzgarte ni a castigarte moralmente. Tu vida es solo tuya y ¡últimas noticias! Solo tienes una. Tiempo hundido, tiempo perdido; pensamiento ofuscado, tiempo robado. Solo tenemos la garantía de que mañana saldrá el sol tanto para los justos como para los injustos y es la esperanza la que nos mueve a crecer y seguir adelante.
Como le decía la entrañable Dory a Marlin en Buscando a Nemo:
“-Dory: Cuando huye la suerte ¿sabes qué hay que hacer?
–Marlin: No quiero saberlo…
–Dory: ¡Sigue nadando, sigue nadando, nadando, nadando! ¿Qué hay que hacer? Nadar. ¡Sí!“
No dejas de sorprenderme con tus análisis, siempre hemos sabido que los cuentos, relatos, leyendas tienen entre líneas su mensaje, pero tú los analizas, los desmenuzas de tal manera que no sólo le sacas el mensaje, si no que le das más belleza al cuento.
Besitos reina. Me encanta tu blog.
Muchas gracias por tu comentario, Marijose. Me subes la moral y me alegras el día. Te quiero, guapa!