Título
El soldadito de plomo
Una vez más repasamos uno de esos cuentos populares con un final que hoy en día no podría considerarse demasiado feliz. Esto no significa que el final no sea bueno o hermoso, es más, el final de esta obra es uno de los más románticos y poéticos que se recuerden, pero carece del almíbar típico de los cuentos más contemporáneos. Esta narración original de Hans Christian Andersen, que en principio no iba dirigida a niños, posee todos los elementos típicos de la tragedia clásica griega: el héroe, el amor, el viaje y la aventura, el destino… pero no son encarnados por personajes humanos, sino por juguetes. He aquí un elemento novedoso en El soldadito de plomo, porque si bien es cierto que en El Cascanueces de Los cuentos de Hoffmann (coetáneo de Hans Christian Andersen) ya encontramos juguetes que cobran vida e interactúan con humanos, es Andersen quien crea una historia protagonizada íntegramente por juguetes.
Sin más preámbulos, conozcamos mejor este cuento leyendo un breve resumen:
Transcripción
“Una caja de veinticinco soldaditos de plomo fue uno de los regalos que recibió un niño el día de su cumpleaños. Al abrir la caja, descubrió que a uno de ellos le faltaba una pierna porque fue el último en ser fundido y no quedó plomo suficiente. De todos los juguetes que había en la habitación, el soldadito de plomo se fijó en una bella bailarina hecha de papel que levantaba la pierna tan alto que parecía tener solo una. Cuando todos se marcharon los juguetes cobraron vida y comenzaron a moverse por toda la habitación. A media noche un muñeco malvado salió de la caja de sorpresas y amenazó al soldadito prohibiéndole mirar a la bailarina, pero este no hizo caso y siguió contemplando a la bailarina que danzaba para él.
A la mañana siguiente el soldadito de plomo fue a parar a la ventana y cayó hasta los adoquines. Allí en el suelo fue encontrado por dos niños que fabricaron un barquito de papel y subieron al soldadito a bordo mientras se deslizaba hacia una alcantarilla. Sujetando fuertemente su fusil y sin perder el equilibrio, el soldadito cayó y navegó sin rumbo por las oscuras aguas mientras una rata lo perseguía. El barquito de papel se hundía y el soldadito solo pensaba en la bailarina. Terminó por hundirse y de repente un pez se lo zampó.
De pronto el soldadito volvió a ver la luz y se encontró de nuevo en la misma habitación de juguetes del día anterior. Resulta que el pez fue pescado, vendido y comprado para la misma casa y cuando lo estaban cortando en la cocina, apareció el soldadito de plomo en su interior. El soldadito y la bailarina se miraron pero sucedió que el niño, movido por el muñeco malvado, arrojó al soldadito a las llamas de la chimenea. Una corriente de viento hizo que la bailarina cayese también en el fuego junto al soldadito de plomo. A la mañana siguiente, encontraron entre las cenizas un corazón de plomo y una lentejuela de la bailarina”.
Un héroe de verdad
La primera cosa que nos llama la atención de este cuento es sin duda la condición física del protagonista. No se trata del típico héroe (en este caso un soldado) hermoso y perfecto. Nuestro héroe tiene lo que hoy podría denominarse una minusvalía y es que es cojo, le falta una pierna. Se explica en el cuento que esto se debe a que se quedaron sin plomo cuando fabricaban los 25 soldaditos, como un defecto de fabricación. De tratarse de un auténtico soldado, podría interpretarse como una herida de guerra. La cuestión es que a pesar de que esta tara resulta algo poco atractivo para un juguete de acción, el soldadito compensa con creces su cojera con su personalidad. Se trata de alguien honorable, leal, valiente y sensible.
Volvemos a hablar de la belleza interior que suple la carencia de belleza física, como en la narración de La Bella y la Bestia. Mientras que quizás el niño dueño de este juguete solo lo juzgue por su apariencia defectuosa, Hans Christian Andersen consigue que el lector admire el coraje del soldadito de plomo que es capaz de superar cualquier obstáculo con valentía y honor. Esta identificación del lector con el protagonista se completa con la aparición del personaje femenino del cuento, la hermosa bailarina de papel. El soldadito no solamente es un héroe de acción, sino que también posee un alma sensible, capaz de enamorarse de la belleza y talento de una bailarina. El amor parece ser correspondido dado que la bailarina también mira al soldadito sin cesar e incluso baila para él. La posibilidad de un romance con un ser angelical conmueve al lector, pues sabe que la bailarina no ve tara alguna en el soldadito de plomo y es capaz de advertir otras virtudes.
Andersen es un maestro a la hora de convertir personajes poco agraciados en héroes de cuento de hadas, como El soldadito de plomo, El patito feo o La pequeña cerillera. Podría decirse que fue un pionero en el hecho de reivindicar la belleza interior. La perfección no es algo que interese a este autor, pues siempre pone el acento en el reconocimiento de la virtud en sus personajes. Es por esto que protagonistas como el soldadito de plomo han pervivido como auténticos héroes. No hay que olvidar que el viaje al que fortuitamente se ve arrojado nuestro protagonista se parece inequívocamente a La Odisea. El héroe de la tragedia clásica, nuestro soldadito de plomo, por decisión de los hados se ve abocado a la aventura a través de las alcantarillas, las aguas y los peligros hasta llegar de vuelta al hogar con su amada.
Si tengo clara una cosa acerca del protagonista de este cuento es su grandeza y su fortaleza interior. Todos deberíamos aprender del soldadito de plomo. Le falta una pierna pero eso no le impide seguir siendo soldado, conquistar un amor, enfrentarse al peligro y superar todos los obstáculos. Nada le importa salvo el amor de alguien que le valora por ser especial, la bailarina. A veces nos esforzamos por impresionar a quienes nos desprecian sistemáticamente y no valoramos suficientemente a todos aquellos que nos aman por lo que somos, tal y como somos. Son ellos los que merecen nuestro esfuerzo y nuestro amor.
Otra gran prueba de fortaleza del soldadito de plomo es que a él no le acobardan la naturaleza, el tamaño o la importancia del enemigo. Desoye por completo las amenazas del duendecillo de la caja de sorpresas, pues para un soldado no es una autoridad. No se rinde ante la adversidad, asume su destino y planta cara a la rata que lo desafía. Cuando está a punto de morir ahogado no piensa en la muerte, sino en su querida bailarina. El amor, el honor, el deber, están por encima de la muerte. El protagonista teme ser rechazado por la bailarina, pero tiene claro que el muñeco de la caja no es nadie, a pesar de sus amenazas. Nadie debería decirnos a quién amar, qué hacer o qué temer. Por estas razones admiro profundamente al protagonista de este relato, un héroe de verdad.
El malo: dicen por ahí…
Hay un personaje maléfico dentro del cuarto de juguetes. Se trata del antagonista, del malo del cuento. Una especie de muñeco o duendecillo que vive dentro de una caja de sorpresas. La sorpresa nos la llevamos nosotros con su primera aparición, justo a medianoche y no antes. Una característica típica de los elementos mágicos dentro de la imaginería fantástica popular: la hora bruja. Este personaje diabólico cae mal desde el principio pues se revela como un ser manipulador, abusón, amenazante, pendenciero y peligroso. A pesar de todas estas cualidades oscuras, observad cómo el soldadito de plomo no solo desoye las palabras del muñeco, sino que parece ignorarlas casi involuntariamente. Nuestro protagonista está tan absorto admirando la belleza de la bailarina que parece no atender siquiera a la presencia de su enemigo. ¿La ceguera del amor? Quizás. Ya sabéis que la fuerza del amor es capaz de volvernos audaces, valientes o incluso imprudentes…
Lo que está claro es que la malicia de este juguete no se limita solo al ámbito fantasioso del mundo de los juguetes, sino que sus zarpas son capaces de alargarse hasta la mente humana. Y es que el juego diabólico al que juega el malo de esta historia solo se menciona de pasada, en una frase corta pero muy reveladora y sin duda desencadenante del fatal destino de los amantes. Cito literalmente desde el cuento original de Hans Christian Andersen:
“De pronto, uno de los niños agarró al soldadito de plomo y lo arrojó de cabeza a la chimenea. No tuvo motivo alguno para hacerlo; era, por supuesto, aquel muñeco de resorte el que lo había movido a ello.”
Se dice explícitamente en el cuento que la razón por la cual el soldadito de plomo termina siendo pasto de las llamas es la perfidia de este ente que influye en la conciencia del niño para que lo arroje al fuego de la chimenea. Aquí el duendecillo se transforma en una especie de conciencia diabólica capaz de manipular a su antojo la mente de un niño. Podría interpretarse que el mal influye sobre todo en las mentes más débiles. Es decir, el personaje malo actúa movido por la rabia y la envidia. Al no conseguir que el soldadito se doblegue a su voluntad, consigue vengarse de él a través de otro actor, en este caso la mente frágil de un niño, altamente manipulable.
Trasladando esto mismo a nuestra realidad, veríamos claramente un caso de acoso y manipulación perversa para conseguir un fin a través de un tercero. Lo que hoy denominaríamos “comerle la cabeza a alguien” o “lavarle el cerebro a alguien” para vengarse de otro a través del débil. Esto me suena de algo. ¿Cuantísimas veces una buena persona ha sido perjudicada a través de chismes y malas acciones que ha difundido algún envidioso utilizando la manipulación de otros? Hans Christian Andersen utiliza el personaje del niño para plasmar a los “objetos” de los que se vale el maligno para hacer daño a quien no le cae bien. Un ser inocente al fin y al cabo, una mente débil. Pero en el mundo real las mentes manipuladas no son mentes infantiles, sino mentes adultas que podríamos denominar poco inteligentes, pues son conducidas por los intereses de una mala persona. Quien hace daño inducido por este tipo de personas no puede considerarse inocente, pues participa de un juego sucio sin cuestionarse nada más. La inocencia desaparece en cuanto nos dejamos llevar por la perfidia y rechazamos toda opción de utilizar la lógica o el sentido común para valorar los hechos por nosotros mismos.
Así que cuidado con lo que decimos o hacemos cuando otra persona muestra interés en que nos unamos a su sentimiento negativo hacia alguien. Puede esconder intenciones personales contra ella y nos involucra solo para utilizarnos como peleles sin voluntad, ni criterio para lograr sus fines: hacer daño a toda costa. Estos “demonios” suelen aprovecharse del morbo que sienten otras personas al escuchar hablar mal de otros y del sentimiento de superioridad que experimentan al sentirse importantes por creer tener información exclusiva que denigra a los que no están en la conversación. Antes de creer o difundir rumores o actuar en perjuicio de alguien que no está, sería bueno hacernos determinadas preguntas como por ejemplo: “¿Por qué me está contando esto a mí?” “¿Qué gano yo con esta información?” “¿Cuál es la versión de la persona que no está?”. Solo así podremos saber cuáles son las verdaderas intenciones del informador sin ser manipulados y evitar hacer daño por placer.
Final feliz desde el romanticismo
Muchos ven el trágico final del soldadito de plomo y la bailarina como un final triste, ya que ambos protagonistas terminan muriendo quemados en la chimenea y para colmo el muñeco malo no es castigado de ninguna manera. Pero realmente se trata de un bello final muy típico de la literatura que rescata el tópico del amor más allá de la muerte como en Romeo y Julieta, Cleopatra y Marco Antonio, Tristán e Isolda, Lady Di y Dodi Al Fayed…
El soldadito de plomo y la bailarina se amaban porque creyeron ver en ellos algo que los hacía diferentes a los demás, sin embargo el muñeco de la caja de sorpresas no estaba conforme con esta relación. La única manera que encontró Andersen para hacer que su amor y la virtud triunfasen fue terminar el cuento con este final tan trágico. El final sería perfecto si no fuera por un detalle, y es que el duende malo no recibe su merecido castigo. Y es que este final podría ser obra del duende o, como en las tragedias clásicas griegas, el destino o el capricho de los dioses a quienes les encanta jugar con las vidas de los mortales.
Hay otro detalle tremendamente romántico en este final y queda plasmado en el cuento cuando se dice que “El soldadito de plomo quedó deslumbrado y sintió un calor horroroso, pero no sabía bien si era por el fuego o por el amor…”. Existe un viejo cuento sufí que explica el amor de una manera deliciosamente gráfica a partir de la experiencia de tres mariposas. La primera mariposa se acercó al fuego y cuando sintió el calor en sus alas se fue y dijo: “he visto el amor”; la segunda mariposa se acercó más y sus alas se chamuscaron: “he probado el amor”, dijo; La tercera mariposa se lanzó al fuego y ardió. Fue esta quien realmente probó y conoció el amor.
A través del fuego purificador, los amantes descubren un lugar donde podrán amarse por siempre, en la muerte, como los protagonistas de las tragedias clásicas, allí donde no serán juzgados por ser diferentes y donde su amor será respetado.
Para quitaros el mal sabor de boca de tanto romanticismo almibarado, os dejo aquí una auténtica maravilla audiovisual de la mano de la factoría Disney. El fragmento animado El soldadito de plomo, inspirado por la música del concierto para piano nº2 de Shostakovich en la película Fantasía 2000. Su final es diferente al original pero, ¿Qué esperabais? ¡Es Disney!
Hola Eva, me ha encantado tu forma de contar y transmitirnos el sentido de este cuento, de nuestro querido soldadito y su bailarina; y el sentido de la vida que tú le das.
Me ha recordado, en parte, la historia de Beren “El manco” y Luthien. La historia de un proscrito, abandonado y solo, pero un hombre de honor, y de una princesa Elfa, que hacen triunfar su amor, por encima del Mal y de todo lo que tienen en contra, optando por el destierro y la muerte.
Un besote muy fuerte.
¡Hola Kike! Bienvenido de nuevo, amigo. Gracias por tus amables palabras sobre el artículo. No conozco la historia a la que te refieres, pero voy a buscarla de inmediato. Un final clásico de la tragedia, la muerte como solución al sufrimiento en vida…
Un abrazo fuerte, Kike.
Hola, Evita.

Precioso cuento. Y tu análisis, como siempre, maravilloso, a la par que exhaustivo. Confieso que de niño era de mis favoritos, junto con el de “El príncipe feliz” de Oscar Wilde. Supongo que por aquellos días en lo que menos me fijaba era en las historias de amor que se escondían en ambos cuentos. Sin embargo, lo que sí recuerdo era lo que me conmovieron -y aún me siguen conmoviendo- sus finales.
Enhorabuena, Eva. Un beso, nana.
¡Hola, Pedro! Un placer leerte por aquí, compañero. Muchas gracias por tus cálidas palabras, como siempre. Tú siempre serás un héroe de cuento de hadas para mí! Te dejo escoger el final
Besos, rey
Me encantó el análisis que haces de este clásico, más aún me gusta mucho más tu advertencia de no unirnos a los sentimientos negativos y caer en el juego de hacer daño por placer o inadvertidamente. Me ha encantado leerte Eva.
¡Hola, José Carrasco! Encantada de que hayas disfrutado del análisis, amigo. Evitemos esos sentimientos negativos y la tentación de caer en la autocomplacencia malvada. Muchísimas gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Esta entrada me ha llegado al corazón porque “El soldadito de plomo” es uno de mis cuentos favoritos. Adoro los relatos de Andersen, desde siempre. Me regalaron un libro con sus cuentos cuando era muy pequeñita (no una edición para niños, qué va, una preciosa encuadernada en tela con magníficas acuarelas como ilustraciones) y, a pesar de haberlo compartido con mis tres hermanos, aún sobrevive en mi pequeña biblioteca.
Una vez me llamaron “morbosa y masoquista” por decir que éste cuento era mi favorito por lo romántico que era. El que me lo dijo tenía la inteligencia emocional de un ladrillo caravista, está claro. El final es bellísimo, trágico, sí, pero no deja de ser uno de los más románticos que conozco.
En este fantástico post explicas de maravilla el carácter de los protagonistas: un héroe atípico, una heroína a la que no le importa amar a un ser calificado como “imperfecto” y un malvado al uso, al que mueve la envidia. Es cierto que no recibe un castigo final, pero se queda sólo. En la chimenea, cuando sacaron la ceniza, fue el corazón del soldado el que encontraron fundido con la rosa de lentejuelas de la bailarina. Quiero pensar que el muñeco de la caja de sorpresas acabaría sólo en un cubo de desperdicios. Justicia poética.
Me ha encantado tu ensayo, Eva. Enhorabuena por este gran, gran trabajo. Y disculpa por el rollo, es que me he emocionado.
Mil besos y gracias por el buen rato que he pasado leyéndote.
Muchísimas gracias por tu comentario, Chari. No es rollo en absoluto, me ha encantado leer tu experiencia y tu opinión sobre el cuento. Me alegro mucho de que el viejo libro de cuentos de Andersen sobreviva en tu biblioteca. Guárdalo como el tesoro que es.
No creo que los que apreciamos un buen final romántico o trágico seamos masoquistas en absoluto. Como tú bien dices, “inteligencia emocional de ladrillo” debía de tener aquel. Son los finales como estos los que nos hacen sensibles y nos enseñan valiosas lecciones que no entenderíamos de otra manera.
Me gusta mucho tu reflexión acerca del muñeco de la caja de sorpresas. Su castigo es quedarse solo, sin nada. No lo había visto desde ese punto. Muy bueno, Chari.
Gracias de nuevo por leerme, guapísima. No sé si habrás leído el artículo sobre La sirenita, pero desde aquí te lo recomiendo.
Un beso fuerte
Esta historia del Soldadito de plomo lo hemos leído todos , pero ahora me has hecho recordar que mi hijo mayor cunado era pequeño en el colegio representó en una obra de teatro al soldadito . Tuve que buscar un traje que haría los honores a un soldadito y lo encontré . El el ayuntamiento del pueblo todos los años hacen la tamborrada infantil y ellos me prestaron un traje , Ya os hablaré en algún post de esta tamborrada. Un abrazo
Una anécdota curiosa, Mamen. Seguro que tu hijo estaba encantador vestido de soldadito. Muchas gracias por tu comentario
Un abrazo, guapa