Título
Paso 5: ¡Al agua patos!
“A l’estiu tot el món viu” (En verano todo el mundo vive). Este es sin duda mi refrán favorito: es alegre y optimista. El verano es la mejor estación del año porque efectivamente todo el mundo vive y revive tras el letargo invernal. Los niños pronto disfrutarán de sus bien merecidas vacaciones (y sus profes también ). Con toda seguridad tú también tendrás vacaciones de verano o, por lo menos, algo de tiempo libre para realizar actividades al aire libre en compañía de tu familia y tus amigos. Lo más lógico para refrescarte es ir a la piscina o a la playa; pero como soy consciente de que no todo el mundo tiene la playa cerca, nos centraremos en las piscinas públicas, que suelen estar más a mano. ¿El paso 5 para ingresar en el Club de los Sin-Vergüenzas? Un buen chapuzón en la piscina. Así que supera el reto del CSV y… ¡Al agua patos!
¡Ay! ¿Te acuerdas? Aquellas tardes veraniegas en la piscina con tus amigos, con ocho o diez años, sin preocupaciones, sin horarios y ante todo, sin complejos. Yo hasta recuerdo haberme bañado en alguna que otra acequia de agua trasparente. Ninguno se fijaba en el bañador de nadie, desconocías el significado de “michelín”, “cansado” o “no me apetece”. Solo jugabas dentro del agua: nadabas como loco para pillar a tus amigos, dabas volteretas, hacías el pino, buscabas cosas en el fondo, te tirabas de bomba o desde el trampolín, hacías carreras… Sin vergüenza, sin manguitos, sin gafas de buceo, ¡ahí a lo loco! En una palabra: feliz. ¿No lo echas de menos? Yo sí.
¿Qué te pasó, nano? ¡Tú antes molabas! ¿En qué momento dejaste de hacer aquello? “Son cosas de la edad”-pensarás. ¡Ojo! De la edad, no de la vejez. ¿Acaso somos viejos? ¡Qué va! Conforme cumplimos años nos creemos el cuento de que ya no tenemos edad o ganas para hacer algo “infantil” o “gamberro” en público. ¿Por qué lo sé? Porque yo era una de ellos. La edad no debería ser una excusa para no divertirse en la piscina, al fin y al cabo, muchos de nosotros hacemos deporte: bicicleta, natación, running, paddle, partidito de fútbol con los colegas… En compañía y hasta en público.
¡Ah! No pienses ni por un segundo que las estaciones NO veraniegas te van a librar de hacer el salvaje en el agua… Siempre hay alguna piscina cubierta o climatizada por los alrededores que te permitirá hacer algún que otro tirabuzón cuando no se estén impartiendo cursos de natación para bebés o aquagym para señoras.
¡Apartaos que voy!
¿No te sientes más libre para hacer el tonto cuando vas a un lugar de baño en donde nadie en absoluto te conoce? Si alguna vez has estado en un parque acuático, creo que la cosa cambia un poco con respecto a sentirse ridículo en público, principalmente porque ese público está formado por cientos y cientos de personas que no conoces ni te conocen de nada. Eso facilita las cosas. El anonimato te permite hacer casi de todo, especialmente si tienes una buena moto para salir pitando.
Una vez al año me permito el lujo de pasar el día en un parque acuático. Una es así: de vez en cuando me gusta darme algún caprichillo. Casi siempre nos reunimos los mismos: mi marido y todos sus hermanos, y yo. Durante todo el trayecto en coche hacia allí, no paro de decir: “¡Uf! Este año nada de hacer la cabra. Toallita y, como mucho un baño en la piscina de olas”. Mi marido y mis cuñados ya ni me escuchan. ¿Por qué? Porque en cuanto llegamos y dejamos todos los trastos en el césped, se conoce que me posee el espíritu de alguna difunta sardina, me pego la arrancada, y casi nadie me ve el pelo hasta la hora de irnos, solo rumores. Es que me vuelvo loca de verdad
: no hay atracción lo bastante infantil, ni lo bastante alta, ni lo bastante peligrosa, ni lo bastante atestada de gente en la cola que me impidan subirme a todos los trampolines y tubos de la muerte. Alguno de mis cuñados o mi marido se unen a mí pero se cansan enseguida o les entra el canguelo al ver la altura de algún trampolín. Aun así, son adultos y se desmelenan.
Mi teoría: nadie te conoce y por eso todo te da igual. Mi fe en esta teoría se debe a que, cierto año (aún no conocía a mi marido), me subí con una amiga a esa atracción en la que te dan un flotador gigantesco doble, parecido a dos donuts pegados. Nos tiramos las dos, sentadas en nuestros respectivos agujeros del donut y completamente despatarradas (dignidad, ante todo, dignidad). Caíamos a toda velocidad por un túnel cubierto, resbaladizo y sinuoso. Ninguna de las dos podíamos para de gritar y reír en la oscuridad. Era divertido hasta vomitar aunque no veíamos un pimiento. Llegamos al final del túnel y caímos en la piscina descubierta. Pasamos el donut a otros aventureros y traté de salir de la piscina como pude, porque el mareo te impide andar decentemente. Una vez fuera, ayudé a salir a mi amiga.
Mientras yo me escurría el pelo, oí: ¡Eva! ¡El bañador! Mi amiga tenía los ojos fijos en mi culo. Me giré como pude para verme y… ¡la Virgen! Se ve que se me había enganchado el bañador en alguna de las tuercas que unen los tubos y tenía tres agujeros justo ahí. No tenía otro bañador para cambiarme pero me dio igual. Me pasé todo el día por ahí con mis tres agujeros de aire acondicionado en el pompis ¡y santas pascuas! Como he dicho anteriormente, creo que este comportamiento impúdico mío en los parques acuáticos se debe a que nadie me conoce y me da igual lo que piensen porque no los voy a volver a ver jamás. De hecho, solo me comporto así en lugares donde sé, a ciencia cierta, que nadie me conoce, generalmente otra ciudad o continente o planeta.
El ritual
Pero voy a volver a la cruda realidad que nos rodea a ti y a mí cuando acudimos a una piscina municipal donde, no solo hay mucha gente, sino gente que probablemente conoces y te conocen. ¡Si es que te estoy viendo! Después de aterrizar en el recinto con tus bártulos, y probablemente también con los de tus hijos, o colocando la toalla junto a la de tu marido o amigos. Después de mostrarte en toda tu gloria, más o menos a gusto con tu cuerpo, y de embadurnarte con el necesario protector solar, empiezas a sudar y a plantearte seriamente lo de meterte en el agua.
Te levantas, te ajustas el paquetillo o culete, metes tripa (no digas que no, que es que sí) y te diriges hacia la inevitable y temida ducha. Pero tú aguantas aquella tortura (obligatoria) de la manera más digna posible (con los hombros encogidos, marcando chepa y dando saltitos). A continuación protagonizamos uno de los rituales más extraños que puede hacer una persona, después de haberse dado una ducha de agua medio congelada. ¡Atención! Nos acercamos al borde de la piscina, miramos hacia abajo y metemos la punta del pie para comprobar la temperatura del agua. ¡Increíble! Después de la ducha de agua fría que nos acabamos de dar, que se te ha encogido el pirulí o se nos han puesto los pezones como los cuernos de un miura, creemos que el agua de la piscina aún puede estar más fría. ¡No puede estar más fría! ¡Eso es imposible! ¡Lo único más frío es un manguerazo de agua a presión en Guantánamo!
Por fin convencidos de que la temperatura del agua de la piscina es mejor que la de la ducha, nos dirigimos a las escalerillas más cercanas y bajamos peldaño a peldaño, despacio, que eso resbala como un demonio ¡y ya está! Nos quedamos flotando como un nenúfar y nos acercamos al borde de la piscina para sujetarnos allí con las manos y tener los pies apoyados sobre el peldaño. Algunos hasta se quedan de pie en la zona que no cubre y, cuentan por ahí (hay gente que afirma haberlo visto) ¡que hay algunos locos que nadan y todo! Las autoridades aún no lo ha confirmado y hay serias dudas al respecto. Lo que sí está comprobado (tenemos las imágenes) es la postura “bolsita de té” o “el fartó”: nos metemos en el agua donde no cubre, damos tres saltitos con la punta de los pies cuando tocamos el suelo y nos quedamos inmóviles, flotando, de cháchara con algún amigo, dando saltitos para desplazarnos, ¡como si se tratase de una infusión o de un vaso de horchata!
Bromas aparte, esto es así. Todos lo hemos hecho alguna vez. Ni lo niegues, ni te avergüences porque no eres el único. Somos esclavos de los ojos que nos miran, nos conocen y nos juzgan, de los convencionalismos y de la pereza.
Sin-vergüenzas de profesión
Esto son palabras mayores. He aquí una muestra de mi documental sobre “vida salvaje” que realicé durante una de mis expediciones. Trata sobre el comportamiento de los niños en libertad, dentro de su hábitat natural.
¡Ay, los niños…! Yo los observaba correr de un lado a otro del recinto, huyendo de los consejos, advertencias e incluso amenazas de sus padres: “¡no corras descalzo que eso resbala!”, “¿aún no te has terminado la merienda?” o “¡como no salgas ahora mismo del agua, nos vamos y te dejamos aquí…!” (La última es la mejor). Incluso a veces se llegaba a oír un: “pues vale” del niño mientras les daba la espalda y seguía jugando. Nada detiene a un niño en la piscina, salvo los socorristas.
¿Habéis observado con atención el comportamiento de los críos allí? Son el retrato ideal del ser humano antes de que la vida le pase por encima, con sus obligaciones, responsabilidades, cadenas, prejuicios… Son sencillamente libres, libres de todo: se hacen amigos inmediatamente de cualquier otro niño desconocido, expresan sus sentimientos abiertamente y reciben las críticas malhumorándose y enfadándose sin más, porque es lo lógico. No fingen, juegan de cualquier modo y no le temen a nada. Se tiran a la piscina saltando de cualquier manera: de pie, de cabeza, de bomba, haciendo piruetas, poniendo caras y posturas raras en el aire… ¡Un show! Compiten por todo: a ver quién nada más rápido, a ver quién se tira mejor del trampolín, a ver quién aguanta más tiempo la respiración bajo el agua…Estos sí que son Sin-vergüenzas de ¡Al agua patos!
La naturaleza nos hizo el regalo de ser niños y después nos lo arrancó de las manos, convirtiéndonos en adultos. Solo los nuevos niños pueden hacernos ese regalo de nuevo. ¿Cómo? Aprendiendo de ellos todo lo que un día nosotros también supimos y que se nos olvidó. Nosotros educamos a los niños para que aprendan a vivir en sociedad, los preparamos para que puedan sobrevivir solos a la edad adulta. Pero ellos también nos enseñan a diario que solo siendo niño puedes ver y descubrir las cosas por primera vez, admirarlas en su simplicidad o complejidad. La vida no tiene calendario ni relojes y el presente es lo único que existe.
Te desafío a que solo por un día, intentes vivir una jornada de piscina así. ¡Tírate a la piscina! No es necesario que corras de aquí para allá o que compitas en rapidez. Solo nada a tu aire (al estilo perro si hace falta). Ponte panza arriba y flota sin más. Tira algún objeto que se hunda (no muy grande ni peligroso) y bucea un rato para encontrarlo. Si eso es poco para ti y necesitas más acción, prueba a dar volteretas bajo el agua, hacia delante o hacia atrás. ¡La sensación es indescriptible! También puedes acercarte a la zona que menos cubre (más o menos a la altura de tus axilas) e intentar hacer el pino. Parece irrealizable pero créeme, no lo es. Yo lo intenté, lo conseguí… y repetí. ¡Y encima me encontré una moneda de cinco céntimos!
Y para los amantes del riesgo, tenemos el mejor antídoto para vencer la vergüenza y, además, pasarlo en grande: los saltos libres de piscina. No hace falta que empieces por lo más difícil. Primero te tiras de pie, puedes intentarlo también de cabeza, luego otra vez de pie pero haciendo una postura graciosa en el aire (como una foto congelada), también saltar y girar al mismo tiempo y, para los más temerarios… ¡Lo mismo pero desde el trampolín! Por último…. a lo mejor no debería recomendártelo… Es demasiado arriesgado… Muchos lo han intentado y fracasaron en su empresa, pero los que lo consiguieron… fueron héroes. ¡A la porra! Si te preguntan, yo no sé nada. ¡Tírate a la piscina de bomba y salpica a todos los que estén a un radio de cinco metros! Verás qué caras se les quedan a tus hijos, amigos, pareja, padres… Solo por eso ya vale la pena hacerlo. Para que todo parezca más sencillo, realiza estas acrobacias con gente de tu confianza y que están dispuestos a compartir un día de piscina memorable a tu lado.
Efectivamente “el cachalote” es un truco sencillo y de lo más elegante si quieres gastar una broma a tus amigos. Te lo sugiero si eres uno de esos a los que les gusta vivir peligrosamente (un rebelde sin causa), o si quieres ser el centro de atención por un día y hacer las delicias de pequeños y grandes. Una performance de buen gusto e inolvidable. Y como una imagen vale más que mil palabras, ahí te dejo un esquema del ejercicio. Yo prefiero llamarlo “el Shin Chan”.
Opcionalmente, siempre podrás acompañar la acrobacia con un pedo y así el espectáculo gana mucho.
Tengo agujetas o la resaca
“Ay, Eva. ¡Qué malito estoy y qué poquito me quejo! ¿Pero qué me has hecho hacer? Me duelen hasta los pelos del cu. ¡Suficiente! No seas quejica que no hay para tanto. Si has pasado un día de piscina como un niño, a lo loco, como si no hubiera un mañana, ¡enhorabuena! Tienes agujetas o “resaca piscinil” (palabro mío, patente en curso). Sin darte cuenta, has estado realizando ejercicios que no hacías desde… ¡a saber! Y ahora tu cuerpo está respondiendo. “Pero mi hijo está dando saltos”. Sí, es que los niños son “pezabras” (mitad peces, mitad cabras), pero tú y yo somos “perrotas” (mitad perros, mitad marmotas). Patentes en curso. Estoy pendiente a ver si los de la R.A.E. empiezan a aceptar mis nuevas palabras. Tengo muchas pero no me cogen el móvil. Se conoce que allí aún funcionan con telégrafo.
En resumen, con estas propuestas vas a conseguir tres premios: 1) vas a conseguir tener menos vergüenza. Tal vez no seas capaz de subirte al trampolín y tirarte al grito de “¡agua ‘pa mi cuerpo serrano!” Pero no podrás negar que vivir la piscina como un niño tiene sus ventajas: más que como un majareta, la gente debería verte como alguien sano y sin complejos; 2) vas a hacer ejercicio jugando. A lo mejor ya practicas ejercicio pero no como este. Aquí tienes que esforzarte más para llegar del “punto a” al “punto b”: en el agua nos cuesta mucho más movernos por la resistencia que esta ofrece y nuestro cuerpo debe hacer más fuerza para desplazarse. Además, la sensación de que eres ingrávido y, por tanto más ligero, te permitirá hacer movimientos en el agua que no podrías hacer en tierra firme, como volteretas o el pino. No olvides que cada vez que saltas, tus músculos se tensan y haces un gran esfuerzo abdominal. Por último, dentro del agua tus articulaciones no se van a resentir porque no hay impacto sobre ellas; 3) vas a pasártelo en grande con tu gente, jugando. No hay nada como fingir que no existe nada más que el aquí, el ahora y el contigo para disfrutar plenamente de lo que te rodea: sin tapujos, sin vergüenza y sin complejos. Como un niño de verdad.
“¡Yo soy así, no estoy loco, sino vivo! ¡Quiero dejar de sentirme incómodo en lugares públicos, quiero olvidar el “qué dirán”, quiero dejar de tener miedo a hacer el ridículo, quiero dejar de acobardarme por todo y no ser yo mismo! ¡Quiero ser el dueño de mi vida, quiero hacer algo espontáneo, algo grande, quiero ser libre!”
Apodérate de estas palabras. Piensa, por un solo instante, cómo sería tu vida si verdaderamente fueran tuyas y de nadie más. ¿Puedes verlo? Pues ahora deja que salgan de tu mente y que se metan de lleno en tu vida. De ser así, habrás superado con éxito el paso 5 para ingresar en el club de los sin-vergüenzas con un buen chapuzón en la piscina y un realizando un magnífico ejercicio cardiovascular. ¡Al agua patos!
Ya me alegro que te haya inspirado y recordado otra temática, la de la fiesta o momento de la espuma, jeejee, tod@s o práctimamente una mayoría hemos ido, y no se nos olvida fácilmente, ¿por qué será?!
Y sí, no pasa nada, Eva, q se lleve otro bikini de repuesto, si hace falta nos hacemos con una toalla con bolsillo y así plan perfecto!
bss
Hola Eva!
Me ha encantado tu blog, el contenido tan atrayente con el que me identifico, y el modo en el que escribes. Las imágenes también son super acertadas!!
Ahora que estoy con el pie enyesado-15 días-, y me he puesto a mirar beneficios de saltar a la pata coja, tal cual ando en casa, y no sé cómo he dado con tu página, y tus magníficos posts.
Pues a este post, decir que sí hay que añadirle ese punto de desinibición, de cuando en cuando!
Lo que he experimentado en relación a ello, a mis 28 años, es:
– Irme a una fiesta de la espuma el verano pasado, una vez que terminé todo un largo de proceso de obligación y quehaceres. Terminé a principios de agosto, y al de un par de días me propuse ir sí o sí a una actividad de gran encanto y de esas que te hagan revivir la vida: la fiesta de la espuma! era en un pueblo, que cogiendo el metro me podía dirigir en pocos minutos. En la actividad solo me encontré a niñ@s, sus padres, y algunos monitores y encargados de gestionar la actividad, pero disfruté como nunca….! no sólo por los márgenes, sino yendo al centro como una más. De verdad que lo necesitaba, y me quedé más que satisfecha, jeje, como una niña!
– Este agosto, después de acabar con ciertas cosas y viendo esa necesidad de desahogo, me fui con la bici a hacer recorridos por caminos de este vehículo. Pero el querer ir más allá, el calor del deporte, y las tentaciones de otras voces de “¿y si…?” hicieron que ocurriera, jeje: cogí un desvío y en una zona de géisers de agua…no lo dudé más y me metí en ellos con bici incluida, jeje, en remojo hasta que me calé entera, deportivas, pantalones, camiseta..todo con una risa interior, y con todo, seguí la ruta en bici disfrutando del refresque previo! 🙂
– En un parque acuático de este verano no pude resistirme más, y sn frenarme, hice todo el circuito por muy infantiles que parecieran las alturas de algunos tobagones. Estuvieron todos fenomenal, hasta las caídas al agua!
Esas son las aportaciones,
saludos, y a seguir por el buen camino!
¡Hola Josune!

Estoy encantada con tus comentarios. Eres la viva imagen de La Ciudad Esmeralda: alegre, desinhibida, entusiasta…vamos, ¡una tía echá pa’lante!”. Oficialmente ya eres miembro honorífico del Club de los Sin-vergüenzas.
Me han encantado tus anécdotas, sobretodo la de la fiesta de la espuma. ¡Lo que daría yo por volver a encontrarme en una de esas fiestas veraniegas!
Las excursiones al parque de atracciones son una gozada y, una vez perdida la vergüenza, eres capaz de todo: desde la atracción más infantil hasta el tobogán de la muerte… Lo dicho en “Al agua patos” es cierto, nunca voy a Aquarama sin un bikini de repuesto jajaja.
Gracias por tus comentarios y tus vivencias, me has alegrado el día chica. También debo agradecerte eso de la fiesta de la espuma porque me has dado una idea para otro post. Si lo escribo, te lo dedicaré reina.
Besos.
Un abrazo fuerte Josune