Título
Pintar y colorear


La diferencia está clara en ambos casos. Mientras que en la primera actividad el dibujo y el color dependen de uno mismo, en la segunda estamos sujetos a un patrón, a un modelo ya dibujado que tan solo debemos colorear. En mis primeros años de vida, estas dos actividades eran el pan nuestro de cada día, y no es de extrañar. Son actividades baratas, creativas, nada peligrosas y permiten aprender a utilizar el dedo pulgar opositor al sujetar las ceras o lápices de colores. La diversión está asegurada puesto que, para un niño, pintar y colorear significa: “puedo hacer lo que quiera”. Además, esta tarea es una ventana abierta a la psique de un niño: los dibujos y colores pueden revelar desde timidez o extroversión, hasta tristeza, problemas de adaptación o autismo. Tal es la importancia de esta actividad en las primeras fases del desarrollo cognitivo de un niño.
Eva frente al espejo
Me podía pasar horas y horas delante de los folios, dibujando, coloreando, pintando, imaginando. Los cuadernos para colorear me entusiasmaban porque generalmente estaban llenos de dibujos más complejos, detallados, definidos y bonitos de los que hacía yo por mi cuenta. Además, las ilustraciones eran variadas en su temática (islas del tesoro con barco pirata incluido, una mamá meciendo a su hijo en brazos, una granja con montones de animales, personajes de cuento en sus escenas más famosas…). Pintar y colorear se convirtieron en una actividad más que divertida. En mi caso se convirtió en una necesidad hasta bien entrada mi pubertad.
Sin embargo los dibujos ya hechos dejaban poco margen a la imaginación puesto que, aunque niña, reconocía aquellos bocetos y rara vez atribuía colores y pinturas al azar en los personajes u objetos. Así y todo, en alguna ocasión tenía un día loco y coloreaba al estilo bizarro: una cara morada, manos azules, mar naranja, etc. No sabría decir el porqué de esas esporádicas muestras de “rebeldía artística” pero yo diría que eran hasta necesarias. ¡Ah! Recuerdo que a medida que crecía y adquiría mayores habilidades pictóricas, me volví una “neurótica” (supongo que la educación escolar tuvo algo que ver), y siempre pintaba y coloreaba todos mis dibujos, propios o de cuadernos, sin salirme de las líneas que delimitaban las figuras. Esto no tenía importancia a los cuatro o cinco años, pero sí tenía consecuencias a los seis, siete u ocho años de edad porque cuando me salía de las líneas, las maestras mostraban desaprobación e incluso te hacían repetir el trabajo.
Eva al otro lado del espejo
En el dibujo libre, y lo digo por experiencia propia como docente, algunos niños no desarrollan ciertas habilidades al mismo tiempo que otros compañeros. Hay niños que desde bien pronto saben y tienen clarísimo qué quieren dibujar, colorear o pintar mientras que otros necesitan una “ayudita” nuestra: “dibuja un barco en el mar”, “dibuja a tu familia”, “dibuja el parque donde juegas”… Y algo parecido ocurre con los patrones donde solo hay que colorear. Hay niños minuciosos y, generalmente más lentos, que jamás se salen del contorno, no dejan espacios en blanco y siempre usan colores que se ciñen a la realidad de los objetos; y también los hay que, bien por terminar antes o bien porque la actividad en sí es poco motivadora para ellos, suelen salirse de las líneas, pintan “dejando muchos huecos” y no son muy exigentes con los colores. Les puede más el afán competitivo de: “¡Seño, ya he terminado!” o, sencillamente, creen que no es necesario esforzarse tanto o dedicarle más tiempo a una actividad como esa. También os digo que depende mucho del tipo o temática del dibujo: cuando había que hacer dibujos navideños, a ninguno le entraba la prisa (jeje).
Hace unos años tuve una experiencia muy curiosa con un alumno de tercero de infantil (entre cuatro y cinco años): cuando repartía las fichas con dibujos ya elaborados, todos se ponían inmediatamente a trabajar, a compartir las ceras de colores, a copiarse… pero este niño no hacía nada. Se quedaba mirando fijamente el dibujo o escudriñaba lo que hacían sus compañeros. Como yo era “la seño” nueva ese año, no me explicaba que el niño más espabilado, hablador e inteligente que tenía en mi clase se quedase tan parado ante una de las actividades más entretenidas. Al principio lo atribuí a la vagancia: tal vez no le gustaba la actividad y se negaba a realizarla. Cuál fue mi sorpresa cuando, al hablar con la psicóloga del centro, me enteré que el portentoso niño sufría un extraño bloqueo a la hora de dibujar y pintar personas con objetos o escenas con muchos elementos. La solución era bien sencilla: solo debía indicarle qué parte tenía que pintar primero, y la siguiente, y la siguiente… El orden no importaba. El caso era marcarle un segmento diferenciado y él mismo elegía el color que más le gustaba. Poco a poco dejó de necesitarme y actuaba de manera autónoma. Pintaba rápido y sin mucho esmero, pero lo hacía solo.
¿Se nos acabó la imaginación de tanto usarla?
De eso nada. ¡Tenemos imaginación para dar y vender, señores! Quizás el problema es que esté algo oxidada por culpa de hacer siempre lo mismo o por pereza. La libertad creativa debe volver a nuestras vidas. Muchas personas se apuntan a clases de dibujo y pintura para adultos. Se ha convertido en una actividad muy de moda y, según fuentes fiables (mi tía Glori), estas clases se han convertido en una vía de escape totalmente necesaria en su vida: realiza una actividad por ella misma y para sí misma, y además le proporciona mucha satisfacción. Estos cursos se suelen ofrecer en los ayuntamientos de pequeños pueblos, asociaciones de amas de casa, de amigos de la cultura, etc. de manera que suelen ser bastante asequibles para el bolsillo y yo te recomiendo esta actividad sin lugar a dudas.
Ahora bien, la finalidad de este blog es ofrecerte terapias alternativas usando los juegos de los niños. Es por esto que me voy a centrar en el dibujo y la pintura libres sobre folios y en los cuadernos para colorear.
No es por hacer propaganda, pero son muchos años trabajando con niños, observando y comparando calidad-precio de los materiales. No obstante, (y como no es obligatorio), usa el material que más te convenga o el que tengas a mano. No descarto las témperas para los más mañosos con el pincel o para los más naturistas: los que reivindican pintar “a pelo” aunque tengan que pringarse las manos (jeje). Colorear y pintar con tus propias manos o pies puede resultar una gran experiencia sensorial, altamente recomendado para una fusión visual y anatómica más estrecha.
Lo único que tienes que hacer para disfrutar de este juego es sentarte cómodamente y colocar el material que vas a utilizar sobre una superficie lisa. También puedes hacerlo en el suelo, pero teniendo en cuenta que ya no tenemos seis años, quizás sea un pelín incómodo (jeje).
¡Somos libres!, ¡Somos libres! ¿Somos libres?
Si piensas hacer dibujo libre, con unos cuantos folios, libreta, cuaderno de dibujo (papeles en blanco, claro está) y el tipo de lápices, gomas y colores que elijas, será más que suficiente. Dibuja lo primero que te venga a la mente y coloréalo. Si te bloqueas y no sabes qué dibujar, aquí va otro
No hay que ser fiel a la realidad, ni mucho menos. Si quisiéramos realismo, sacaríamos una fotografía, ¿no? El objetivo principal es que intentes sacar de dentro todo lo bueno y malo que hay en ti y para eso es preciso dibujarte a ti mismo y a la gente más cercana a ti: padres, hijos, amigos, compañeros… Dibújate en escenarios cotidianos, en situaciones que te gustarían que ocurrieran o que hubiesen ocurrido, recuerdos felices, fantasías… Por ejemplo, puedo dibujarme a mí mismo volando a lomos de un dragón que arroja fuego por sus temibles fauces al grito de: “¡Dracarys!” y arrasar a todos mis enemigos con el fuego de la venganza. (Los frikis de Canción de hielo y fuego saben de lo que hablo). Aquí estaría expresando un fuerte deseo de poder y libertad para impartir mi propia justicia sobre aquellos a los que temo, detesto o aborrezco. Por tanto, podríamos afirmar que, a través del dibujo, hemos dejado al descubierto un deseo oculto, íntimo y secreto (o no tan secreto) de nuestra mente: ansias de libertad y poder plantar cara a mis “demonios”. Aquí tendríamos un buen ejemplo de la famosa catarsis griega: purificar nuestra alma, desahogarnos, a través de una actividad reconfortante y que suple una carencia personal. Puedes incluso permitirte el lujo de dibujar aquello que te hace daño o que detestas (personas o situaciones) y destruirlos como te plazca: rómpelos, haz una bola, tíralos a la basura o, ¿por qué no? ¡Pégales fuego!
Mundos para pintar y colorear
Los hay de todo tipo. Los temáticos se centran en escenarios concretos como la granja, la ciudad, el mar, la montaña, deportes… También existen los cuadernos que cuentan un cuento popular (Caperucita roja, La Cenicienta, El sastrecillo valiente…) o incluso sobre dibujos animados de moda. Elige el que más te llame la atención, por supuesto.
Una vez en tu lugar especial de soledad y tranquilidad, con tu cuaderno y tus colores, comienza a pintar sin más. Recuerda que, para que esta actividad tenga un efecto positivo sobre ti, es recomendable dedicarle todo el tiempo necesario, olvidarte de las prisas y colorea intentando no salirte de los bordes del dibujo. La elección de los colores ya es cosa tuya. Lo más lógico es que optes por colores fieles a la realidad, dado que, como adultos que somos, estamos acostumbrados a las representaciones pictóricas fotográficas. No obstante, yo te animo a probar en alguno de los dibujos de tu cuaderno, pintar de manera bizarra, ilógica, con colores que no se corresponden a la realidad de los escenarios, personajes u objetos. ¡Es toda una experiencia!
Como alternativas un poco menos infantiles, te diré que existen otras opciones más adultas para realizar el mismo tipo de tarea: por un lado y desde hace bien poco, se están publicando cuadernos para colorear para adultos. Es lo más trendy ahora mismo para colorear y pintar. La única pega es que me temo que estos cuadernos tan a la última solo se comercializarán en FNAC o El corte inglés. Por otro lado, tienes otra opción bastante más barata y a mano: mandalas. Los mandalas son una serie de dibujos de base circular, de origen milenario y que representan figuras geométricas y simbólicas de la tradición budista e hinduista (ideal para relajarse). Resultan un tanto más complicadas y requerirán tu concentración absoluta pero verás cómo merece la pena tu dedicación: te ayudarán a relajarte y a desconectar de todo. En el blog de esvivir he encontrado un artículo interesantísimo acerca de las bondades de colorear mandalas.
Puedes encontrar muchos más en la opción “Imágenes” de tu buscador. Así los podrás imprimir.
“La pintura es un estado del alma”
Verás, los beneficios de estos juegos creo que están bien claros por los comentarios que te he ido haciendo a medida que te describía las diferentes formas de desarrollar estas dos actividades. No obstante, me gustaría añadir que, a través del dibujo libre comunicamos y expresamos ideas o sentimientos que difícilmente podríamos expresar con palabras: es el arte pictórico. Por supuesto, los problemas, la rutina y el estrés quedan aparcados cuando nos centramos en una actividad que nos exige creatividad o concentración; así que el dibujo y la pintura me aíslan, me protegen o me elevan de la realidad. Si tienes problemas de agresividad o nerviosismo vas a agradecer mucho tu trabajo con los dibujos libres y cuadernos para colorear. Canalizarás toda esa rabia a través del papel y los que están a tu alrededor también te lo agradecerán. Por otro lado, y como dice mi tía Glori, pintar y colorear es una tarea que le reporta sosiego, desconexión de sus problemas diarios y mucha satisfacción al ver cómo progresa y mejora día a día su técnica y estilo. Pocas actividades son tan creativas e imaginativas como el dibujo y pintura libre y los cuadernos para colorear, una ventana abierta a tu psique. Te ayudan a valorar la cultura y el arte pero, por encima de todo, te divertirás, te liberarás de muchas cargas psicológicas, te conocerás, y te sentirás mejor contigo mismo.