Título
El arte
Dicen que el arte es morirse de frío. Nunca entendí esta definición, ni entendí por qué alguien debía estar muriendo de congelación para poder expresarse sobre un lienzo, una pared, a través del mármol o los rosetones… Tampoco he sentido yo ese frío del que hablan al contemplar ninguna obra considerada artística. Bueno, no. Recuerdo que una vez fui a la TATE Gallery de Londres y entré a una sala con un gran plástico sucio a modo de puerta donde se conoce que almorzaban los obreros del museo, que quizás estaban reparando esa sala en concreto. Aquello era una cochiquera: tablas viejas, una mesa que apenas se sostenía por lo improvisado de su montaje, ceniceros llenos de colillas, manchas de pintura y escombros por doquier, cervezas a medio terminar… Y sí. Hacía frío en aquella sala de mantenimiento. Puede que el frío proveniente de aquella sala fuera la causa del arte que contenían el resto de obras del museo. Esa fue mi conclusión. Lo extraño es que debido a mi curiosidad “aliciana” otros visitantes de la galería de arte empezaron a entrar en aquel inmundo rincón, maravillados a la salida, y empezó a crecer una gran cola para admirar aquella sala tapada con un plástico sucio y que albergaba ni más ni menos que las herramientas, material y desperdicios de los obreros que reparaban la sala.
Después de esta extraña experiencia, me dirigí a otra sala, de donde salían un grupo de turistas, completamente admirados y contrastando sus pareceres ante la magnífica obra que acababan de ver. Mi curiosidad me metió allí de un empujón. “¡Por Tutatis!” – pensé. No creeríais jamás lo que allí hallé. Nada más entrar a la sala blanca casi me quedo ciega. A mi derecha, una carretilla azul y vieja, sin carga. Frente a mí, una pizarra horripile de aquellas que se pueden voltear al no estar sujetas a la pared. Sobre la pizarra, una serie de signos ininteligibles, como extraterrestres. (Luego supe que era arameo antiguo). Y la guinda del pastel: un Renault 5 de color azul, completamente rayado y desguazado por dentro. No tenía ruedas, ni ejes, ni motor, ni asientos, ni volante, ni suelo. Solo el chasis y las puertas.
Cuando salí de mi asombro, traté de ver los objetos como conjunto y no como cosas sueltas. Nada. No lograba encontrar un nexo de unión entre ellas. La carretilla y el coche eran azules, pero no la pizarra. La pizarra tenía contenido, pero no la carretilla ni el coche. El coche era inútil, pero la carretilla y la pizarra podían prestar servicio… Me sentí como una concursante del “Un, dos, tres”, frente a Mayra Gómez Kemp, indecisa por no saber qué objeto desechar. Minutos después salí de la sala blanca y me senté a reflexionar.
“A ver. Si está en un museo, es porque tiene que ser arte. No lo van a poner ahí porque el autor es amiguete… Además, ahí al lado hace un frío que pela… No encuentro la relación entre este arte y el que te enseñan en las fotos de los libros de texto. ¿Será que me he vuelto anticuada y me he perdido alguna etapa evolutiva del arte? Velázquez nunca hubiese expuesto una carretilla, una pizarra con escritura aramea, ni un Renault 5 desguazado… A lo mejor Leonardo…”
En estos pensamientos iba yo enfrascada cuando me fijé en una vitrina con visitantes pegados como moscas y sin dejar de sacar fotos. Me llamó tanto la atención que de nuevo el espíritu de Alicia me pegó un puntapié y salté del banco como un resorte. ¿Qué podía ser aquello que todos miraban con una mezcla de asombro, seriedad y asco? En fin, el grupo se disipó para continuar la visita y yo tuve el privilegio (dudoso) de ver aquella pieza. En verdad eran dos piezas, partidas longitudinalmente con una precisión asombrosa. Las piezas estaban contenidas en sendos cubículos de metacrilato trasparente para que el espectador no pudiese perder ni un solo detalle del contenido. Las dos piezas estaban lo suficientemente separadas como para meterse en medio y ver las partes interiores conservadas en formol. Ni os imagináis qué era aquello. El autor, ganador de premios muy bien remunerados, tuvo la genialtástica idea de pasearse por las granjas del condado de Kent y seleccionar una vaca (viva) y partirla de un ¡zas! para luego exhibirla así, partida en dos, no fuéramos a perder la ocasión de recibir una clase de anatomía veterinaria gratis.
Me enfrentaba a una obra de arte que realmente me dejó congelada, no sé si de frío. Todo un desafío para mi brillante intelecto “sherlockiano”. ¿Sería ese frío al que tanto se referían? ¿Un frío que te congelaba la sangre de las venas? Mis amigas siempre me decían que yo tenía la sangre de horchata, ¿sería horchata granizada en aquel momento?
En estas perspicaces reflexiones andaba yo absorta cuando salí del museo. El viento frío del otoño londinense hacía que las finas gotas de lluvia me cortasen la cara. De nada me servía el paraguas que olvidé en casa. Al levantar la vista vi el puente del Milenio. Mientras lo recorría vino a mi memoria el revuelo que se montó dentro de la comunidad artística cuando en 1917 Duchamp, bajo el pseudónimo de R. Mutt, exhibió en Nueva York un bidet con el título de Fuente. Introdujo el vanguardismo. Las réplicas se pueden ver en varios museos.
Cualquier objeto sacado de su contexto e introducido en un museo parece ser que se convierte en obra de arte. No me había perdido tanto después de todo. Al final del puente, la sombra de la catedral de St. Paul me cubría.
Eva Mercader
Saludos, Fallera Mayor del Reino y Alcaldesa de Ciudad Esmeralda. Conque tus amigas dicen de ti que tienes “sangre de horchata”, ¿eh? Vaya, vaya. Imagino que los mosquitos en verano se darán un festín contigo, por aquello de tener la sangre dulce. Por otro lado, y siguiendo tu lógica cartesiana, si como dices “el arte es morirse de frío”, deduzco que tú eres una artista, ya que la horchata se sirve fría. Sinceramente, desde el principio tuve claro que lo eras -una artista me refiero-, pero a partir de ahora queda confirmado. Así que, a los títulos de Fallera Mayor del Reino y Alcaldesa de Ciudad Esmeralda, ahora debo añadir el de “Artista como la copa de un pino”. Las cosas como son.
Por cierto, el artículo: magnífico. Absurdamente magnífico. Me ha encantado.
Un beso, Fallera Mayor del Reino, Alcaldesa de Ciudad Esmeralda y Artista como la copa de un pino.
Jajajjajajajajja. Creo que gracias a ti ya tengo más títulos que Daenerys Targarien, Princesa de Rocadragón, Khaleesi de los Dothraki, Reina de los Ándalos y los Rhoynar y los Primeros Hombres, Señora de los Siete Reinos y Protectora del Reino, Reina de Meereen y Madre de dragones. Creo que aún me faltan unos cuantos…
Muchas gracias Pedro por tus absurdas y cálidas palabras. Debo confesar que me inspiré en tu estilo para sacar este artículo adelante. Así que, te confiero parte del éxito.
Un besazo Pedro Fabelo.
Hola Eva , me has sacado más de una carcajada matutina.. y eso no tiene precio , al menos para mi, eso si es arte
Y si supongo que lo que se encuentra en un museo debe de serlo, aunque yo , que adoro la historia del arte empiezo a pensar que me he quedado rezagada pues cada vez no es que lo entienda mas o menos , es que no me llega al corazón y eso .. en definitiva para mi es lo que cuenta
un beso y buen finde !
Hola María!
Me alegro de que te hayas pasado por aquí y te haya gustado tanto el post “el arte”. La verdad es que empezar el día con un poco de humor no está nada mal. Con respecto al arte, cada uno lo vive a su manera. Si bien es cierto que cada nuevo estilo supuso una revolución en su época, con el Vanguardismo fue como subirse a una gigantesca montaña rusa. Parece que todo se aceleró desde entonces jejejejeje.
Un abrazo amiga y gracias por tu valoración. Besos.
Hola, Eva. He estado un rato por aquí, disfrutando de un mágico paseo. Es encantador tu blog y además de la magia que se respira en él, emana una luminosidad que creo se debe corresponder con la que tiene tu persona. Volveré a menudo, como se vuelve a los lugares mágicos: atraído por un encantamiento. ¡Un beso!
¡Hola José Ángel! ¡Menuda ilusión tenerte aquí!
Que sepas que esta es tu casa y que siempre serás bien recibido. Me siento halagada por tus bellas palabras. Gracias por pasarte por mi humilde blog. Me alegro mucho de que te haya encantado, literalmente.
Muchos besos, José Ángel y mil gracias.