Título
LA BELLA Y LA BESTIA 1
La versión más difundida de este cuento de hadas se dio a conocer al gran público y se popularizó a partir de la adaptación que la escritora francesa Jeanne-Marie Le Prince de Beaumont escribió al final de su vida, en 1770. Fue su último cuento. Jeanne-Marie Le Prince de Beaumont consiguió adaptar una historia de 400 páginas abreviándola y quedándose con la esencia fundamental de la trama, que yo llegué a conocer de niña. A principios de los 90, la Disney triunfó con su personal versión de la historia (una de mis favoritas) de la que ya os hablaré en otro momento.
Este relato tradicional europeo tiene muchas y muy diferentes versiones. La más antigua se remonta hasta la Roma Clásica pero también existen variaciones de esta misma leyenda en otros continentes a lo largo de la historia. Esta “coincidencia” resulta un dato curioso, pues la dualidad bella/bestia no es exclusiva de la cultura occidental sino que más bien obedece a un canon o patrón elemental insertado en el subconsciente del ser humano y que se repite sistemáticamente en cualquier cultura y época. Toda sociedad necesita esta dualidad entre lo bello y lo siniestro.
Aquí transcribo la primera parte del relato de La Bella y la Bestia:
Transcripción
“Érase una vez un mercader muy rico que tenía seis hijos, tres varones y tres mujeres; como era hombre de muchos bienes y de vasta cultura, no reparaba en gastos para educarlos. Las tres hijas eran muy hermosas; pero la más joven despertaba tanta admiración, que de pequeña todos la apodaban “la bella niña”, de modo que se le quedó este nombre para envidia de sus hermanas.
No sólo era mucho más bonita, sino también más bondadosa. Las dos hermanas mayores se hacían las grandes damas y se negaban a que las visitasen las hijas de los demás mercaderes: únicamente las personas de mucho rango eran dignas de hacerles compañía. Se presentaban en todos los bailes, reuniones, comedias y paseos, y despreciaban a la menor porque empleaba gran parte de su tiempo en la lectura de buenos libros.
Las tres jóvenes eran solicitadas en matrimonio por muchos mercaderes de la región, pero las dos mayores los despreciaban y rechazaban diciendo que sólo se casarían con un noble.
La Bella agradecía muy cortésmente el interés de cuantos querían tomarla por esposa, y los atendía con suma amabilidad y delicadeza; pero les alegaba que aún era muy joven y que deseaba pasar algunos años más en compañía de su padre.
De un solo golpe perdió el mercader todos sus bienes, y no le quedó más que una pequeña casa de campo a buena distancia de la ciudad.
Lleno de pena su corazón, llorando hizo saber a sus hijos que era forzoso trasladarse a otra casa, donde para ganarse la vida tendrían que trabajar como campesinos.
Sus dos hijas mayores respondieron que de ningún modo abandonarían la ciudad, pues no les faltaban enamorados que se sentirían felices de casarse con ellas, no obstante su fortuna perdida. En esto se engañaban las buenas señoritas: sus enamorados perdieron totalmente el interés en cuanto fueron pobres.
Las muchachas de los otros mercaderes y sus familias comentaban:
-No merecen que les tengamos compasión. ¡Qué se hagan las grandes damas con las ovejas!
Pero, al mismo tiempo, todo el mundo decía:
-¡Qué dolor nos da la desgracia de la Bella! ¡Es tan dulce, tan honesta!…
No faltaron caballeros dispuestos a casarse con ella, aunque no tuviese un centavo; la joven agradecía pero respondía que le era imposible abandonar a su padre en desgracia, y que lo seguiría a la campiña para consolarlo y ayudarlo en sus trabajos. La pobre Bella se decía a sí misma:
-Nada obtendré por mucho que llore. Es preciso tratar de ser feliz en la pobreza.
Cuando llegaron a la casa de campo, el mercader y sus tres hijos se dedicaron a labrar la tierra. La Bella se levantaba a las cuatro de la mañana y se ocupaba de limpiar la casa y preparar la comida de la familia. Cuando terminaba sus quehaceres se ponía a leer, a tocar el clavicordio, o bien a cantar mientras hilaba o realizaba alguna otra labor. Sus dos hermanas, en cambio, se aburrían mortalmente; se levantaban a las diez de la mañana, paseaban el día entero y su única diversión era lamentarse de sus galas y visitas perdidas.
-Mira a nuestra hermana menor -se decían entre sí-, tiene un alma tan vulgar, y es tan estúpida, que se contenta con su miseria.
El buen labrador, el padre, sabía que la Bella era trabajadora, constante, paciente y tesonera, y muy capaz de brillar en los salones. Admiraba las virtudes de su hija menor, y sobre todo su paciencia, ya que las otras no se contentaban con que hiciese todo el trabajo de la casa, sino que además se burlaban de ella”.
Retrato de familia
En la introducción del cuento se nos presentan los primeros personajes del relato y se hace un retrato detallado de sus caracteres, a excepción de los tres hijos. Aparece como de costumbre uno de los números considerados mágicos: el número tres. Aunque el mercader tiene seis hijos en total, en el relato se hace desde el principio la distinción entre ambos sexos: tres hijos y tres hijas. Pero por encima de todo, el número tres y la figura geométrica que conforma simbolizan la perfección (numérica, terrenal, racional, espiritual…)
La autora se centra desde el inicio en el triángulo femenino dejando a los hermanos en un plano secundario, pues poco sabemos de sus personalidades, tareas o relaciones con respecto al resto de la familia. Así, la autora del relato fija, determina y delimita cuál será el tema principal que abordará a través del cuento: el papel de las mujeres en la sociedad de su época y el rol determinante del padre con respecto a las relaciones futuras que establezcan dichas mujeres. Ni siquiera la autora del cuento abandona la misoginia inherente a las clases aburguesadas de su siglo. Desde el principio simpatizamos con la Bella por ser buena y rechazamos a sus hermanas por ser vanidosas. Se establece una marcada dualidad entre la buena y la mala mujer (moralmente hablando).
Dicho esto, las características femeninas son esenciales para el desarrollo de relato.
El carácter del padre en el cuento también es descrito con sumo detalle por su importancia como figura paterna y modelo masculino predominante en la vida de las muchachas.
Este amoroso padre, rico, culto y atento se desvive por sus tres hijas, pero en especial por su “ojito derecho”, Bella, pues es de las tres la más dulce, amable y virtuosa. Aunque no hace distinciones a la hora de agasajar con regalos a las tres hijas, queda claro desde el principio que no serán las zarandajas las que conmuevan el corazón de la menor de ellas, sino cosas más humildes y a su vez más complejas (literatura y música). Este hombre es retratado como trabajador, atento, generoso, humilde y bueno con su familia. No trabaja sino para ofrecer lo mejor a sus hijos y se desvive por sus hijas tratando de complacerlas en todos sus caprichos.
Las niñas de sus ojos
La principal característica de la Bella es la belleza. Pero esta belleza no se limita al ámbito físico, sino que es superado por su bondad de espíritu. Se describe a Bella como una joven de múltiples virtudes propias de la época: buena, amable, honesta, dulce, delicada, complaciente, atenta… La mujer perfecta, en resumen. Además sus aficiones son bien sencillas, pues se pasa el día leyendo, tocando el clavicordio, aprendiendo… Es una joven de múltiples talentos dirigidos no solo a su propio placer sino al de agradar y complacer a los demás (como a su padre). No es muy dada a la vida social propia de las damas de la alta sociedad, sino que prefiere el acomodo, la sencillez y el calor de su propio hogar para disfrutar de su vida ermitaña junto a su padre, al que siempre hace compañía. Se perfila claramente un futuro ángel del hogar cuyo principal objetivo será la vida en el ámbito doméstico y la adquisición de virtudes y habilidades para entretener a las visitas. El vínculo entre Bella y su padre nos descubren a una muchacha frágil, incapaz de sobrevivir sin su figura predominante masculina.
Harina de otro costal son sus hermanas mayores. Estas dos mujeres son todo lo contrario a Bella: vanidosas, engreídas, caprichosas y envidiosas. Siempre que pueden critican y se burlan de su hermana menor pues atribuyen su comportamiento humilde y bondadoso al orgullo y a la pretensión de querer ser mejor que ellas. Incluso llegan a decir que Bella tiene un alma vulgar por no compartir los gustos ostentosos que ellas aman.
Son el centro del universo: el resto de los mortales están en el mundo por y para ellas, para satisfacerlas en su ego. El comportamiento de Bella así como el de otras personas humildes es interpretado como ataques personales basados en la envidia. Precisamente son su infelicidad y su propia envidia las que las mueve a comportarse de ese modo, pues nunca nada es lo bastante bueno para ellas.
Rechazan de manera burlona y maleducada a cualquier pretendiente que no sea de una posición social noble. Viven en la apariencia y ven a Bella como una rival a la que convierten en constante diana de sus burlas y desprecios, a pesar de creerla tonta y arrogante (envidia). Bella, lejos de rechazarlas, las adora y las estima como hermanas suyas que son.
Electra
En la presentación de personajes nos encontramos ante un nuevo triángulo: padre, Bella, hermanas mayores. El padre se situaría en el vértice superior de dicho triángulo pues de un modo u otro los otros dos puntos dependen de él y están subordinados a la figura paterna. Bella depende de la compañía y amor incondicional de su padre para ser feliz y las hermanas necesitan la fortuna paterna para llevar el estilo de vida que les permite presumir y aspirar a un marido perteneciente a la nobleza.
Pero el amor y las atenciones siguen caminos distintos. Mientras que el amor del mercader hacia Bella es recíproco (relación de necesidad afectiva correspondida), el amor que el hombre profesa por sus otras dos hijas no es correspondido: las hermanas mayores solo muestran un afecto interesado que depende de la situación económica. Tanto el carácter de Bella como el de su padre son puros y desinteresados (entre ellos y hacia las otras dos hijas). Sin embargo, las hermanas reciben el afecto de su padre y de Bella de manera interesada porque su modo de ser solo les permite utilizar a los demás para satisfacer sus propios intereses. Diríamos que el amor verdadero de estos dos personajes solo iría dirigido hacia sí mismas.
La relación establecida entre Bella y su padre se forja bajo unos cánones dieciochescos que reflejan la protección y el aprecio de la virtud como tesoro que hay que proteger. El mercader adora a Bella como su más preciado bien ya que la muchacha es virtuosa y juiciosa por naturaleza, y demuestra un amor incondicional hacia él.
Basándome en la corriente del psicoanálisis (un poco anticuada, lo sé), el vínculo afectivo padre-hija, por ser el primero, también se convierte en el más importante. Todas nuestras relaciones futuras se van a definir por la buena o mala relación afectiva paterno-filial de nuestra infancia. El padre se convierte en una figura para todos nosotros que puede ser admirada o detestable. Esto nos lleva de mayores a perseguir unos arquetipos sexuales de afinidad. A grandes rasgos se podría deducir cuál ha sido la relación afectiva de una persona con su progenitor observando los rasgos que resultan atractivos para dicha persona al buscar pareja.
¡Qué mala es la envidia!
Las hermanas mayores establecen un modelo arquetípico de la envidia, como consecuencia de la propia infelicidad. Estas hermanas nunca están satisfechas con lo que tienen pues consideran que nada está a su altura y que todo es poco para ellas. Como sus metas a corto y largo plazo no son alcanzadas, se sienten siempre vacías, infelices y contrariadas al ver que pese a su supuesta grandeza, nadie las aprecia en realidad (cuando la familia cae en la ruina económica, ningún pretendiente las corteja). Sin embargo, Bella sigue teniendo propuestas de matrimonio.
Para acallar su conciencia, achacan esta situación a la envidia ajena y no a la propia. Así, juzgan la actitud humilde de su hermana como orgullo por creerse mejor que ellas y piensan que el resto de la sociedad las desprecia porque sienten envidia. Están tan alejadas y alienadas de la realidad que son incapaces de ver lo más evidente.
Miden su propia valía por lo que poseen, por sus bienes terrenales que ni siquiera han adquirido por sí mismas. No se valoran por sus virtudes, pues no las tienen, y su posición les ha sido “regalada”: nada de lo que tienen, nada de lo que son es mérito propio, sino fruto del esfuerzo y el amor de su padre. Sin embargo, ellas creen que todo ese mérito les pertenece y se precipitan hacia una vida vacía, carente de objetivos salvo “la dolce vita”.
Esta también es la tragedia de muchas personas en el ámbito familiar, escolar, laboral… Personas “bellas”, humildes, trabajadoras que terminan siendo el blanco de personas muy inferiores a ellas. La envidia e infelicidad de esas otras personas se proyecta sobre sus víctimas a través de humillaciones, burlas y malos tratos. Estos “monstruos” son incapaces de alcanzar la felicidad por méritos propios debido a su ineptitud, torpeza e incapacidad de empatizar con sus semejantes. La frustración que llena sus vidas les hace confundir su propia envidia con la de los demás y utilizan las únicas armas que poseen, la mala leche, para humillar a los demás apoderándose de sus méritos o ridiculizándolos. Estas personas que hoy denominaríamos “tóxicas”, en realidad siempre ven amenazado sus status por el talento del resto. Las personas que más lástima o rabia dan son aquellas que necesitan agenciarse o ridiculizar cualidades ajenas, juzgar ligeramente a todo el que no se ajuste a su visión de la vida o sencillamente torturar a sus congéneres con su vida ordinaria, vacía, vulgar y corriente.
Como ya habréis podido comprobar, los roles femeninos estaban bastante limitaditos: ángel del hogar o bruja despreciable. ¡Aquí no hay término medio! Los personajes planos son arquetípicos de los cuentos infantiles.
Mala ventura
Cuando el infortunio se cierne sobre la familia y se ven obligados a mudarse al campo para sobrevivir, también queda bien clara la filosofía de cada personaje. Tanto el padre como los hijos aceptan estoicamente su nueva posición con humildad y no ven ninguna vergüenza en sus tareas. Los varones de la familia realizan las tareas más duras que son labrar la tierra y recolectar su fruto para poder alimentar a toda la familia. La resignación, el esfuerzo y el instinto de supervivencia definen a los hombres de esta familia.
Bella es la única de las mujeres que no pone ninguna pega a su nueva vida campestre, pues haya la felicidad allá donde vaya: “Nada obtendré por mucho que llore. Es preciso tratar de ser feliz en la pobreza”- Esa es su filosofía. La Bella madruga, realiza todas las tareas domésticas y si no tiene qué hacer, lee, cose, canta… Su carácter es decidido, sacrificado y cooperante. Es consciente de que debe asumir su rol de “ángel del hogar” para que su familia disponga de todo lo necesario al llegar a casa tras un duro día de trabajo. Ella realiza su parte, del mismo modo que los varones realizan la suya.
Por el contrario, las hermanas de la Bella demuestran una vez más su falsedad y desapego familiar. Ahora que son pobres no necesitan fingir cariño por su padre y se pasan el día quejándose por todo. No valoran la unión familiar ni lo que los demás hacen por ellas, solo ven miseria y se sienten desgraciadas por no vivir como ellas creen que merecen. Su holgazanería, altanería y desprecio por el esfuerzo de la familia las vuelve a poner en evidencia, como malas mujeres.
Continúa leyendo en La Bella y la Bestia 2 →
Hola Evita.
Lo que más me asombra de ti es la capacidad de análisis que despliegas en cada post. Es como si consiguieses meterte en la mente de todos los personajes de los que escribes y supieses exactamente lo que piensan, lo que sienten, lo que ansían y desean. Miedo me da de lo que puedas deducir de mí por las cosas que escribo. Por las cosas tuyas que he leído estoy convencido de que serías perfectamente capaz de saber más cosas de mí que yo mismo. ¡Uy, qué mal rollo! Es como si me sintiese espiado por los de Google o Facebook. Quita, quita…
Un beso, Fallera Mayor del Reino y Alcaldesa de Ciudad Esmeralda.
Eres la pera limonera, Pedro Fabelo. Si fuera capaz de saber todas esas cosas, ¿no crees que estaría yo desplumando Suiza?
Me alegra mucho que te gusten mis análisis. Recuerda: el gobierno es chachi y todo es dabuten =D
Besotes chato.
Me encanto tu post. Aunque no te habia dejado comentario hasta ahora te leí desde que llegadte a la comunidad. Me ebamoro el nombre del blog y después su contenido.
Me ocurre como con los bl9g de carmen pinero y sunni me pierdo en los post. Los releo y los estudio… cuando este en casa cigere el cuento y lo volvere a leer despacio. Besis amiga mia sonrisas claro para ti y tus letras.
¡Hola Marijose! ¡Qué alegría leerte por aquí niña!
Te agradezco mucho que me leas aunque no me dejes ningún comentario.
Muchísimas gracias por pasarte por aquí, preciosa. Besotes y abrazotes.
Me quedo impaciente, a la espera de todos tus post.
Jamás pensé sentirme tan cerca de la autora de la Ciudad Esmeralda cuando te leí por primera vez. Es una suerte estar cerca de tí, amiga.
Un abrazo.
Al final COLORÁ PERDÍA!
La afortunada soy yo y solamente yo. Gracias de nuevo por tu motivación. Abrazotes.
Qué pasada de análisis, Eva.
Me has dejado con ganas de releer el cuento y disfrutarlo con todos los datos y reflexiones que tu aportas.
Es un post maravilloso, amiga. Todo el blog es maravilloso.
Un abrazo.
Hola Alicia!
Vas a conseguir que me ponga “colorá”. De verdad que estoy encantada con tus palabras. Habrá segunda parte y también tercera. Esto de la bella y la bestia tiene mucha miga. Estoy pensando en dedicarle un post aparte solo a la relación entre bellas y bestias a lo largo de la historia. Será un poco 2 rombos, jijijiji.
Besotes amiga y espero que vuelvas a La Ciudad Esmeralda cuando quieras.