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Érase una vez la escritura como terapia contra la depresión
Érase una vez la escritura como terapia contra la depresión, remedio mágico y milagroso que funciona muy bien. Desde mi propia experiencia, te aseguro que se trata de un tratamiento muy recomendable para combatir algunos de los problemas de adaptación más duros como la ya mencionada depresión, ansiedad, fobias, insomnio, falta de autoestima… y otros parásitos mentales. Desde que enfermé hace más de dos años, escribir un diario me ha ayudado a conocerme mejor. Leo lo que escribía al principio y no me puedo creer que sea la misma persona de hoy. Empecé con un diario ¡y ahora escribo en mi propio blog!
Si te sientes mal, un diario personal es la mejor opción
Una buena opción para iniciarte es escribir un diario personal donde expreses tus sentimientos, tus miedos y tus deseos de la manera más íntima posible. Sincerándote contigo mismo, siendo tú. Si te decantas por escribir un diario, te animo a que hagas el siguiente experimento: cuando lleves muchos días escribiendo, meses incluso, échale un ojo a tus primeras páginas y observarás cómo has evolucionado desde el primer día. Te sorprenderá.
Cuando empecé con mi diario solo escribía frases tipo telegrama, desganada, con lo que me había ocurrido ese día. Nada de sentimientos. Al cabo de un mes pasé de escribir cuatro frases a escribir una página entera. Me desahogaba en aquel libro de páginas en blanco y las llenaba con todos mis más íntimos pensamientos. Me hacía preguntas sobre mi vida, mis errores, mis opciones, mis objetivos… y me respondía a mí misma con argumentos viscerales, nada lógicos o inteligentes. Esto fue cambiando. Poquito a poquito, y conforme mejoraba en mi dolencia, mis reflexiones tenían mucho más sentido común. Después, mi mente se volvió más optimista porque al repasar el diario desde el primer día, pude ver mi asombrosa evolución psicológica y personal. A veces, escribir sobre hechos traumáticos y desagradables me hundían un poco más en mi miseria personal, pero el hecho de sacármelo de la cabeza y que se guardaran en el interior de aquel libro de páginas en blanco, aligeraban un peso que no sé cómo explicar. Siendo un poco escatológica (sé que me perdonaréis), era como vomitar algo que te ha sentado mal. Al poco de haberlo arrojado, empecé a sentirte mejor: aliviada y lista para volver a morder un trozo de vida.
Cuando escribes aprendes a ver tus propias vivencias y las de otros de manera más pausada, desde las alturas. Dedicar diez minutos a la escritura te hace observar, pensar y resolver. Reflexiona, ordena tus prioridades, fíjate objetivos y verás tu vida con mayor optimismo, ya que serás plenamente consciente de todos tus pasos. La escritura como terapia contra la depresión y otros parásitos es una gran herramienta que te permitirá tener una visión total del puzzle que somos todos y cómo encajas tú en él.
Volver a escribir como un niño está en tu mano
¡Que no te dé pereza! Ya… ya sé lo que estás pensando… ¿desde cuándo escribir una redacción es un juego para un niño? Tienes razón, “me has pillao con el carrito del helao” .No es exactamente un juego de niños pero podemos aderezarlo para que así sea. Al fin y al cabo, yo escribía de niña y para mí era más que un juego: unas veces escribía con mimo, dedicación, pureza y detalle; otras veces, era directa, ruda o zafia, descuidada y apocalíptica. Voy a guiarte para que esta actividad no sea un tostón para ti, sino todo lo contrario. Un juego terapéutico donde podrás expresarte libremente, escribir sobre cualquier asunto (real o imaginario) y además hará que te sientas omnipotente, todo un dios.
He aquí un ejemplo:
“Hola, me llamo Bond, James Bond y soy un espía inglés al servicio de su majestad. Mi trabajo consiste en espiar a los malignos, informar a mi jefe y luchar contra esos malandrines para proteger y poner a salvo mi país. También investigo, doy palizas y mato a los esbirros del malo sin despeinarme. Tengo la habilidad de salir airoso y elegante de cualquier tipo de situación, por muy sucia, complicada o inverosímil que sea.
Soy huérfano y no tengo familia. Si no estoy en alguna arriesgada misión, me gusta emplear mi tiempo libre en viajar solo. Tengo bastante éxito con las mujeres pero mis relaciones no duran mucho. Me encantan los coches rápidos, en especial, los Aston Martin. Mis mayores virtudes son la lealtad, mi habilidad para usar cachivaches y mi puntería. Mis defectos son ir un poco a mi bola y desoír a mis superiores, mi egolatría y misoginia.
Mi sueño sería comprarme un chaletito en la costa, Denia, Altea, Jávea, Canet… y bajar todas las tardes al bar a picar unas bravas con alioli y tomar una cerveza fresquita con los parroquianos. Después, la partida de tute y buscar una chica sexy para que me haga compañía”.
¿Ves qué bien? Fácil, ¿no? Puedes alargarlo todo lo que quieras, dedicar más renglones a lo que te gusta… Tú mandas. El siguiente paso consiste en expresar cómo te sientes con respecto a tu vida: tu trabajo, tu familia, pareja, amigos, cómo crees que te ven los demás, qué cosas te gustaría que estuvieran siempre contigo y cuáles no (incluidas personas) y porqué.
También puedes escribir sobre los recuerdos de tu infancia, los buenos y los malos: qué solías hacer en el colegio, cómo eran tus compañeros y amigos, alguna trastada, aventura o gamberrada que tenías guardada. Cómo era la relación con tus padres y hermanos; qué recuerdas de tus abuelos, cómo pasabas las vacaciones, tu primer amor…
Otra idea que te puede inspirar es la ficción, inventar: cuentos, fantasías, mundos imaginarios… Aquí tendrás que echar mano de la artillería pesada, amigo. Puedes contar el relato en primera persona (yo soy el protagonista); también puedes ser un testigo de lo que ocurre (como un espectador que lo vio todo) o puedes ser el famoso narrador omnisciente, el de los cuentos. Tú hablas en tercera persona. Eres como un ser que lo sabe todo sobre todos, incluso qué pasará, y después, se lo cuentas a otros. ¿Por qué digo que no eres directamente el protagonista? Bien, en este tipo de relatos se supone que tú hablas de otros, incluido el protagonista. Pero también puedes hacer las dos cosas al mismo tiempo. ¿Cómo? Pues muy sencillo: hablarás del protagonista como si fuera alguien que conozcas, pero en realidad siempre será una proyección de ti mismo. Por ejemplo: imagina que quieres ser un carcelero en tu historia. Tú vas a inventar una personalidad, una aventura, un pasado, un presente y un futuro para este personaje y le darás los atributos que te gustarían que fueran tuyos en el mundo real. Pues bien, narra la historia como si fuera un personaje que no tiene que ver nada que ver contigo, como para que no se note que en realidad eres tú. Ahí va una muestra:
“Érase una vez una joven carcelera que custodiaba una prisión secreta, en una isla desconocida y rodeada de grandes rocas donde antiguos dragones protegían a la joven de los infames presos que allí cumplían condena. La valiente y solitaria carcelera no solo vigilaba la prisión, sino que tenía que dar a los reos su comida y dejarlos salir una vez al día para que no enloquecieran. Era entonces cuando los dragones cumplían su cometido y mantenían a raya a los reclusos. Un día, llegó un preso nuevo. Enseguida llamó poderosamente la atención de la joven. No era como los demás…”
En realidad, tú eres la joven. Le pones el pelo que quieras, las manos que quieras, la ropa, poderes o habilidades que te apetezcan tener a ti. Y por supuesto, tú decides quién quieres que sea ese misterioso preso recién llegado… pero lo cuentas como si fuera otra persona. Puedes contar la historia de forma realista, puedes introducir la magia o elementos y seres fantásticos. ¡Hasta puedes mezclar los dos mundos! Fíjate:
“Estaba yo un día normal y corriente en el trabajo, haciendo mis cosas, cuando de pronto, apareció un jinete sin cabeza, nos dio los buenos días y decapitó justamente a la persona que peor me caía. Guardó la cabeza en una mochila, limpió la sangre del suelo con una fregona y desapareció galopando por las calles de la ciudad. Eso sí, respetando todos los semáforos, cedas y pasos de peatones que encontraba. Asesino, sí. Educado, también. Ya quedan pocos así”.
Sé creativo, sé malo, sé bueno, sé irónico, utiliza tu sentido del humor y aprovéchalo todo para expresar tus sentimientos y poner en su sitio a quien tú quieras. La escritura lo puede todo: puedes viajar, hacer aquello que no pudiste, conocer sirenas y elfos, puedes volar, espiar, recordar, descubrir, diseñar tu futuro, dar vida y quitarla a placer, puedes ser héroe o villano, puedes reconciliarte con alguien o puedes insultarle o hacer que se convierta en rana…
Una idea divertida es que empieces a escribir un cuento corto o una historia breve con la ayuda de algún niño. Es fascinante. Te pueden dar ideas, te ayudan a conocer más allá de los límites establecidos y por supuesto, son una compañía encantadora. Deja que te aconsejen, que cambien cosas o sencillamente conviértelos en los protagonistas. Así seguro que seréis felices y comeréis perdices.
La literatura es el mayor logro de la humanidad, pues a partir de la primitiva y rudimentaria palabra, creamos la ficción en las mismas cuevas, ficción que calma la inevitable venida de la muerte, capaz de perdurar en el tiempo y de convertir en posible lo imposible.
Lo mejor es no agobiarse. Se supone que esta actividad debe resultarte agradable, atractiva, divertida y liberadora. No pretendemos publicar un best-seller (a no ser que te animes, claro). Solo quiero que te sueltes, que dejes volar tu imaginación sin pensar en la ortografía, los signos de puntuación, o si la historia tiene mucho o poco sentido, o si lo terminas o lo dejas a medias. Recuerda: si una actividad te aburre o no te ayuda a nivel personal, es que no es tu actividad.
¿Cómo me ayuda la escritura como terapia?
Esta actividad te aportará mucho y a muy distintos niveles. Casi sin darte cuenta vas a combinar en una misma actividad lo físico y lo metafísico: la escritura y tu vida interior. Una vez mi marido me dijo que “a una persona se la conoce mejor por lo que calla y no por lo que cuenta”. Aquello me dio mucho en qué pensar y en la escritura no es diferente. Tus palabras pueden hablar de otros: seres imaginarios, anécdotas de la infancia, tu familia, tus amigos… pero en verdad, todo habla de ti. Así que escribiendo descubrirás qué es lo que deseas o qué cambiarías en tu vida. También te ayudará a desaguar sentimientos, tanto buenos, como malos. Tu subconsciente aflorará y comprenderás mejor rasgos de tu personalidad a partir de lo que cuentas, de lo que no cuentas, de lo que inventas… Un retrato de tu alma.
Las ventajas de la escritura como terapia no se detienen ahí. A nivel físico, escribir te ayudará a mejorar y agilizar tu memoria. Cuando escribes, estás fijando la vista en tu redacción sobre el papel. De esta manera, la información se retiene mejor en tu cerebro. Además, las personas que escriben habitualmente redacciones, cuentos o historias adquieren una mayor capacidad de comunicación y conocimiento, pues el pensamiento humano necesita ser expresado a través del lenguaje. Si ese lenguaje se trasmite a través de la palabra escrita, perdurará en la memoria y en el tiempo. La escritura como terapia contra la depresión te ayudará en muy distintos ámbitos: catarsis, autoconocimiento, agilidad mental, evolución personal y, además mantener la mente ocupada en una actividad que exige concentración y dosis de creatividad.
Que buena entrada.
La escritura como medio de superar traumas, complejos y depresiones.
También como medio de desahogo, consuelo y liberación. No en vano los adolescentes de mi época escribían un diario, Ahora todo ha cambiado y con los móviles los Ifhone y tablets se escriben entre ellos por Line, Whasapp y Skype ….no es lo mismo pero prácticamente sirve igual.
Escribir y leer crea mundos donde escapar y soñar con tiempos mejores.
Un abrazo
Muchas gracias Francisco. Me alegro de que te haya gustado mi post.
La escritura nos da un poder inimaginable y tiene la maravillosa virtud de ayudar a superar determinados traumas y, al mismo tiempo, desahogarnos y liberarnos como tú muy bien dices. Lo que realmente siempre me ha fascinado de la escritura es lo bien que puedes llegar a conocer al escritor a través de su discurso. Es por esto que decidí dar un paso más en estas conjeturas y descubrí que la lectura y la escritura es un acto íntimo e individual que te conduce hacia el autoconocimiento, sin duda una gran meta.
La diferencia más grande que observo entre la costumbre de escribir diarios y las prácticas juveniles actuales de escritura y expresión en las redes sociales, es la eterna asociación entre la apología del individualismo vs. sociedad colmena. Ambas defendibles y censurables, cada cual debe encontrar su propio camino para dar consigo mismo.
Gracias de nuevo por tus palabras. Nos leemos.
Hola Eva
totalmente de acuerdo. Escribo desde niña, escribía mi diario, poemas y pequeños relatos. Durante dos años escribí todos mis sueños al levantarme para que no se me olvidaran . Escribir forma parte de mi vida desde siempre y es liberador. Escribo cuando siento cualquier emoción. Como tu animo a que todos lo hagan. Se aprende mucho de uno mismo. Me encanta tu blog es genial Besos
Muchas gracias Cristina, valoro mucho tu opinión al respecto y sé lo que ha significado la escritura para ti. Verdaderamente es una forma muy sana de aprender sobre uno mismo y reconocer y comprender las propias motivaciones, miedos y también virtudes. Me alegra mucho que te guste mi blog.
Por cierto, para ti y para quien esté interesado recomiendo un buen libro para que veas claramente cómo la escritura no solo es un oficio, sino una forma de entender el mundo, la tabla del náufrago y la antorcha de la victoria. Este libro se llama La sombrilla de Lola, de mi amiga Cristina Tamarit, y es el mejor ejemplo de que la letra es más poderosa que la espada. Un saludo.
Hola, Eva. Me alegro de que la escritura te haya salvado de ese pozo sin fondo que es la depresión. Yo, al igual que tú, también considero la escritura una fantástica terapia personal para aniquilar a esos fantasmas que anidan en nuestro interior alimentándose de nuestras debilidades. Escribir te libera de alguna forma, te empuja a entrentarte a tus miedos y, con suerte y tenacidad, hasta a vencerlos.
Lo dicho, celebro que la escritura te haya hecho recuperar las ganas de vivir. Un abrazo muy fuerte, chiquilla. Y sigue escribiendo.
Totalmente de acuerdo contigo, Pedro. La escritura no solo es un pasatiempo para distraer la mente sino que además, te libera de muchas cadenas y puedes llegar a conocerte mucho mejor. A veces nuestros problemas pueden viajar de la cabeza al brazo, del brazo a la mano, de la mano al teclado o lápiz y de ahí al papel, para quedarse allí. Otras veces llegamos a reconocernos entre las letras y experimentamos una revelación negativa o positiva.
Por cierto, la escritura se ha portado muy bien conmigo pero también los que me rodean y los nuevos amigos.