Título
Las tres muertes de Blancanieves
En este cuarto y penúltimo análisis del cuento de Blancanieves nos adentramos en una serie de acontecimientos que desencadenarán el episodio más famoso e icónico de este relato: el mordisco de la manzana envenenada y la aparente muerte de Blancanieves. Para llegar a este hito, la madrastra deberá hacer acopio de todo su ingenio, astucia y maldad, pues no será hasta su tercer intento que conseguirá su objetivo: librarse de su hijastra para siempre. Tal vez os sorprenda el hecho de que la madrastra intentase hasta tres veces asesinar a Blancanieves, pero es que la versión de los hermanos Grimm, en la cual me baso, así lo refiere. Unas cintas, un peine y la insigne manzana fueron los tres elementos elegidos por la madrastra para acabar con Blancanieves. Estos tres elementos no son ni triviales ni azarosos, pues como analizaré a continuación, todos ellos están cargados de contenido sexual encubierto, que normalmente atrae a las adolescentes. Tres objetos impregnados de malicia y tentación, destinados a provocar hasta tres muertes en Blancanieves (desde mi punto de vista, tres intentos de despojarla de aquello que la convierte en la más bella del reino: su pureza, como ya intentó fallidamente el cazador). Tras fracasar con los dos primeros elementos, la manzana logra su propósito, aparentemente… Veamos cómo continúa el cuento:
Leer:
“La reina, que creyó haber comido los órganos de la joven, preguntó a su espejo:
– Espejito, espejito de mi habitación, ¿quién es la más hermosa de la región?
– La reina es la más hermosa de este lugar, pero pasando los bosques, en la casa de los enanos, Blancanieves lo es mucho más.
La reina quedó aterrorizada pues sabía que el espejo nunca mentía. Se dio cuenta de que el cazador la había engañado y de que Blancanieves vivía. Reflexionó y buscó un nuevo modo de deshacerse de ella pues hasta que no fuera la más bella de la región, la envidia no le daría reposo. Cuando finalmente urdió un plan se pintó la cara, se vistió como una vieja buhonera y quedó totalmente irreconocible.
Así disfrazada atravesó las siete montañas y llegó a la casa de los enanos, golpeó a la puerta y gritó:
– ¡Vendo buena mercadería! ¡Vendo! ¡Vendo!
– Buen día, buena mujer. ¿Qué vende usted? -preguntó Blancanieves.
– Una excelente mercadería –respondió-; cintas de todos los colores.
La vieja sacó una trenzada en seda multicolor, y Blancanieves pensó: “bien puedo dejar entrar a esta buena mujer”. Corrió el cerrojo para permitirle el paso y poder comprar la linda cinta.
– ¡Niña –dijo la vieja- qué mal te has puesto esa cinta! Acércate que te la arreglo como se debe.
Blancanieves, que no desconfiaba, se colocó delante de ella para que le arreglara el lazo. Pero rápidamente la vieja oprimió tan fuerte que Blancanieves perdió el aliento y cayó muerta.
– Y bien –dijo la vieja- dejaste de ser la más bella. Y se fue.
Cuando los siete enanitos regresaron a la casa se asustaron mucho al ver a Blancanieves en el suelo, inmóvil. La levantaron y descubrieron el lazo que la oprimía. Lo cortaron y Blancanieves comenzó a respirar y a reanimarse poco a poco.
Cuando los enanitos supieron lo que había pasado, dijeron:
– La vieja vendedora no era otra que la malvada reina. ¡Ten mucho cuidado y no dejes entrar a nadie cuando no estemos cerca!”
La cinta
Bien pues, como habréis podido comprobar, algo tan sencillo e inocente (en apariencia) como una cinta, es el primer elemento que pone a prueba la obediencia, castidad y voluntad de Blancanieves. La inocencia infantil perdura en ella pero esta bella virtud tan valorada en los infantes, ya no tiene ningún sentido en el mundo de los adultos hacia el cual se dirige la joven. El peligro acecha a Blancanieves porque su madrastra la busca con la tenacidad de un depredador para acabar con su vida. Son los siete enanos los que tratan de “espabilarla” con sus advertencias. Le piden con insistencia que no sea tan candorosa y que desconfíe de todo bicho viviente.
Volviendo a la misteriosa cinta, debo decir que en siglos pasados las cintas se utilizaban para ceñir los corsés, marcando sobremanera el cuerpo femenino. Las debutantes (chicas casaderas o que ya menstruaban) eran presentadas en sociedad y lucían por vez primera los incómodos corsés, ajustados con cintas que torneaban todos sus atributos físicos femeninos, ya completamente formados. Nos encontramos con el primer elemento simbólico sexual femenino que usará la madrastra para intentar matar a Blancanieves. Recordad que de lo que se trataba era de desposeerla de aquello que la hacía hermosa: su virginidad. La cinta no es sino uno de los primeros caprichos que solían tener la muchachas jóvenes porque significaba que ya podían lucir sus turgentes cuerpos para encontrar esposo.
La ilusa y confiada Blancanieves siente una fuerte atracción hacia las cintas de la vieja buhonera, como cualquier otra joven que siente curiosidad por lo prohibido. Por otro lado, la madrastra aprovecha esas inclinaciones naturales de las jóvenes y engaña a Blancanieves para ceñirle bien la cinta. Como ya sabréis, esto no es más que una excusa para apretar tanto la cinta que la joven cae desmayada al suelo.
Esto nos invita a relacionar inevitablemente los dos elementos, cosa que venía muy bien a los padres para asustar a las niñas. Si confías en un desconocido, puede que utilice tu juventud e ingenuidad para atacarte, aprovechándose de tu voluptuosidad y belleza para luego dejarte sin vida. ¡Casi na!
Los enanitos cumplen con su obligación como “padres adoptivos” de Blancanieves. No solo la alimentan, le dan cobijo y la educan, sino que además actúan como todos los padres que tienen hijas adolescentes: advertir a la joven sobre “los peligros” que encontrará en el mundo exterior. Vuelve a aparecer (oh sorpresa) el tema de la honra que, como ya habréis leído en otros de mis artículos, recaen siempre sobre la mujer de la casa, “el ángel del hogar”. Cuando regresan a casa y encuentran a su pequeña desmayada en el suelo, remedian su muerte cortando la cinta y devolviéndole el aliento. Es decir, acaban con aquello que la estaba matando (la dichosa cinta), el símbolo del florecimiento de la mujer y a la vez, aquello que la conduciría hacia su prematuro desfloramiento.
Veamos cómo reacciona la madrastra ante su fracaso:
Leer:
“Cuando la reina volvió a su casa se puso frente al espejo y preguntó:
– ¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de la región?
– La reina es la más hermosa de este lugar, pero pasando los bosques, en la casa de los enanos, Blancanieves lo es mucho más.
Cuando oyó estas palabras toda la sangre le fluyó al corazón. El temblor la invadió, pues era claro Blancanieves había recobrado la vida.
Con la ayuda de sortilegios, en los que era experta, fabricó un peine envenenado. Luego se disfrazó tomando el aspecto de otra vieja. Así vestida atravesó las siete montañas y llegó a la casa de los siete enanos. Golpeó la puerta y gritó:
– ¡Vendo buena mercadería! ¡Vendo! ¡Vendo!
– Sigue tu camino. –respondió Blancanieves- No puedo dejar entrar a nadie.
– Al menos podrás mirar –dijo la vieja, sacando el peine envenenado y enseñándoselo.
Tanto le gustó a la niña que se dejó seducir y abrió la puerta. La vieja dijo:
– Ahora te voy a peinar como corresponde.
La pobre Blancanieves, que nunca pensaba mal, dejó hacer a la vieja pero apenas le había puesto el peine en los cabellos, el veneno hizo su efecto y la pequeña cayó sin conocimiento.
– ¡Oh prodigio de belleza! ¡Ahora sí que acabé contigo!
Por suerte la noche llegó pronto trayendo a los enanos con ella. Cuando vieron a Blancanieves en el suelo, como muerta, sospecharon enseguida de la madrastra. Examinaron a la niña y encontraron el peine envenenado. Apenas lo retiraron, Blancanieves volvió en sí y les contó lo que había sucedido. Entonces le advirtieron una vez más que debería cuidarse y no abrir la puerta a nadie.”
El peine
¡Telita la reacción de la madrastra al oír las palabras del espejito mágico! Bueno, no le faltan motivos: a estas alturas yo la compararía con el coyote persiguiendo al correcaminos. Parece que compre los inventos en la famosa factoría ACME. Esta vez la madrastra apuesta por la brujería de la que se dice que es experta. Se hace una referencia directa acerca de la relación de la madrastra con la brujería y la elaboración de pociones maléficas. En esta ocasión, la madrastra vuelve al ataque con un peine cuyas púas ha envenenado con una de sus perversas pociones.
De nuevo en casa de los enanos y disfrazada de una vieja diferente a la de la primera visita, la madrastra intenta vender el peine a Blancanieves. La joven, ya más prevenida, le niega la entrada a la vendedora. La vieja, no obstante, la anima a que al menos, vea la mercadería por la ventana. De nuevo la niña ha sido tentada por las fruslerías propias de la adolescencia y de las mujeres “poco sensatas” (cosas de la época) y abre la ventana para curiosear, pues las jovencitas eran vistas como incautas y fáciles de convencer. Lo que hoy llamaríamos “ignorantes de la vida”.
Finalmente le abre la puerta y la deja entrar.
El peine es otro símbolo sexual, pues no es hasta la edad adolescente que las jovencitas quieren estar guapas con sus vestidos y peinados. Tradicionalmente, las muchachas llevaban los cabellos sueltos, al viento o con alguna diadema; pero una vez estaban en disposición de casarse, el pelo se convertía en signo de feminidad, seducción y coqueteo. Las trenzas representaban este nuevo estado y el pelo recogido o cubierto estaba reservado a las señoras ya casadas. Cuando la vieja quiso peinar “como corresponde” a Blancanieves, es decir, como corresponde a su edad, el objeto de carácter sexual (el peine) cumple su cometido al ser clavado vilmente en el cuero cabelludo de la muchacha. El peine y su metafórico significado intentan hacer madurar de repente a una muy tierna Blancanieves, que cae como muerta presa del veneno.
Los enanitos vuelven a ser los padres protectores de la joven. Cuando la ven tendida en el suelo le retiran el peine y Blancanieves vuelve en sí. Los enanitos saben que la madrastra volvió a engañarla y otra vez le echan la bronca por ser tan cándida y dejar entrar a cualquiera.
La madrastra vuelve de nuevo a su castillo y se encuentra con el siguiente panorama:
Leer:
“En cuanto llegó a su casa la reina se colocó frente al espejo y dijo:
– ¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de la región?
– La reina es la más hermosa de este lugar. Pero pasando los bosques, en la casa de los enanos, Blancanieves lo es mucho más.
La reina al oír al espejo, se estremeció y tembló de cólera.
– ¡Es necesario que Blancanieves muera, aunque me cueste la vida a mí misma!
Se dirigió entonces a una habitación escondida y solitaria a la que nadie podía entrar y fabricó una manzana envenenada. Exteriormente parecía buena, blanca y roja y tan bien hecha que tentaba a quien la veía; pero apenas se comía un trocito sobrevenía la muerte. Cuando la manzana estuvo lista, se pintó la cara, se disfrazó de campesina y atravesó las siete montañas hasta llegar a la casa de los siete enanos.
Golpeó la puerta y Blancanieves sacó la cabeza por la ventana diciendo:
– No puedo dejar entrar a nadie; los enanos me lo tienen prohibido.
– No es nada –dijo la campesina- me voy a librar de estas manzanas. Toma una.
– No –dijo Blancanieves- tampoco debo aceptar nada.
– ¿Temes que esté envenenada? –dijo la anciana- mira, tú comerás la parte roja y yo la parte blanca.
La manzana estaba tan ingeniosamente hecha que solamente la parte roja contenía veneno. La bella manzana tentaba a Blancanieves y cuando vio a la campesina comer, no pudo resistir más y tomó la mitad envenenada. Apenas tuvo un trozo en la boca, cayó muerta.
Entonces la anciana la examinó con mirada horrible. Rio muy fuerte y dijo:
– Blanca como la nieve, roja como la sangre y negra como el ébano. ¡Esta vez los enanos no podrán reanimarte!
Vuelta a su casa interrogó al espejo:
– ¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de la región?
Y el espejo respondió: “La Reina es la más hermosa de la región”.
Entonces su corazón reposó, si es que los corazones envidiosos pueden encontrar alguna vez reposo”.
La manzana
Sin comentarios con la previsible reacción de la madrastra. Me la imagino como una poseída, caminando sobre el techo y del revés. Está tan furiosa que jura su propio sacrificio solo por ver muerta a Blancanieves. Lógicamente esta vez echa mano de su mejor brujería para fabricar el elemento definitivo, tan redondo, tan perfecto, tan rojo.
¡Por fin toca darle el merecido protagonismo a la manzana del cuento! La manzana, cómo no, también es un símbolo sexual; pero es tan claro y evidente que, en mi opinión, es por ello que es el elemento simbólico que nadie olvidó y permaneció intacto en cada versión de Blancanieves hasta convertirse en el único elemento de muerte existente en las nuevas adaptaciones.
La carga sexual de la manzana se remonta, cómo no, a nuestras más antiguas enseñanzas de la mano de la tradición religiosa: El Génesis (nunca mejor dicho), el primer libro que conforma el Antiguo Testamento, y que explica la creación del universo y la aparición del primer hombre y de la primera mujer en la Tierra. Doy por hecho que conoces la historia de Adán y Eva, el árbol, la serpiente y la manzana. Literalmente se cuenta que Eva fue tentada por el demonio (disfrazado de serpiente) para desobedecer a Dios y comer el fruto del árbol prohibido expresamente por él mismo. Una vez cometido el pecado, Eva a su vez tienta a Adán para que muerda de la deliciosa manzana prohibida. Tras hacerlo, Dios castiga a Adán y Eva y son expulsados para siempre del paraíso, obligados a ganarse el pan con el sudor de su frente, a parir con dolor, a avergonzarse de su desnudez, a padecer enfermedades, envejecer y morir. La interpretación metafórica que conocemos es que la manzana o fruto prohibido representa el deseo carnal y, consumirlo (morder la manzana) se equipara a tener relaciones sexuales por placer. De ahí nace el pecado original. Dios castiga a Adán y Eva por desobediencia y les quita sus privilegios de vivir bajo su protección en el paraíso.
Es como el padre que descubre, decepcionado, que sus hijas ya no son puras, que tienen voluntad propia (o son tentadas, a sus ojos) y las expulsa de su casa, para que se busquen la vida, guardándoles rencor. Es por ello que las familias creyentes bautizan a sus bebés, pues se cree que el agua bendita quita el pecado original del bebé, o sea, es librado del pecado que cometieron sus padres al fornicar para tenerlo.
Dicho lo obvio, ¿qué relación tiene esto con el cuento de Blancanieves? Pues bien, vuelvo al principio de la aversión de la madrastra hacia Blancanieves. En los artículos anteriores a este de la saga La maldición de ser Blancanieves (el segundo si no me equivoco), obsesionada por su belleza y envidiosa de la linda hijastra, la madrastra decide matar a la joven para ser la más bella. Pero esta manera de “matarla” la interpreto de una manera eufemística, puesto que la belleza de Blancanieves proviene no solo de físico, sino también de su candor, inocencia e ingenuidad propias de la doncellez o virginidad. Es por esto que en realidad la madrastra quiere que Blancanieves pierda la inocencia para que deje de ser tan bella. De ahí que la tiente una y otra vez (como el diablo disfrazado de serpiente) con elementos ansiados por las jóvenes adolescentes, confiadas y coquetas. Tres elementos que podrían conducirla a la pérdida de la virginidad, o a la muerte simbólica de la muchacha al ser desposeída de aquello que la hace bella.
Es aquí donde la manzana se vuelve la protagonista de la historia, pues todo el mundo conoce consciente o inconscientemente la historia bíblica de la manzana. Todos saben de alguna manera que el fruto prohibido por excelencia. Así, por mucho que Blancanieves se cuida esta vez de interactuar o aceptar nada de nadie, se la engaña de manera tan convincente que no puede resistir más la tentación y cae muerta al primer bocado. La manzana es poderosa amigo, siempre y cuando te la tragues.
Y a continuación se destaca por segunda vez el deseo o sortilegio pronunciado por la verdadera madre de Blancanieves. Mientras bordaba en su intimidad, mirando el paisaje nevado, se hirió accidentalmente un dedo y tres gotas de sangre cayeron en la nieve formando una bella imagen de rojo sobre blanco y enmarcada con el ébano de la ventana. Entonces formuló el deseo de tener una niña tan blanca como la nieve, tan encarnada como la sangre y de pelo negro como el ébano.
Llegados a este punto, el antojo íntimo de la reina, es pronunciado por la madrastra, como si lo conociera, sin dar más explicación. El deseo de la reina da la vida a Blancanieves, mientras que las palabras de la madrastra sugieren la muerte de la joven. Vemos claramente el antagonismo entre ambas mujeres: la madre representa la vida, y la madrastra, representa la muerte. La primera reina pagó con su propia muerte la vida de su hija; la madrastra afirma que sacrificará su propia vida solo por darle la muerte a Blancanieves.
Segura de su éxito, la malvada madrastra vuelve al castillo, consulta de nuevo a su espejito mágico y parece aliviada al oír lo que ella esperaba. Pero ya sabéis: “los corazones envidiosos jamás encuentran reposo a su mal“.
Sencillamente, buenísimo.
Gracias Juan Pardo por tu visita. Me ha hecho mucha ilusión tu valoración. Me alegro de que te haya gustado. Eres bienvenido a La Ciudad Esmeralda cuando te apetezca. Un abrazo
Wow, nunca antes había leído el cuento de Blancanieves tan meticulosamente diseccionado. No te has dejado atrás ni un solo detalle. Y encima, aportando esas pequeñas dosis de humor que hacen más amena su lectura.

Ya sabes que el humor me tira mucho. Supongo que conoces el dicho: “Tiran más dos chistes que dos carretas”. En fin.
Lo de la madrastra yendo a comprar sus cachivaches a la factoría ACME, jajajaja. Muy bueno.
Y en cuanto a esta parte de tu texto: “Las jovencitas eran vistas como incautas y fáciles de convencer. Lo que hoy llamaríamos “ignorantes de la vida”. ¿Puedes creer que cuándo leí esta parte resonó en mi cabeza la voz de Mariano, el padre de Emilio en la serie “Aquí no hay quien viva”. Jajajaja. Ésa era su frase más repetida: “Ignorante de la vida”.
Estupendo artículo, Eva. Muy ameno y muy instructivo. Te felicito.
Un abrazo.
Muchas gracias Pedro. Me encanta analizar al dedillo todos los cuentos pero como tu bien has observado, no puedo evitar introducir a la Eva más gamberra. Es que si no lo hago, no soy yo. Por muy serio que sea aquello de lo que escribo, necesito romper toda esa solemnidad con alguna guindilla. Si es que, como dijo el Comediante en Watchmen, “la vida es una broma”.
Estoy muy orgullosa por tu valoración. Cada vez que escribo lo doy todo.