Título
Baile de Reinas
Ha llegado el gran momento. La saga La maldición de Blancanieves basada en la versión de los hermanos Grimm, finaliza con Baile de Reinas y, como no podía ser de otra manera, los hechos que acaecen a continuación están llenos de magia, misterio, amor, venganza y muerte. Un final como solo los grandes relatos saben bordar: simbología y metáforas al más puro estilo freudiano. Sin olvidar las clásicas nupcias y un toque más que escatológico que permite liberar nuestra psique a través de la catarsis.
Si quieres saber cómo termina realmente el cuento de Blancanieves, abróchate el cinturón porque este va a ser un final “movidito”.
Blancanieves, La Virgen
“A la noche, al volver a la casa, los enanitos encontraron a Blancanieves tendida en el suelo sin que un solo aliento escapara de su boca: estaba muerta.
La levantaron, buscaron alguna cosa envenenada, aflojaron sus lazos, le peinaron los cabellos, la lavaron con agua y con vino pero todo esto no sirvió de nada: la querida niña estaba muerta y siguió estándolo.
La pusieron en una parihuela. Se sentaron junto a ella y durante tres días lloraron. Luego quisieron enterrarla pero ella estaba tan fresca como una persona viva y mantenía aún sus mejillas sonrosadas.
Los enanos se dijeron:
– No podemos ponerla bajo la negra tierra. E hicieron un ataúd de vidrio para que se la pudiera ver desde todos los ángulos. La pusieron adentro e inscribieron su nombre en letras de oro proclamando que era hija de un rey. Luego expusieron el ataúd en la montaña. Uno de ellos permanecería siempre a su lado para cuidarla. Los animales también vinieron a llorarla: primero un mochuelo, luego un cuervo y más tarde una palomita.
Blancanieves permaneció mucho tiempo en el ataúd sin descomponerse; al contrario, parecía dormir, ya que siempre estaba “blanca como la nieve, roja como la sangre y sus cabellos eran negros como el ébano.”
Primeramente cabe recordar el valor y la carga simbólica del número tres (número mágico) porque aparecerá en más de una ocasión a lo largo de este post. A continuación no podemos obviar el modesto funeral de Blancanieves y los personajes y elementos que la rodean.
El insólito ataúd expuesto en plena naturaleza y a la vista de todos muestra el grado de magnificencia de la difunta. No tiene un entierro como todos los mortales, sino que es exhibida al mundo como algo de sumo valor y belleza, rozando la divinidad. Así se describe el cadáver de Blancanieves: aunque la joven llevaba varios días muerta, su aspecto no había mudado ni un ápice. Permaneció mucho tiempo en su ataúd y seguía tan bella como siempre: “blanca como la nieve, sonrojada como la sangre y sus cabellos negros como el ébano”. De nuevo aflora el sortilegio de la madre primigenia, tres atributos mágicos que siempre acompañan a Blancanieves, en lo bueno y en lo malo.
Si recordamos algunos de los pasajes más destacados de nuestra tradición cristiana occidental, veremos un claro parecido entre la descripción de los cuerpos inertes de santos, santas, vírgenes y otros iluminados de la curia, con la descripción de la muchacha sin vida. De esta forma, los hermanos Grimm elevan la figura de Blancanieves a niveles estratosféricos, dándole los atributos de los cuerpos incorruptos de los santos devotos fervorosos del Cristianismo. El celebérrimo Don Gonzalo de Berceo, clérigo y autor de Los milagros de Nuestra Señora (siglo XIII) describía los cuerpos de los iluminados como aparentemente vivos, incorruptos y de olor fragante de flores frescas. Blancanieves se muestra aquí de igual manera, como una elegida de Dios: ha mantenido su virginidad intacta hasta la muerte y obtendrá su recompensa divina. Una vez más La Iglesia mete sus zarpas en nuestra mente a través de un cuento. Enseña que el hecho de ser inocente, pura, buena, obediente y virgen hasta el matrimonio, es el comportamiento adecuado para cualquier jovencita. El tema de la honra vuelve a revolotear en el relato, como en los artículos anteriores.
Cabe destacar también la peregrinación de animales hasta la tumba de Blancanieves, en especial, la de un mochuelo, un cuervo y una paloma. De nuevo el número tres hace acto de presencia en forma de tres aves dotadas de una magnífica carga simbólica.
El mochuelo o búho es un ave nocturna que, desde la Antigua Grecia así como en otras culturas milenarias, siempre ha simbolizado la sabiduría y la intuición, pero también el misterio, la reencarnación y el poder para descubrir engaños velados. Tal vez podríamos interpretar que la joven ya ha alcanzado la madurez y es más sabia, y que el misterio de su la muerte será descubierto en el momento de su reencarnación o vuelta al mundo de los vivos. Como un gusano en su crisálida, Blancanieves espera culminar su camino hacia la madurez. Es la muerte simbólica de la infancia para asumir la responsabilidad de la nueva vida adulta que le espera.
El cuervo puede resultar un símbolo confuso, ya que bajo la estricta tradición judeo-cristiana, esta ave ha representado el mal fario, el mal o la muerte. Esto tiene su lógica pues Blancanieves, víctima de los malos deseos de su madrastra, muere. Pero recordemos también que el color negro para la joven resulta ser signo de fortaleza, a causa del hechizo materno sobre el color de sus cabellos. Así pues, podríamos acogernos a otra cualidad de los cuervos dentro de la mitología de otras culturas: mediadores y mensajeros entre la vida y la muerte, protectores, y dioses creadores de la vida y el agua. De nuevo lo sagrado y lo profano se entremezclan para originar nuevas lecturas.
La paloma aparece como un símbolo bastante obvio. Es bien sabido que la paloma representa la pureza (color blanco), el amor (Venus) y la esperanza (Noé). El blanco es habitualmente signo de pureza y limpieza espiritual. También representa el amor, pues una paloma apareció ante Venus al dar a luz a su hijo Eros. Por otro lado, Noé soltó una paloma tras cuarenta días de diluvio y esta le trajo un ramillete de olivo con tres hojas, cosa que indicaba la presencia de tierra seca y la esperanza de la salvación. La paloma portaba en su pico no solo la esperanza, sino el mensaje de la paz entre Dios y la humanidad. Blancanieves es pura, despierta el amor y la compasión de los que la rodean (incluido el lector) y la paloma trae el mensaje de la esperanza y el espíritu santo de salvación.
El príncipe pasmado
“Ocurrió una vez que el hijo de un rey llegó, por azar, al bosque y fue a casa de los enanos a pasar la noche. En la montaña vio el ataúd con la hermosa Blancanieves en su interior y leyó lo que estaba escrito en letras de oro.
Entonces dijo a los enanos:
-Denme ese ataúd; les daré lo que quieran a cambio.
-No lo daríamos por todo el oro del mundo – respondieron los enanos.
-En ese caso -replicó el príncipe- regálenmelo pues no puedo vivir sin ver a Blancanieves. La honraré, la estimaré como a lo que más quiero en el mundo.
Al oírlo hablar de este modo los enanos tuvieron piedad de él y le dieron el ataúd. El príncipe lo hizo llevar sobre las espaldas de sus servidores, pero sucedió que éstos tropezaron contra un arbusto y como consecuencia del sacudón el trozo de manzana envenenada que Blancanieves aún conservaba en su garganta fue despedido hacia afuera. Poco después abrió los ojos, levantó la tapa del ataúd y se irguió, resucitada.
-¡Oh, Dios!, ¿dónde estoy? -exclamó.
-Estás a mi lado -le dijo el príncipe lleno de alegría.
Le contó lo que había pasado y le dijo:
-Te amo como a nadie en el mundo; ven conmigo al castillo de mi padre; serás mi mujer.”
¡Ay, el príncipe! ¡Promesa de amor! La verdad es que el personaje del príncipe es bastante plano. No podemos más que intuir que es rico, guapo, joven, enamoradizo y apasionado. Cualidades positivas por doquier pero tal vez obviamos el hombre que es en realidad. La escena de la visita del príncipe a casa de los siete enanitos se presenta como una petición de mano en toda regla. Cuando el príncipe muestra su amor incondicional hacia la joven y asegura su honor y protección. Los enanos ceden, como algo inevitable que había de llegar. Cuando la joven “resucita” tal como anunciaban las tres aves mensajeras se extraña al ver dónde y con quién está. Es aquí donde el príncipe hace gala de todo su romanticismo, caballerosidad y buenas maneras. Vamos, ¡que lo dio todo!
“Te amo, ven a palacio, serás mi mujer”. ¡Ole, ole y ole! De repente Blancanieves ha dejado de ser de “sus padres” a ser propiedad de su futuro marido. La misoginia más descarada surge de pronto y parece que Blancanieves no tiene ni voz ni voto, ni opinión, ni personalidad. ¡Otra princesa anulada como individuo! Además la situación sucede como lo más natural del mundo: él propone y dispone, ella no tiene otra y termina siendo el corderito decorativo de palacio, “el ángel del hogar”. El hombre conduce, la mujer se deja llevar y punto en boca. “Bueno, eran otros tiempos” – pensaréis algunos. Pues bien, esos “otros tiempos” los llevamos arrastrando durante siglos y aún quedan reminiscencias en otras culturas e incluso en nuestra “moderna e igualitaria” sociedad. No digo que estos valores se transmitan a través del genoma humano, pero casi. Las ideas arraigadas y perpetuadas en las sociedades nos acompañan en el tiempo y siempre dejan algún rastro aunque sea lejano o atenuado. Pero tal vez Blancanieves guarde un as en su manga y nos sorprenda con algún nuevo rasgo de su personalidad, desconocido hasta ahora…
Mi gran boda gore
“Entonces Blancanieves comenzó a sentir cariño por él y se preparó la boda con gran pompa y magnificencia. También fue invitada a la fiesta la madrastra criminal de Blancanieves. Después de vestirse con sus hermosos trajes fue ante el espejo y preguntó:
– ¡Espejito, espejito de mi habitación!
– ¿Quién es la más hermosa de esta región?
El espejo respondió:
– La Reina es la más hermosa de este lugar. Pero la joven Reina lo es mucho más.
Entonces la mala mujer lanzó un juramento y tuvo tanto, tanto miedo, que no supo qué hacer. Al principio no quería ir de ningún modo a la boda.
Pero no encontró reposo hasta no ver a la joven reina. Al entrar reconoció a Blancanieves y la angustia y el espanto que le produjo el descubrimiento la dejaron clavada al piso sin poder moverse. Pero ya habían puesto zapatos de hierro sobre carbones encendidos y luego los colocaron delante de ella con tenazas. Se obligó a la bruja a entrar en esos zapatos incandescentes y a bailar hasta que le llegara la muerte.”
¡¿Cómo te has quedao?! ¡Muerto me he quedao! Pues eso. Blancanieves acaba de desayunarse su presente y futuro inmediatos y apenas sí puede reaccionar como un ser humano normal. Pero todos sabemos que los cuentos de hadas no son normales, sino extraordinarios y maravillosos. Me inclinaré por creer que se amaron eternamente para no darle más vueltas. ¡Ah! Y no hubo beso que despertase a Blancanieves.
Por fin llega la boda. Verdaderamente en esta versión no se menciona al artífice de la feliz idea de los zapatos pero más que venganza, yo atisbo psicopatía. Y es que la Reina Blancanieves aún nos guardaba una sorpresa más: en versiones anteriores es Blancanieves la que invita a la malvada Reina y da la orden de castigo. Tal vez los hermanos Grimm decidieron omitirlo para dulcificar aún más a Blancanieves. ¡Así que el príncipe va listo! Parece ser que nuestra muchacha ha resultado ser una Blancanieves Feroz.
Es uno de los finales de cuento más gore que haya leído nunca. El baile, momento protagonizado por los recién casados y símbolo de la felicidad de una pareja unida, se transforma en un baile macabro de un ser vacío, solo y envidioso. Todo personaje malvado recibe su merecido castigo al final del cuento, pero no cabe duda de por qué las adaptaciones modernas omiten este pasaje. Ambas reinas cara a cara. Blancanieves observa impertérrita el final de su madrastra bailando hasta la muerte. En el baile de reinas, o ganas o mueres (ya sé que me ha quedado un poco Juego de tronos). La madrastra sufre su infierno particular representado por el fuego bajo sus pies y Blancanieves “asciende a los cielos” mediante su recién estrenada madurez, posición social y poder real que, como es tradición proviene de la divinidad. “La palabra del rey es ley”. Y así se perpetua el sistema de gobierno que llega hasta nuestros días: la monarquía.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Me encanta el análisis concienzudo que haces de este cuento.
Muy, pero muy bueno, profundo y amplio.
Me fascinó leerte.
Un gran, gran abrazo.
Hola Lucía Uozumi! Es un placer hablar contigo.
La verdad es que ya tenía ganas de terminar la saga para que se pudiera leer como un todo. Los grandes cuentos, esos que nadie sabe con exactitud de dónde proceden, esos que perviven con fuerza incluso hoy, son los que más “chicha” tienen a la hora de ser analizados. Algo especial deben de tener cuando siguen siendo un hito con el cual nos identificamos generación tras generación. Estoy encantada de que te haya gustado La maldición de Blancanieves.
Besos Lucía.