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Paso 2: canta y baila (en casa) para perder la timidez.
“La gente me señala, me apunta con el dedo, susurra a mis espaldas y a mí me importa un bledo”. ¡Qué grandes y acertadas palabras de la gran poetisa Alaska! No, no te rías que esto va en serio. Grábate a fuego esta famosa canción-himno de los ’80 que encierra toda una filosofía y un modo de vida dignos de respetar: el individuo es libre de decidir sobre su propia vida, dejando de lado las convenciones sociales de “otros que no son yo, ni están en mi piel” y, que en el fondo, son esclavos de las opiniones ajenas. Perdona si ha sonado un poco a clase de ética pero la realidad es así. El segundo paso para ingresar en el club de los sin-vergüenzas se basa en utilizar la música para cantar y bailar en playback o karaoke (en casa) para perder la timidez.
¿Recuerdas cuando de pequeño o adolescente, te plantabas frente al espejo y ensayabas caras y posturas y hasta fingías que cantabas y bailabas como una estrella del pop? ¿Recuerdas la vergüenza que te entraba si tu padre o tu madre irrumpían sin previo aviso en tu cuarto y te pillaban siempre en tu postura más bochornosa? No sé por qué pero a mí me ocurría constantemente.
Me ponía la música a tope en mi cuarto y claro, eso anulaba completamente mi “sentido arácnido detector de padres aproximándose”. Entraba generalmente mi madre, de golpe, sin avisar (porque una madre no necesita una excusa para invadir tu cuarto) y justo en ese instante se producía uno de los momentos más absurdos que puedan vivirse entre progenitor y vástago. Yo saltaba como un resorte e intentaba disimular de la manera más torpe que puedas imaginar: hacía como que buscaba algo, como que ordenaba cosas o como que me peinaba. Todo eso con la cara colorada, sudando como un pollo y encima de la cama. Mi madre, que es madre pero también ha sido adolescente, se quedaba mirándome como si no supiera lo que yo estaba haciendo y aún me avergonzaba más: “¿Qué hacías?” Y yo: “Nada”. Y mi madre: “Apaga la música y a cenar”. Y yo: “Vale”. Toda esa conversación en menos de tres segundos. Yo apagaba el radiocasete muerta de vergüenza y mi madre daba media vuelta y salía del cuarto partiéndose de risa, seguro.
Muchos años después, sigo haciendo de las mías en casa y, cuando mi marido me pilla y pregunta: “¿Qué haces?” Yo me río y le respondo: “¡Cantar y bailar como si no hubiera mañana!”
“Queréis la fama, pero la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar…con sudor”
Sin duda, esta es la frase de la televisión que más me ha marcado y fascinado desde niña. Su carácter sentencioso y serio, la provocación al alumnado y la idea del sudor como metáfora del sacrificio tan grande que debían hacer para alcanzar el éxito… ¡Es que se me siguen poniendo los pelos de punta! Además, Lydia, la profesora de ballet, la pronunciaba con ojos desafiantes, muy seria, con actitud de sargento. Sentada en una esquina y marcando cada palabra con su vara. Sus palabras se dirigían hacia sus recién llegados alumnos y dejaban bien claro que aquello ni era un camino de rosas ni una empresa para débiles… ¡Me encantaba oírla! Era pura motivación y desafío.
Hoy voy a intentar que des un paso más en tu camino hacia la liberación. Quiero que tú también consigas sentir esa confianza en ti mismo, esa comodidad y felicidad que afloran cuando el sentido del ridículo queda aparcado. Estas son mis propuestas para ti: canta y baila en playback o karaoke. De momento y como siempre, mi primera recomendación es que empieces a poner en práctica las terapias en solitario y en la intimidad de tu casa. Si esto lo tienes más que superado, no dudes en buscar un local donde puedas cantar a pleno pulmón y desatarte con tus amigos y con público. Si este no es tu caso, volvemos a la intimidad de tu hogar. El temido qué dirán, qué pensarán, creerán que soy un bicho raro, que estoy loco, espero que nadie me vea… Todos esos miedos son normales y hasta comprensibles. Pero ahora olvídate de todo eso porque estás a salvo en tu casa y disfrutando de un momento privado, solo tuyo. ¿Tienes radio en casa? ¿Algún tipo de reproductor? ¿Mp3 o móvil con auriculares? Seguro que sí. La tarea es sencilla: ponte canciones que te gusten, en alto o con los auriculares, e intenta cantarlas en playback (solo moviendo los labios) o canta tú mismo al mismo tiempo que cantan en la canción y además, márcate un buen baile y ¡mueve ese cuerpo serrano que dios te ha dado! Como decía mi abuela, “para que se lo coman los gusanos, ¡que lo disfruten los cristianos!”.
Volviendo al punto de partida, recuerda que estás solo, nadie te ve. Entonces, ¿por qué sigo teniendo vergüenza? ¿Por qué me siento ridículo? Porque en realidad sí hay alguien observándote: TÚ. Sin saberlo, eres tu peor enemigo. Te ves desde fuera, como si tú mismo fueras otra persona y te estás juzgando de la misma manera en que tú crees que lo harían otros en la calle o en cualquier lugar. Tú te acabas de convertir en “los demás”, en el “qué dirán”. No puedes hacerte eso a ti mismo, es insano. Así jamás serás libre. Date una oportunidad y por una vez, actúa. Imagina que eres la persona que canta: imita, ponle sentimiento, alegría, energía, pesar… Eso depende de la canción. Si cantan en otro idioma y no entiendes muy bien lo que dicen, te lo inventas. Así de sencillo. No estamos aquí para aprender idiomas, sino para que te dé igual.
El ejercicio consiste en liberar al artista que llevas dentro, al cantante, al bailarín, al actor. La guinda del pastel es la coreografía, el baile que tú le pones a tu música. Baila siguiendo el ritmo, gesticula interpretando sentimientos y déjate llevar por toda la casa. Atrévete a disfrazarte o maquillarte para hacer que la magia fluya en tu escenario. Utiliza cualquier objeto que tengas a mano para hacer tu actuación más realista: una botellita de agua como micrófono, una escoba o raqueta como guitarra… Y llegados a este punto, no me queda más remedio que mostrarte, con la auyuda de Tom Cruise en la película Risky Business, qué quiero que consigas. Sube el volumen y deléitate viendo a un jovencísimo Tom Cruise en una de las escenas más míticas del cine: cantando y bailando en gayumbos, solo en casa y aprovechando que sus padres no están.
¡Por cierto!, ¿Alguna vez has visto imágenes de uno esos concursos en el que los concursantes deben hacer como que tocan una guitarra pero sin guitarra? Sí,sí, rollo “Guitar Hero”. Se llama “guitarra flotante o invisible” y se celebra cada año. Los participantes no solo deben ser creíbles en su habilidad con la guitarra invisible, sino que además, se valora y puntúa la expresión corporal. Si no lo conoces, puedes visitar este enlace y flipar viendo en acción a un auténtico profesional del sector. Si después de ver a este portento de la guitarra flotante no te lanzas, yo ya no sé en qué creer.
Así que ya sabes que no estás solo en el mundo. Vamos a ver, no pretendo ni mucho menos que llegues al nivel de desinhibición, virtuosismo y estilismo de esta fiera escénica (nadie quiere que acabes en todos los medios de comunicación detenido por escándalo público, en una sobredosis de impudicia). En todo caso, en Carnaval. Tan solo haz algo parecido a lo de Tom Cruise: encuentra tu música, pulsa el botón de play… ¡Y a darlo todo! En cuanto lo hagas un par de veces, descubrirás lo divertido que puedes llegar a ser.
Como siempre digo, cuando estés preparado, cuando tengas la suficiente confianza contigo mismo, cuando parte de esa vergüenza haya desaparecido, intenta compartir esos momentos con tus hijos, sobrinos, amigos, familia, en definitiva, con gente de confianza y a la que quieras. Por supuesto, ellos deben participar. Cread grupos y organizad un concurso de talentos en playback, karaoke ¡o a capela! Podéis también competir por la mejor coreografía, mejor caracterización, etc. Ya me contarás cómo te ha ido la gala de estreno o la gira mundial.
Cantando y bailando siempre salgo ganando.
La música te hace sentir bien. Desde el origen. Piensa en aquello que tranquiliza y adormece a los bebés. Efectivamente, las nanas. Esas melodías suaves, rítmicas y monótonas, llenas de amor, y encima cantadas por voces familiares (mamá, papá, la yaya, la tía, el tete…). Las placenteras sensaciones que nos generaban esas cariñosas nanas y que nos acompañaban en nuestros felices sueños, por fuerza, se grabaron a fuego en nuestro subconsciente, relacionando ahora la música y las canciones, como algo positivo, alegre, familiar, lleno de sentimiento. No conozco a nadie que no le guste la música.
A nivel físico, cuando cantas, te esfuerzas por afinar y alcanzar ciertas notas, más altas o más bajas. Esto es un ejercicio que mejora la respiración y oxigenación de la sangre. Esto te ayudará a relajarte, como en una sesión de yoga.
¡Qué decir del baile que no sepas! Bailar es un deporte y un excelente ejercicio cardiovascular. El baile que yo te propongo no es un baile profesional donde la postura, el equilibrio, la coordinación y la concentración son requisitos indispensables. Debes bailar como te venga en gana: salta, haz posturas, muévete al ritmo de la música como en la disco, levanta los brazos…
Tu recompensa será: un significativo aumento de tu flexibilidad, quema de calorías (después de un rato cantando y bailando verás que sudas como en una sesión de aeróbic) y todos los beneficios de practicar un deporte: vas a fortalecer tu corazón, verás tu cuerpo más tonificado y firme, tu cerebro aumentará la segregación de endorfinas, tan necesarias para sentirse bien y te sentirás más ágil y enérgico.
Bailar puede ser tu gran aliado en tu lucha contra diferentes problemas (más o menor gordos): la timidez, falta de confianza y autoestima, depresión, ansiedad…. Además es un ejercicio desestresante, ya que el movimiento continuo y el cansancio consecuente, harán que te deshagas de todas las tensiones diarias y te ayudará a relajarte. ¿Parece una buena opción verdad? Pues si esto te gusta, se te da bien y te convence, no dudes en apuntarte a clases de baile de cualquier tipo: de salón, jazz, hip-hop… Es la manera ideal de sacarte de encima la vergüenza y de relacionarte y conocer gente con tus mismos intereses.
En general, la música te hace sentir bien: te pone en comunicación con sentimientos más íntimos que a su vez te ayudan a empatizar con los sentimientos de otros, a comprenderlos mejor o a verlos desde otro punto de vista. Si le sumamos el baile a lo anterior tenemos un matrimonio perfecto. ¡Dale una oportunidad! El segundo paso para entrar en el club de los sin-vergüenzas está al alcance de tu micro. Canta y baila en playback o karaokes en casa para superar tu timidez… ¡De aquí al cielo! ¿Quién sabe? ¡A lo mejor dentro de nada me envías tu video bailando como en Dirty Dancing! Bueno, como Tom Cruise me conformo…