La interpretación de los cuentos
Mi propósito en esta sección es hacer una interpretación de los cuentos infantiles más famosos de la historia. Las interpretaciones que voy a realizar se basan principalmente en la simbología e incluso en el psicoanálisis. Voy a destriparte algunos de los cuentos populares más famosos de la literatura infantil. Así, porque tú lo vales. A ver, no es que vaya a contarte el final de los cuentos. Tú ya los conoces perfectamente. La cosa es un poco más trillada. Mi deseo es mostrarte con las “versiones originales” o “versiones no edulcoradas” de los cuentos clásicos que las patologías, problemas de adaptación y otros males considerados “enfermedades de nuestra sociedad moderna” no son en verdad tan modernos. Más bien han existido siempre en las sociedades de todo el mundo y la palabra escrita da fe de ello. Hasta los cuentos infantiles tradicionales tratan estos temas y reflejan trastornos tales como la depresión, el acoso, la ansiedad, la envidia, los miedos y las fobias, en sus páginas. ¿Se les daba importancia a estas dolencias en el pasado? Quizás no tanta como hoy en día, claro está. No existía la Psiquiatría o Psicología como ramas especializadas de la medicina. Pero lo que es innegable es que, aunque no se las denominara por su nomenclatura actual, siempre han estado ahí y la prueba viviente es la letra impresa.
Hasta el siglo XIX, generalmente, cualquier alteración más o menos grave en la conducta de un individuo era denominada como locura, tristeza, hechizo, mal de amores, posesión demoníaca, histeria… (y si se trataba de una mujer…te lo puedes imaginar: o loca o histérica). Ven conmigo y te mostraré lo que siempre tuviste ante tus narices pero no quisiste o no pudiste ver por su perversidad, maldad y pecado. Atrévete a descubrir la interpretación más oscura de los cuentos tradicionales (o no tan tradicionales) y descubrirás que no todo es tan inocente o tan transparente.
Caer por la madriguera del conejo
Durante mi etapa universitaria cursé muchas asignaturas relacionadas con la literatura. Se analizaban las obras literarias desde un punto de vista profundo, más allá del argumento, para entender las motivaciones e ideas de los autores, sus objetivos, y todos los recursos que habían utilizado para conseguir que su obra tuviese un carácter universal. Suena pedante y súper difícil, pero hasta un mono sería capaz de aprobar esas asignaturas con solo asistir a ellas (con todos mis respetos hacia los monos).
Ahora bien, un año tuve que enfrentarme (era troncal) a una de las asignaturas más fascinantes de la carrera, impartida por un profesor bastante carismático. Muchos profesores gustan de iniciar la primera clase del curso sacando la artillería pesada. Tratan de causar una profunda impresión en el alumnado desde el primer día utilizando sus mejores trucos de magia y prestidigitación para demostrar su atractivo y avisar a navegantes que “su asignatura no se reduce a “tema 1, tema 2, tema 3…”, no. Su asignatura es especial y, para argumentarlo, exhiben sus conocimientos más populistas, para deslumbrar a las jóvenes mentes con su genialidad. Como alumna, debo reconocer que conmigo funcionó. Me quedé completamente embobada mirando y escuchando a aquel profesor en aquella primera clase del curso. Lo gracioso es ver lo mismo año tras año con otros docentes en otras materias y, desde la distancia, resulta muy cómico. Es como descubrir un truco de magia, después de haberlo visto: ves claramente en qué consiste la estrategia y pierde la gracia.
Volviendo a la clase, esta asignatura enseñaba que, a lo largo de la historia, la literatura se ha interpretado así o asá. Es decir, la literatura tiene que estudiarse teniendo en cuenta la época, la cultura, la política, la economía, la filosofía, etc. Y fue entonces cuando descubrí la que me había caído: lo de estudiar literatura venía de serie con la carrera; ¿pero eso de tener que estudiar por narices historia, filosofía, psicología, política, etc.? ¡Eso era un full equip!
Aparte de lo puramente académico, el profesor comenzó su primera clase con una serie de ejemplos breves de obras literarias y el análisis que diferentes autores habían realizado sobre ellas. En algún momento se puso a hablar de los cuentos de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo y lo que Alicia encontró allí de Lewis Carroll. Yo no los había leído. Conocía las historias de oídas o por la película de Disney, pero aun así, me encantaban. Lo que dijo sobre esas dos obras y cómo las analizó, cómo les sacó punta dejando claro que en absoluto eran simple literatura infantil, me dejó toda loca. Dejó una profunda huella en mí y, a partir de entonces hasta ahora no he podido dejar de ver los “cuentos infantiles” (casi todos ellos) como monedas de dos caras o incluso tres (si contamos con el canto de la moneda).
Fui inmediatamente a comprar la edición donde venían los dos cuentos, Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo y lo que Alicia encontró allí. Ya no puedo remediarlo. Ahora cualquier película o serie de dibujos animados está llena de símbolos: que si el bien, el mal, la desconfianza, la pureza, el miedo, el camino hacia el autoconocimiento, etc., etc. Yo trato de sacar punta a los cuentos de hadas, de hurgar más allá de la historia, e intentar realizar una lectura diferente o al menos peculiar de ellas. Evidentemente, habrá quien coincida conmigo en ciertos aspectos de los análisis y habrá quien piense que debería dejar de esnifar pegamento.
Una vuelta de tuerca a la cara dulce e inocente de los cuentos tradicionales
Por supuesto, unas historias son más complejas que otras, de ahí que pasen a llamarse clásicos universales, o simplemente se queden solo en algo interesante pero que no trasciende más allá de su propia historia. Por poner un ejemplo de clásico universal, en el cuento de Caperucita roja y el lobo los niños ven a una niña que se encuentra realmente con un lobo que habla y la engaña para comérsela y, de paso, a su abuela. Ellos empiezan a temer a los lobos porque se comen a la gente y no quieren caminar solos por los pasillos a oscuras; los adultos suelen interpretar que el lobo es la representación del peligro y que para un niño inocente, la obediencia hacia sus padres es esencial para que sobrevivan; sin embargo, yo aún le daría otra vuelta de tuerca. Solo por fastidiar. La simbología tradicional, popular y religiosa han calado en nuestro consciente e inconsciente colectivo a través de la literatura de tradición oral, desde hace siglos. Gracias a la labor de autores de la talla de Charles Perrault (siglo XVIII) y posteriormente, los hermanos Grimm (siglo XIX), las historias basadas en antiguas leyendas europeas han perdurado. Ellos las recopilaron, las adaptaron, las publicaron y ahora constituyen uno de los mayores tesoros legados a la humanidad.
No quiero pecar de “marisabidilla”, haciendo análisis pretenciosos y pedantes sobre cuentos clásicos populares para abrir los ojos a la humanidad con mi intelecto superior (nada más lejos). Lo que me apetece es contarte una historia paralela, muy personal, que puede tener sentido para ti o puede hacerte pensar que me dejo llevar demasiado por mi imaginación y, por tanto, creas que sobre interpreto determinados pasajes de manera fantasiosa o poco realista. Solo es un punto de vista, no trato de alcanzar verdades absolutas ni nada por el estilo. No aspiro a nada más que a escribir algo que te interese, te ayude o te dé qué pensar. Esas interpretaciones están sujetas a la opinión y subjetividad de esta servidora. Son puntos de vista que pueden ser discutidos y, por supuesto, cualquier otra posible interpretación u opinión sobre estos símbolos por tu parte, será más que bien recibida. Así que ya sabes, la interpretación de los cuentos puede resultarte una beneficiosa terapia porque te permitirá encontrar reflejos de tus propios problemas disfrazados de princesas, hadas, malvadas brujas y lobos feroces. Pero ándate con ojo: el bosque es tenebroso y las ramas secas de los árboles parecen querer apresarte…