Título
La Bella y la Bestia 3
Por fin llegó la tercera y última parte de esta saga dedicada al análisis del inmortal cuento: La Bella y la Bestia. En este caso, La Bella y la Bestia 3. Si no has leído las partes anteriores, pincha en los links La Bella y la Bestia 1 y La Bella y la Bestia 2.
Es curioso cómo los relatos que creemos “para niños” nos desenmascaran un lado oculto y ancestral de nuestro yo más profundo y universal; ese pedazo de personalidad escondida en un frasco de cristal sin etiqueta y que, debiendo permanecer oculto, se nos revela como algo monstruoso y a la vez familiar en un: “He sido yo todo este tiempo”.
Última transcripción de la tercera parte de La Bella y la Bestia de Jeanne Marie Leprince de Beaumon:
Transcripción
“Al despertar, Bella recorrió el castillo y se sorprendió al ver una puerta con la inscripción: “aposentos de la Bella”. Entró y descubrió un aposento deslumbrante provisto de una magnífica biblioteca y un clavicordio. Encontró un libro mágico que le permitió ver qué sucedía en su casa. Bella llegó a la conclusión de que nada debía temer de la bestia. Todo lo que había en palacio ahora pertenecía.
Todas las noches la bestia bajaba y observaba a la Bella cenar. La entretenía con una cálida conversación y le pedía que se casara con ella. Bella rechazaba todas sus proposiciones con amabilidad y le rogaba que comprendiera que, aunque él era muy bueno y amable con ella, no le podía mentir y su aspecto le desagradaba. Pero Bella sufría porque alguien tan bueno fuera tan feo. La bestia, llena de tristeza, comprendía las palabras de Bella y asumía su condición de bestia.
Pasaron tres meses y Bella cada día descubría nuevas virtudes en aquel monstruo. Habituada a su aspecto, esperaba la hora de la cena para hablar con él. Pero la pena la invadía cada vez que rechazaba sus propuestas de matrimonio.
Un día la Bella vio en su libro mágico que su padre estaba gravemente enfermo y solo, pues sus hermanas se habían casado y sus hermanos estaban en el ejército. La muchacha rogó a la bestia que le permitiese ver a su padre y esta consintió a cambio de la promesa de su vuelta en ocho días o moriría de pena por no verla. Bella juró volver porque no podía permitir que la bestia sufriese por su culpa.
Bella volvió a su casa y cuidó a su padre. Sus hermanas, malcasadas e infelices, rabiaban de envidia por ver a su hermana ataviada con preciosos vestidos y joyas que la bestia le regalara. Presas de su perfidia decidieron retrasar con engaños la partida de su hermana para que rompiese su promesa. Una noche Bella soñó que la bestia moría en los jardines de palacio y regresó de inmediato al castillo. Llegó a la conclusión de que “no había motivo para no casarse con la bestia pues sería más feliz que sus hermanas ya que ni la belleza ni la inteligencia hacen que una mujer viva contenta con su esposo, sino la bondad de carácter, la virtud y el deseo de agradar; y la Bestia poseía todas estas cualidades. Aunque no amor, sí le tenía estimación y amistad”.
Al llegar a palacio, lo encontró agonizando y le suplicó que no muriera pues deseaba casarse con él porque lo amaba. Acto seguido, por arte de encantamiento, el palacio y todo lo que le rodeaba se iluminó y la bestia se transformó en un hermoso príncipe. Bella preguntó por su bestia y el príncipe le confesó que una maligna hada lo había condenado a vivir como bestia hasta que una muchacha accediera a casarse con él por amor.
La bella dama de sus sueños trasladó a toda la familia de Bella a palacio y celebraron sus próximas nupcias, pero castigó a las envidiosas y traicioneras hermanas de Bella a vivir como estatuas en el palacio pero con conciencia, para poder ver la felicidad de su hermana menor hasta el día en que reconocieran sus faltas, aunque la dama no confiaba en que aquello ocurriera jamás. Tras la boda, la bella reinó junto con su príncipe y fueron felices y comieron perdices”.
No eres tú, soy yo…
En este tramo final del cuento de La Bella y la Bestia observamos tremendos cambios de actitud y trato por parte de los dos protagonistas. La Bella reconoce el palacio como suyo y llega a la conclusión de que allí no corre ningún peligro, ya que no se ve amenazada por la Bestia, cuyo carácter es amable y respetuoso. Tiene todo lo que desea y agrada (libros y clavicordio). Además, el libro mágico (no espejo como en la versión Disney) actúa a modo de televisor que emite realities del tipo “Gran Hermano”. De este modo la Bella puede saber qué ocurre fuera del castillo y no se siente aislada del todo de la realidad.
Por otro lado, la Bestia aterradora, enamorada de Bella, deja a un lado su carácter iracundo e impulsivo para convertirse en el mejor anfitrión posible: una relación amistosa perfecta si no fuera porque cada noche, la Bestia le pedía matrimonio a Bella.
Realmente una incómoda situación para ambos. La Bestia era rechazada una y otra vez, pero con la verdad por delante: Bella no podía mentir a su bienhechor y le confesaba noche tras noche que, aunque le agradaba su compañía, debía rechazarla porque no soportaba su aspecto. Algo superficial, puede; hiriente, también; pero cierto y sincero desde el principio.
Con los meses, Bella se sintió mucho más unida a la Bestia, pues cada vez descubría más virtudes, pero todas las noches acababan igual. La Bella sentía lástima por la Bestia. Observad cómo la Bestia representa a una figura masculina desconocida por Bella. La muchacha solo conoce, confía y ama a su padre, que representa la seguridad y amor en el hogar. Bella atisba la seguridad y el amor con la Bestia, pero al no comprender este nuevo patrón, lo encuentra desagradable. Bella debe despedirse del antiguo modelo masculino que conoció (padre) y aceptar el nuevo (marido).
El tiempo aquí se convierte en un elemento clave para comprender los cambios dentro de la relación de los personajes. Es bien sabido que la convivencia en el tiempo puede concluir en varias direcciones: aborrecimiento, unión, abandono, amor… Volviendo a “Gran Hermano” y a los realities de la misma calaña, la convivencia temporal suele dar estos resultados. El tiempo los ha unido.
Prueba de fuego
Pues sí. Llega la prueba de fuego que determinará el destino de los dos protagonistas: la enfermedad y soledad del padre de Bella, figura masculina original. Notad que la Bestia le hace prometer a Bella que volverá a su lado (fidelidad), de lo contrario morirá. Bella lo acepta pues no es su intención herir a la Bestia.
Ya en casa, la muchacha se ocupa de su padre. Los hermanos partieron a la guerra (destino honorable para los hombres) y las hermanas, malcasadas e infelices (recordad que la envidia no conoce la felicidad) van a retrasar la partida de Bella para que incumpla su promesa. ¡Nada que hacer con las señoritas! Si supieran algo de cuentos infantiles, sabrían que tienen todas las papeletas para acabar mal.
Cuando Bella sueña con el trágico final de la Bestia, sale escopeteada hacia palacio, llena de culpa y es ahí, en ese mismo instante, cuando tiene la revelación que ha de cambiar sus vidas: Bella entiende que ama a la Bestia, que la estima a pesar de su aspecto y que ello no debería importarle a la hora de contraer matrimonio, pues es el carácter bondadoso lo une a una pareja.
He aquí la idea fuerza del relato de La Bella y la Bestia, una ley universal aplicable a cualquier tiempo y lugar, invariable y válida. Estas ideas son las que convierten una historia cualquiera en un clásico atemporal.
Finalmente, la figura masculina del marido es asimilada y aceptada con todo lo que ello conlleva. Sí, las relaciones sexuales. La máxima diferencia entre la figura masculina paterna y la figura masculina – amorosa. ¡Complejo de Electra superado!
Las metamorfosis
¡Se rompió el hechizo maligno sobre el castillo y todos sus moradores, con la declaración de amor de Bella!
Se produce la primera metamorfosis del cuento: el oscuro y tenebroso castillo se transforma en un lugar de ensueño, luminoso y diáfano. La primera impresión que creó el viejo palacio era de hostilidad y peligro, sensaciones al topar con un lugar nada familiar, extraño. Esto ha dejado de ser así por el anhelo de Bella por volver al que ahora sí reconoce como su hogar.
La segunda metamorfosis del relato se da cuando la Bestia se transforma en un apuesto príncipe, maldito por una hechicera malvada. La Bella ha dejado de ver a la Bestia y consigue distinguir al hombre bello por sus numerosas virtudes y que propiciarán el matrimonio, con su consiguiente consumación.
Por último, de la mano de la hermosa dama de los sueños de Bella, observamos la tercera y más cruel metamorfosis de todas: la hechicera decide castigar a las pérfidas hermanas de Bella transformándolas en estatuas con conciencia, para que puedan ver la felicidad de su hermana menor y chincharse. En teoría la hechicera las castiga de este modo hasta que sean buenas personas, pero sabe que eso jamás ocurrirá.
Desde mi punto de vista, un castigo desmesurado que recuerda a muchos otros, como el de las hermanastras de Cenicienta, en todas sus versiones (excepto Disney). La catarsis que experimentamos por el castigo de las hermanas de Bella es digno de las películas de Chuck Norris, pero así y todo, yo albergo la esperanza de que algún día sientan amor por su hermana y por sí mismas (podéis llamarme ingenua, pero tengo fe en los humanos). De este modo tan sutil, la hermosa dama elimina de un plumazo el mal de la vida de los futuros reyes.
Solo me queda una cuestión… ¿Cómo es que Bella, tan buena, piadosa y amorosa con todos, permite el castigo hacia sus hermanas? Porque, pensemos: a lo mejor no sabe qué ha sido de ellas, pero las debió echar en falta en algún momento de la boda. Siempre me gusta pensar que, hasta la más pura de las figuras femeninas protagonistas de los cuentos de hadas, tienen su punto de perversidad. JA-JA-JA-JA-JA (risa maligna). Además, ¿quién no ha sido en algún momento de su vida bella o bestia?
Lo podéis comprobar en la historia de las Cenicientas y en La maldición de ser Blancanieves: baile de reinas.