Título
Los siete enanitos
En este tercer artículo sobre la interpretación simbólica y profunda del celebérrimo cuento recopilado por los hermanos Grimm, me dispongo a relataros en primer lugar, cómo la pequeña e inocente niña huye aterrada y se adentra en los bosques hasta encontrar, casi caída la noche, una casita: el refugio de Blancanieves o la casita de los siete enanitos. La maldición de ser Blancanieves continúa pero por fortuna, encuentra un santuario donde se le concede una breve tregua. La llegada a la casa es bien recibida por parte de sus moradores: los siete enanitos. El encuentro no podría ser más tierno. Ellos aceptan cobijarla y protegerla de su terrible madrastra a cambio de ocuparse del hogar mientras ellos trabajan en las minas.
La historia continua así:
Blancanieves se encontró sola en mitad de los bosques, abandonada, perdida y asustada. No sabía qué hacer y corrió atravesando arbustos mientras los animales salvajes la observaban sin hacerle ningún daño. Casi al anochecer y sin dejar de correr, la niña llegó hasta una casita y entró con la intención de descansar. La cabaña era muy pequeña, bonita y aseada. Vio una mesita con siete platitos, con sus cucharitas y siete cuchillos, siete tenedores y siete vasos pequeñitos. También vio siete camitas con sábanas blancas como la nieve una junto a la otra. Como Blancanieves estaba hambrienta y sedienta, comió un poco de cada platito y bebió una gota de vino de cada vasito. Después se sintió muy cansada y quiso acostarse en una de las camas. Tras probarlas todas, descubrió que la séptima era la mejor y allí se acostó, rezó y se durmió.
Llegada la noche, los dueños de la casita llegaron a su hogar. Eran siete enanitos mineros que, al encender sus farolillos, descubrieron por el desorden que alguien había entrado allí. El séptimo descubrió a Blancanieves durmiendo en su cama y avisó al resto para que la vieran. Quedaron embelesados por su belleza. La alegría inundó sus corazones y la dejaron dormir tranquila. Al amanecer Blancanieves despertó y se asustó al ver a los enanitos, pero pronto descubrió que eran muy amables. Lógicamente los enanitos le preguntaron por su identidad y procedencia. Ella respondió y les contó que su malvada madrastra quiso matarla pero el cazador se apiadó de ella y la dejó huir. Conmovidos, los enanitos le ofrecieron vivir con ellos a cambio de que ella realizase todas las tareas propias del hogar. Blancanieves, entusiasmada, aceptó de inmediato y se quedó. Blancanieves cumplió su palabra y la casita siempre estaba perfecta. Por las mañanas los enanitos partían hacia las montañas para extraer oro y otros minerales y regresaban de noche donde les esperaba la cena en la mesa. Como la niña pasaba todo el día sola en la casa, los enanitos le advirtieron que nunca dejase entrar a nadie, pues su madrastra pronto averiguaría su paradero.
Huida hacia la pubertad
En las primeras líneas, durante la huida de Blancanieves, vemos la reacción natural de una niña rechazada, huyendo del lugar donde no hay lugar para la comprensión y en donde la figura materna se ha transformado en un enemigo implacable que compite con ella. Además se menciona que está perdida y asustada. ¿Recuerdas alguna etapa de tu vida en que te sintieras así? Rechazado, deseando huir de tu casa porque no te comprenden, donde uno de tus progenitores no para de controlarte y, además no sabes qué hacer porque te sientes perdido, que no hay lugar para ti, donde no encajas… Si has recordado tu adolescencia, has acertado. La huida de Blancanieves a través de los bosques, sin rumbo y superando obstáculos desconocidos para ella simbolizan el paso de la niñez a la pubertad, confusa y difícil. Comienza así la fase de iniciación hacia la madurez de la joven, un camino que debe recorrer por sí misma, que requiere diligencia, confianza en uno mismo y cautela. Esta última virtud será la flaqueza de Blancanieves, de la misma forma que lo es para los adolescentes. Generalmente son confiados y susceptibles de ser engañados o manipulados con más o menos facilidad. El camino hacia la madurez y el autoconocimiento consistirá en gran medida en aprender de los errores, en no ser crédula y así no ser víctima de engaños.
Siete
Una vez dentro de la casa, es obvio que el número siete empieza a cobrar una gran importancia al repetirse con insistente frecuencia. Al igual que el número tres, el siete es un número mágico por su gran carga simbólica que ha ido adquiriendo a lo largo de la historia del hombre. En muchas religiones el número siete representa el bien. Además, este número está presente en muchísimos ámbitos de la cultura. Todo empezó en la antigua Grecia. Un grupo de astrónomos identificaron siete cuerpos celestes que podían observarse a simple vista y que se alineaban cada cierto tiempo: el Sol, la Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno. A partir de esta observación, las coincidencias con el número siete son incontables: los siete días de la semana, los siete colores del arcoíris, las siete colinas de Roma, las siete notas musicales, los siete pecados capitales, los siete arcángeles, las siete plagas egipcias, los siete mares, las siete maravillas del mundo, los siete samuráis y un larguísimo etcétera. No es de extrañar que el número siete sea el número favorito en el mundo. Tanto la tradición cristiana como la pagana han otorgado al número siete una gran importancia y siempre se ha relacionado con la sabiduría y la meditación.
Otras interpretaciones
En la famosa versión animada de Blancanieves, Walt Disney otorgó a cada uno de los enanitos un nombre: Sabio, Gruñón, Mocoso, Tímido, Dormilón y Bonachón, con sus respectivas personalidades acordes con sus nombres. Documentándome un poco he descubierto que hay varios análisis con respecto al papel simbólico de los enanitos de Disney, basándose en sus nombres: unos opinan que representan los siete pecados capitales que Blancanieves debe evitar; otros en cambio, piensan que simbolizan siete estados de la niñez que también deben ser superados por la joven para poder madurar. La primera interpretación la veo un poco cogida por los pelos dado que las deducciones que se hacen a partir de los nombres parecen un poco forzadas con algunos de los enanitos. Además, salta a la vista que, lejos de ser pecaminosos, los enanitos actúan como figuras protectoras y no como malos modelos a evitar. Sin embargo, veo con mejores ojos la segunda interpretación, aquella que afirma que los siete enanitos bautizados por Walt Disney pudieran simbolizar siete características propias de la niñez que Blancanieves debe dejar atrás para continuar su camino hacia la madurez. Esto me cuadra un poco más teniendo en cuenta los nombres. Los enanitos seguirían siendo inocentes, pues poseen cualidades de la niñez, pero terminan siendo abandonados por Blancanieves para poder proseguir su recorrido hacia el autoconocimiento.
La iniciación de Blancanieves: educación
En esta versión del cuento, la recopilada por los hermanos Grimm, los enanitos no tienen nombre como en la versión de Disney. En ningún momento se mencionan sus nombres. Aquí el nombre es lo de menos, lo que cuenta es el número siete. Según la tradición cristiana el siete representa el bien, convirtiendo así a los enanitos en figuras benignas y protectoras de Blancanieves. Un detalle que no debes pasar por alto es el de las siete camitas con sus siete sábanas “blancas como la nieve” de los siete enanitos y en donde Blancanieves descansa, agotada por su tortuosa huida. Mi interpretación acerca de este detalle es doble. Por lado, las sábanas blancas simbolizan la castidad y honradez de sus propietarios y, por otro lado, también representan los atributos de la intrusa que se acuesta en ellas: la inocencia y la virginidad. No es casual que se incida en el color blanco como la nieve de las sábanas sobre las camas como alegoría del lecho marital, en donde las relaciones sexuales son naturales. Inconscientemente asumimos los atributos de pureza y virginidad por ambos lados: los siete enanitos y Blancanieves.
Por otro lado, los enanitos también contribuyen a la educación hacia la madurez asignándole tareas indispensables para convertirse en “ángel del hogar”: cocinar, limpiar, coser, hacer las camas, lavar… Competencias propias de “la perfecta casada”. Los enanitos también intentan educarla en la prudencia y la desconfianza hacia los extraños porque podrían engañarla o producirle algún daño. Blancanieves, como adolescente que es, curiosa, fantasiosa, confiada y aún con ligeras pinceladas de candor infantil, tendrá algún que otro problemilla con las palabras de advertencia de los enanitos y se llevará algún que otro susto, amén de las consecuentes reprimendas por parte de sus protectores. Como figuras masculinas en contraposición a la feminidad de Blancanieves, los enanitos se convierten en la primera experiencia de la joven con el sexo opuesto. Se crea así un vínculo paterno-filial de protección que reclama obediencia, pero como ya he señalado, la obediencia es el punto flaco de Blancanieves. Parece ser que el exceso de ingenuidad de la joven la empujarán a desobedecer hasta tres veces las advertencias de sus mentores. “La perfecta casada” debe vivir hacia el interior del hogar y no hacia el exterior, pues la misoginia inherente a la educación femenina de la época lleva implícito el mensaje de que las mujeres son más susceptibles de hacer el mal (madrastra) pero también más fáciles de engañar debido a sus flaquezas como sexo débil. Esta extendida creencia ha llegado, por desgracia, hasta nuestros días. Sin embargo, los consejos de los enanitos acerca de que Blancanieves debe desconfiar de los extraños no son más que una lección necesaria (todos la hemos recibido, niños y niñas) para su futura sociabilización.
Con lo que los enanitos no cuentan es con la maldición porque la desconocen. Ni la propia víctima puede imaginar qué le deparará el destino. La maldición de ser Blancanieves es ineludible y, tarde o tempreno la desgracia se cernirá sobre ella y sus protectores. Nada puede hacerse pues la soga del mal rodea ya el cuello de la joven.